Frío. Así empezó este penúltimo día de julio en la ciudad cabecera de la costa entrerriana del río Uruguay. Y como en el día anterior, el suelo de la costanera de Concordia se vistió de blanco.
A las 8 de la mañana, el Servicio Meteorológico Nacional indicaba que había 2 grados en la ciudad, según el termómetro ubicado en la estación meteorológica ubicada en el aeródromo “Comodoro Pierrestegui”. En la zona ribereña, la temperatura descendía a 1,5 grados bajo cero.
Blanco hielo. Así lucía el habitualmente verde de la zona parquizada ubicada en el entorno del arroyo Manzores y calle Salta. Al oeste de la avenida Castro, sólo los senderos de cemento y algún eventual ciclista o peatón, interrumpía la monotonía de esa capa fría.
Del otro lado de la misma avenida, la desembocadura del Manzores lucía como un verdadero espejo de agua. Quieta, sin viento que la moviese. Solo esa bruma propia de los días de frío, modificada una postal casi perfecta.
La avenida del río también lucía desierta, a excepción de dos valientes atletas que desafiaban la baja temperatura y trotaban por el medio de esa calle. El Skate Park estaba rodeado de un manto claro, extraordinariamente diferente al de la mayoría de los días del año. Del otro lado, el Club Pesca también mostraba sus dos canchas de fútbol sin el verde impecable que acostumbra a mostrar.
Más hacia el sur, ya circulando por la avenida costanera “De los Pueblos Originarios”, uno de los espacios más blancos era el ubicado junto al parque Mitre y el lago artificial contiguo al anfiteatro. Sólo las aves en ese espejo de agua daban señales de movimiento. Nadie más se animó a transitar por allí a esa hora. Frío y blanco, características de una costanera que hoy lució distinta, encantadora.