Seguramente nos olvidaremos de mencionar alguno -estamos tentados de escribir "muchos- pero corriendo el riesgo de que haya resentidos, cabe mencionar una serie de "pueblos" y "poblaciones", de diverso origen, composición vecinal y hasta de distancia a su núcleo central, a los que, si bien no cabría siempre definir como "barrios", -estos son "subdivisiones de una ciudad o pueblo, que suele tener identidad propia y cuyos habitantes cuentan con un sentido de pertenencia- no es tampoco disparatado tenerlos como tal.
De cualquier modo, nos animamos entre ellos a citar a El Brillante -algo así como una luna de un sol-, a El Colorado, al Barrio Santa Teresita, al Barrio San Miguel, al Barrio Perucho Verna, y al del Tiro Federal o al 2 de Julio. Queda la duda con respecto a La Calera, que más parece un barrio, de así ser llamado, "que fue". Y por qué no a nuestra mismísima Colón, a la que lo que era una pulla vecinal recíproca, en que San José se nos colocó en años idos el mote de "barrio del puerto".
Si nos hemos olvidado de mencionar alguno, no es el caso del "Barrio de la Proveeduría", un simpático y antiguo caserío a mitad de camino entre lo que era "la Fábrica Liebig", y "lo de Celestino", el que estos días, con la pavimentación de la ruta que une Pueblo Liebig con la 26, vive un momento de expansión, que puede convertirse en permanente.
Ello, de no confirmarse el agorero temor de un vecino de la zona, alarmado por la posibilidad de que en algún momento ella termine de romperse, "como consecuencia de esa maldición que tienen las obras que se inauguran antes de estar concluidas, ya que en esa inauguración anticipada se dice haber visto hermanados -cosa que a nosotros no nos ocurrió- a Urribarri, Canali y Monjo, y ahora se comienza a reparar cuando todavía está fresca la pintura de su señalización".
Cosas que han, hasta ahora, pasado a montones y que esperamos no ver repetidas en el futuro, pero que no es en realidad el tema de su interés. Es que el mismo propone en su carta que "el barrio de la proveeduría deje de llamarse así, para pasar a llamarse Bernardo Blanc, por haber sido el edificio donde ahora funciona Hodima, que es por lejos el mejor hogar de toda la provincia y un verdadero ejemplo nacional en cuidado de adultos con discapacidad mental; y donde Bernardo vivía y tenía su almacén, el punto que dio origen al barrio.
Una opinión, tan solo una, que por nuestra parte no sabemos si compartir, por esa leyenda que provoca parecidos temores al de nuestro lector, en el sentido de que es de mala suerte cambiar de nombre a los barcos y, de rebote, a las cosas. Aunque sea también cierto que allí funcionó después una "proveeduría", así era conocida, sindical, la que ya no solo no existe, sino que posiblemente resulte menos merecedora de un recuerdo que Bernardo Blanc, quien en vida -y así debemos destacarlo- fue un consecuente lector de El Entre Ríos. Y con eso terminamos, no sea cosa que a alguien se le ocurra nos estamos promocionando.
