La madrugada del 7 de septiembre de 1996, Miriam Alejandra Bianchi, mejor conocida como "Gilda", perdió la vida a los 35 años, luego de que el micro en el que se trasladaba impactara de frente contra un camión. También murieron su madre, su hija, tres músicos de su banda y el chofer.
La muerte de la cantante se convirtió en noticia nacional y su cara se multiplicó en remeras y pósters pero también en estampitas. Su figura, con ese halo de magia que impregnaba su tema final y las imágenes de su último disco que la mostraban como una especie de santa con un vestido violeta y una coronita de flores en su cabeza, mirando al cielo, la volvieron magnética.
De maestra jardinera a icono popular
Nació el 11 de octubre de 1961 en el barrio de Villa Devoto y era hija de una profesora de piano y un empleado público. En 1977, tras la muerte de su papá, debió hacerse cargo de la familia: se recibió de maestra de nivel inicial y se casó con Raúl Cagnin, fabricante de escobas y su novio de toda la vida. Juntos tuvieron dos hijos, Mariel y Fabrizio. La postal para el afuera era la ideal: un matrimonio joven, emprendedor, clase media, con dos hijos. Pero ella no era feliz, estaba por cumplir 30 años y aún le quedaba un sueño latente, así que decidió ir por más. O al menos intentarlo.La mañana que leyó un aviso en el diario en el que pedían vocalistas para un grupo musical cambió su vida. En ese departamento en el que tuvo su primera audición, conoció a Juan Carlos Toti Giménez, compositor y tecladista de Ricky Maravilla, quien se convertiría en su manager, su socio y su amor. Junto a él, se fue gestando el huracán: de la tímida Gil (como le decía su familia) al huracán imparable Gilda, en honor a Rita Hayworth, la protagonista de la película homónima.
Durante su incursión en el mundo de la música, debió cambiar su vida familiar y laboral, así como su nombre. Mientras guardaba el guardapolvo a cuadritos para perseguir su sueño, su matrimonio se diluía. Su marido jamás la apoyo en este nuevo proyecto. Corría el año 1994 y después de una década de un matrimonio que se venía desgastando desde el preciso momento en el que ella decidió comenzar su carrera artística pese a su negativa, se separaron. Ella se quedó en el departamento de Villa Devoto, con los chicos, y su esposo regresó a la casa de sus padres dando por terminado el proyecto de “la familia feliz”.
Por entonces, la cantante ya había formado pareja con su director musical, Toti Giménez y entre los dos escribían letra y música de las canciones que, muchas veces, hablaban de su propia experiencia. Y la realidad es que, aunque Gilda en ese momento quizás no sabía qué significaba el feminismo, muchas mujeres se sintieron identificadas por su decisión de animarse a más y vencer los prejuicios.
La cantante llegó a actuar hasta en la cárcel. ¿Quién no bailó un tema suyo en una fiesta? En vida editó seis discos, pero su obra póstuma fue mucho mayor y desde 1997 hasta la actualidad salieron más de dos decenas, entre compilados y reediciones.
Sus últimos momentos
Según detalló la revista Ahora en noviembre de 1997, a un año de la muerte de la cantante, “para esa época, Gilda había comenzado a sufrir alergias que no la dejaban tranquila. Tenía severos problemas renales y un raro mal que le afectaba los pies: se llenaban de llagas y sangraban al punto de convertir en un suplicio tener que estar parada. Sin embargo en los shows nadie se enteraba de sus dificultades aunque en el micro, entre una actuación y otra, tenía que cambiarse las medias y los zapatos para que no se notasen las manchas de sangre”.Toti, la pareja de Gilda, recordó lo que le dijo momentos antes del fatal accidente: "‘Dormí un rato y después tomamos mate’, fue lo último que me dijo; me dormí y cuando abrí los ojos tenía un techo amarillo sobre mí y se escuchaban gritos”. Entre casi lágrimas, sostuvo que "nunca pensé que ella pudiera morir, jamás se me cruzó por la cabeza. Murieron amigos, compañeros, éramos realmente una familia”.
Desde aquel día, las manifestaciones populares de agradecimiento y cariño a la cantante no se detienen. Muchos de sus fans le atribuyen la condición de santa y muchas personas aseguran que se les apareció en sueños y que hasta se curaron con su música. Aunque sus restos descansan en el cementerio de La Chacarita, sus seguidores le montaron un santuario al costado de la ruta donde ocurrió el fatal accidente. Allí le dejan flores, rosarios, cartas y fotos. Mito o realidad, sus canciones y su voz cargadas de carisma y de cotidianeidad, sin dudas, llegan más allá de este plano.