Gustavo Tubio fue el periodista que viajó a Concordia con su equipo de cámaras. Antes de presentar las imágenes que dieron a conocer, dijo “Con Martín, el camarógrafo, estuvimos en el infierno de la Argentina, en uno de los infiernos de la Argentina”. Además, contó que trabaja hace 30 años haciendo este tipo de informes, pero que esta “es la nota más dura que me tocó hacer”. Luego de la presentación, Tubio escribió un texto para el sitio TN Digital en el que describió lo que vio: “A ese basural llegan familias enteras desde las seis de la mañana y se quedan hasta que oscurece. En algunos casos se quedan a dormir ahí, entre la basura”.
Mencionó que a los camiones de recolección de residuos urbanos los llaman “las cucas” o directamente “las cucarachas”. Esas cucarachas llegan llenas de bolsas de basura de todo tipo, domiciliaria, hospitalaria, industrial.
“Cuando descargan su contenido fétido lo hacen sobre las personas que están detrás del camión luchando por el mejor lugar para encontrar lo que pueda llegar a tener algún valor material en el reciclado o directamente buscan algo que se pueda comer”, contó.
El texto completo
Tiene el estigma de ser considerada, según las últimas mediciones del INDEC, como la ciudad más pobre de la Argentina, con el 56.1% de pobreza.En Concordia, el nivel de pobreza es de los más altos del país y en un basural las personas se alimentan con lo que encuentran.
Uno de los chicos que estuvo buscando todo el día entre las bolsas de basura encuentra un pescado. Evidentemente alguien lo tiró porque el día anterior se cortó la luz en un sector de la ciudad de Concordia y estaba dando mal olor adentro de la heladera sin frío.
El nene que encontró el pez le avisa a sus dos amigos, de su misma edad, y a un adulto del grupo. Se hace de noche y el grupo busca una lata vacía entre la basura y con un poco de agua y sal cocinan su hallazgo. El fuego lo encienden con bolsas de nylon y algunas maderas.
A los pocos minutos empiezan a comer. Tienen las manos sucias de revolver basura durante horas. No les importa, ni les pasa por la cabeza que ese alimento está en mal estado. No temen enfermarse. No piensan en mañana porque el hambre duele hoy y lo calman como pueden y con lo que encuentran.
Así se vive en el gran basural Campo del Abasto, en el barrio El Silencio, en las afueras de Concordia, Entre Ríos. Si alguien quisiera conocer cómo es el infierno, ese lugar debe ser algo muy parecido.
Cómo es el día a día en el basural de Concordia
A ese basural llegan familias enteras desde las seis de la mañana y se quedan hasta que oscurece. En algunos casos se quedan a dormir ahí, entre la basura.
A los camiones de recolección de residuos urbanos los llaman “las cucas” o directamente “las cucarachas”. Esas cucarachas llegan llenas de bolsas de basura de todo tipo, domiciliaria, hospitalaria, industrial.
Cuando descargan su contenido fétido lo hacen sobre las personas que están detrás del camión luchando por el mejor lugar para encontrar lo que pueda llegar a tener algún valor material en el reciclado o directamente buscan algo que se pueda comer.
“Siempre vengo a buscar cosas y comida acá. Ayer saqué una linterna y una mochila que me viene bien para el cole, además encontré fruta y algo de carne”, dice uno de los chicos.
Mientras tanto Dalma, una nena de 11 años muestra una herida en la mano sucia. Se acaba de cortar con un vidrio mientras abría una bolsa de basura. Nadie la ayuda y sigue buscando como si no pasara nada.
Qué dicen los choferes de los camiones que van al basural
Las “cucas” llegan una detrás de la otra. Los choferes no bajan, pero uno ve trabajar al equipo de Telenoche y baja para hablar casi al borde de las lágrimas. “¿Dónde están los derechos del niño?”, se pregunta mientras señala a los chicos que revuelven la basura que su camión les tiró sobre sus cabezas.
“Soy empleado municipal y todos los días denuncio lo que vivo acá, pido ayuda pero nadie me escucha. Esto es el abandono total del Estado en todas sus formas posibles”, dice indignado.
Este chofer no tiene miedo a las posibles sanciones que pueda llegar a recibir por denunciar ante la prensa lo que vive diariamente. “Te juro que llego a mi casa todas las noches destruido. Siento que no tengo perdón de Dios por tirarles la basura así sobre sus cuerpos, pero no puedo hacer otra cosa. Acá tendría que haber presencia de gente de Salud, de policía, municipal. Pero no hay nadie. Esta gente está sola, siempre”, cuenta mientras vuelve a su camión para salir de ese infierno lo antes posible.
Claudia trabajaba en una casa de familia haciendo tareas de limpieza. Hace dos meses la echaron y hace unos días que empezó a ir al basural. “Si no vengo acá no tengo para alimentar a mis hijos esta noche”, dice mientras baja la cabeza y sigue revolviendo entre la basura que tiene adelante.
Qué dicen las estadísticas de la pobreza
Según la Encuesta de la Deuda Social Argentina del Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA los números más preocupantes de la zona centro del país son una pobreza infantil del 53%, una indigencia del 11%, una inseguridad alimentaria total del 28% y un déficit en condiciones de medio ambiente del 46%.
Concordia tiene el estigma de ser considerada, según las últimas mediciones del INDEC, como la ciudad más pobre de la Argentina, con el 56.1% de pobreza.
Para Pedro Sena, director de Cáritas Concordia, la única forma de modificar la realidad de la ciudad es generar fuentes de trabajo. “Esto es fundamental para dignificar a la persona y que ellos se valoren por sí mismos. Todos dicen ‘los niños, los niños’, pero yo creo que hay que empezar por las madres embarazadas, darles un cuidado, un control médico y que los chicos no nazcan con desnutrición”, dice.
“Ninguno de los que estamos acá estamos porque queremos o nos gusta. Estamos acá porque no nos queda otra, es esto o dejarse morir”, dice un hombre con su rostro tapado por un pañuelo. Lo acompaña su mujer y sus dos hijas menores. Todos buscan y lo que encuentran lo suben a un carro viejo tirado por un caballo también viejo y enfermo.
La escena se completa con el “domador de chanchos”. Así llaman a Julio, un muchacho de no más de veinte años que trae a sus chanchos a alimentarse al basural. “Acá comen lo que quieren y cuando están en peso los vendo a gente que me los compra o a un frigorífico de la zona”, cuenta.
Todo lo que pasa en ese basural es una escena de la Argentina decadente que mira para otro lado y que perdió el rumbo. En ese basural, como en tantos otros en todo el país, están los desesperados, los hambrientos, los olvidados, los que el poder no quiere ver y oculta.
Al segundo día de trabajo de Telenoche en el lugar apareció un hombre diciendo que era el encargado de la zona y nos preguntó si teníamos permiso para estar ahí. Nos dijo que le habían dado la orden de no dejar entrar a periodistas para que registren lo que pasa ahí adentro.
Ese es el ocultamiento que intenta invisibilizar a los desesperados. No solo no hacen nada por ellos, les da vergüenza al poder político su condición y los intentan esconder. Que nadie vea lo que hacen. Que nadie sepa que existen.