“¿Es necesario automatizar todos los empleos? ¿Tenemos que desarrollar mentes no humanas que nos sobrepasen en número e inteligencia y nos acaben sustituyendo? ¿Nos tenemos que arriesgar a perder el control de nuestra civilización?”
En un tono casi apocalíptico más 1.800 académicos y empresarios han puesto el grito en el cielo esta semana alarmados por los imparables avances de la Inteligencia Artificial generativa, una tecnología que ha popularizado la plataforma ChatGPT, explotada por la empresa estadounidense OpenAI. En apenas tres meses, ha conseguido 100 millones de usuarios en todo el mundo y ha acelerado la carrera tecnológica por el lenguaje natural automatizado. La carta va firmada por Elon Musk, el controvertido fundador de Tesla y dueño de Twitter, pero también lleva la rúbrica de Steve Wozniak, cofundador de Apple, y cientos de empresarios y académicos de prestigiosas universidades.
Los avances de esta tecnología son cada vez más rápidos y, en el mercado reina la sensación que esta tecnología puede escapar del control de los humanos. Estamos ante un cambio de paradigma, a juicio del magnate Bill Gates. “En mi vida he visto dos demostraciones de tecnologías revolucionarias. La primera fue en 1980, cuando me presentaron la interfaz gráfica a partir de la cual Windows se ha desarrollado. La segunda gran sorpresa llegó el año pasado, cuando vi los avances de OpenAI. El algoritmo respondía preguntas para las cuales no estaba específicamente entrenado y su margen de error era limitado”, publicaba recientemente en su página web el fundador de Microsoft, compañía que ha anunciado una inversión de 10.000 millones precisamente en esta plataforma.
El potencial de ChatGPT y sus homólogos –hay millares de plataformas parecidas, entre ellas Anthropic, en la cual Google ha invertido 300 millones de dólares– parece enorme. Un estudio publicado a inicios de esta semana por Goldman Sachs asegura que si esta tecnología llega a sofisticarse a los niveles que promete podría eliminar una cuarta parte de los empleos de Estados Unidos y de la eurozona. A nivel mundial, una quinta parte de la fuerza laboral podría verse comprometida. Según el estudio, elaborado por los economistas Joseph Briggs y Devesh Kodnani, eso equivaldría a unos 300 millones de empleos en las grandes economías. Los más expuestos serían administrativos, abogados, arquitectos, científicos, comerciales, informáticos... Prácticamente ninguna profesión se salva. A excepción, claro, de los trabajos puramente físicos, como los de construcción, limpieza o mantenimiento (aunque podrían ser automatizados por otro tipo de tecnologías).
La educación es un caso aparte. Es uno de los sectores altamente susceptibles de ser automatizados, como ya se ha comprobado en escuelas y universidades, que han prohibido el uso de esta tecnología con el objetivo de evitar plagios entre el alumnado. Entre ellas están Oxford, Cambridge y Sciences Po. Esteve Almirall, profesor de Esade especializado en innovación abierta, duda que esta tecnología tenga demasiado recorrido en el sector educativo. “La inteligencia artificial quedará frenada por la legislación educativa de cada país. Parece difícil que esta tecnología haga desaparecer la figura del maestro de primaria y secundaria, al menos en España”, sostiene.
El de Goldman Sachs no es el único estudio que alerta sobre la desaparición de empleos a causa del impacto de la IA generativa. Según un informe de OpenAI, dos de cada diez trabajadores de Estados Unidos podrían automatizar el 50% de su trabajo, mientras que ocho de cada diez podrían dejar en manos del robot el 10% de su actividad.
Con estos datos sobre la mesa, regresa el viejo temor a la sustitución de los humanos por las máquinas, una idea que los economistas tratan de matizar. “En el corto plazo, los efectos de la IA podrían afectar negativamente al mercado laboral, pero en el largo plazo se ha comprobado que las nuevas tecnologías tienen efectos positivos, porque han creado empleos que antes no existían, además de aumentar la productividad de las empresas de forma significativa”, apunta el informe de Briggs y Kodnani, que citan el caso de la aparición del motor eléctrico o del ordenador personal en la década pasada.
Todavía es una incógnita el momento en que eso sucederá –depende del avance de la tecnología y de su regulación– pero la experiencia dice que la productividad del mercado laboral estalla 20 años después de la irrupción de la tecnología. Así que aún quedan un par de décadas para conocer los nuevos especialistas que demandará esta nueva tecnología.
Empleo subcontratado a dos dólares la hora
Detrás del éxito de ChatGPT está el trabajo de un grupo de trabajadores subcontratados en Kenia por menos de dos dólares la hora. Según la revista Time, unos cuarenta trabajadores se dedicaron durante meses a descartar temas altamente sensibles sobre abusos sexuales, violencia y discurso del odio. La empresa subcontratada se llama Sama. Tiene sede en Silicon Valley y habitualmente trabaja para grandes tecnológicas de EE.UU. a través de sus filiales en Kenia, Uganda e India. En el caso de OpenAI, su servicio finalizó en febrero del año pasado, ocho meses antes de lo previsto, porque el contenido que Sama tenía que procesar era considerado ilegal y OpenAI no se lo había advertido.Ante estas perspectivas, Almirall considera que las empresas y los gobiernos no pueden mirar para otro lado. “La IA generativa es una tecnología genérica de un alcance tan grande que hay que aprovechar su potencial en lugar de quedarnos atemorizados por los riesgos que plantea. Las fricciones legales pueden regularse de forma consensuada”, apunta el profesor, quien aplaude la iniciativa del Gobierno de Islandia en contra de la postura de Italia, que el viernes decidió prohibir esta tecnología.
De momento, en la industria ha estallado una carrera para liderar el sector. Hoy por hoy, está claro que la empresa que lleva la voz cantante es Microsoft con su inversión millonaria en ChatGPT. “Google y Amazon le siguen, mientras que China está haciendo poco ruido desarrollando sus tecnologías internas. El sector es alimentado por millares de startups que intentamos complementar el servicio de la plataforma estrella”, comenta Eudald Camprubí, cofundador de la startup Nuclia, especializada en búsqueda de datos inteligentes en el sector.
Según datos de la consultora Pitchbook, los fondos de inversión invirtieron 1.260 millones de euros (unos 1.370 millones de dólares) en startups de este sector, una cifra parecida a la suma de la inversión de los últimos cinco ejercicios. Para este año, las previsiones de Pitchbook pronostican que el sector multiplicará con creces su tamaño de negocio hasta los 49.000 millones. La inteligencia artificial está en plena ebullición.