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Selva, en un mano a mano con El Entre Ríos
Selva, en un mano a mano con El Entre Ríos
Selva, en un mano a mano con El Entre Ríos
Autora oriunda de Villa Elisa que ha incursionado en poesía, cuento y novela, irrumpiendo en la no ficción con “Chicas muertas” en 2014 (que incluye el femicidio de la sanjosesina Andrea Danne), suma lectores en varios idiomas a la par de reconocimiento internacional.

Haciendo un alto en su tiempo de introspección durante el aislamiento social por la pandemia del Covid-19 -de lo que por ahora se niega a escribir por encontrarse “todavía inmersa dentro de la situación”-, habla de todo con El Entre Ríos: sus raíces, la fama, su vida en Buenos Aires y el interés por el medio ambiente.

El trabajo y sus proyectos no están ausentes en la charla. Por eso, cuenta cómo busca llegar a los adolescentes entrerrianos a través de su más reciente obra y anticipa su próximo título, analizando el futuro del libro en soporte papel de cara a la cada vez más avasallante era digital.

-Hasta concretar esta primera entrevista, siempre has sido noticia en el periódico y el portal digital por tus logros: críticas muy a favor por parte de importantes intelectuales, premios, reconocimientos, traducciones... ¿Cómo se lleva “una chica de provincia” con eso del reconocimiento público y, si se quiere, la fama?

-Cuando empecé a escribir, sabía que quería ser escritora. Es decir, escribía pensando que alguna vez iba a publicar un libro y que el día que eso sucediera, esperaba que hubiera personas interesadas en leerlo.

Igualmente, entre empezar a escribir y publicar mi primer libro pasaron unos diez años y prácticamente diez años más hasta que alguno de ellos tuvo repercusión. Cuando publiqué “El viento que arrasa”, la novela con la que mi nombre se hizo conocido, tenía tres libros editados: uno en una editorial muy pequeña que teníamos con unos amigos, otro de muy poca circulación en una editorial universitaria y un tercer libro de cuentos, que se llama justamente “Una chica de provincia”, publicado por una editorial un poco más grande pero que tampoco había generado mucho.

No me canso de decirlo: el destino de un libro es siempre misterioso. “El viento que arrasa” se publicó en una editorial muy nueva, pero que con sus primeros títulos ya comenzaba a ganar un lugar muy prestigioso entre los lectores. Le llegó a Beatriz Sarlo, le gustó mucho la novela y se convirtió en una gran promotora del libro, sin conocerme. Creo que fueron condiciones que, de repente, los libros anteriores no habían tenido.

¿Y cómo me llevo con eso? Depende. A veces tengo ciertas contradicciones. Por un lado, por supuesto que me pone contenta el reconocimiento, tanto en Argentina como en América latina. También que mis libros traducidos puedan encontrar lectores en otras lenguas, en otros países. Me gusta cuando sucede eso y salen notas, por ejemplo, en Francia donde fueron publicadas mis dos novelas y “Chicas muertas”, como también ocurrió en Brasil con este último y tuvo mucha repercusión.

Me alegra. No voy a decir que no, ni que me da lo mismo. Sería hipócrita decir que sufro el reconocimiento, pero me pasa que hay muchas cosas que rodean esa exposición que a veces sí me incomodan. Los viajes, por ejemplo, porque no me gusta pasar mucho tiempo fuera de mi casa. O las entrevistas y las conferencias, que me ponen incómoda, siempre. Pero con el tiempo aprendí a tomarlo como parte de que a los libros les vaya bien; supongo que el día que dejen de interesar, que no tengan un público lector, todas esas cosas dejarán de suceder.

-Muchas de tus obras se encuentran vinculadas a lo pueblerino, lo rural, entiendo con mucho arraigo a lo vivido durante tu infancia y adolescencia. Después de residir varios años en una ciudad como la de Buenos Aires, ¿en algún momento necesitaste reconectar con la cotidianidad de los “panzas verdes” para seguir escribiendo?

-Vivo en Buenos Aires hace 20 años. Si bien es cierto que había empezado a escribir viviendo en Paraná, y había publicado algunos relatos en revistas locales, todo lo que publiqué en libros lo escribí ya viviendo acá.

Es verdad que hay una relación muy fuerte con la ruralidad, no solo con el paisaje sino también con el lenguaje, los giros, la manera de hablar que tenemos en la provincia. Y me gusta trabajar con ese material oral que hay en nuestras maneras de decir las cosas.

Más allá de estos 20 años en Buenos Aires, nunca corté mi relación con Entre Ríos. O sea, voy bastante -mis padres y mis hermanos viven allá, también algunos amigos- por cuestiones familiares o de trabajo: presentaciones, charlas, ferias. Como nunca se cortó ese vínculo, no he tenido la necesidad de ir a reencontrarme con él, justamente porque el contacto sigue siendo muy fluido con la provincia.

Lo que sí, a veces, lo que necesito es ver el río. Nací y me crié en Villa Elisa, donde no hay río, aunque está cerca de la costa del Uruguay; así que mi experiencia más cercana fue con el Paraná cuando me fui a estudiar a esa ciudad y viví casi diez años allá. Ahí empezó como un amorío fuerte con el río Paraná, que a veces me hace falta. No importa en qué tramo: puede ser en Paraná, Rosario o Corrientes, pero necesito su paisaje. En Buenos Aires, más allá de que tenemos el Río de la Plata, no hay ese mismo lazo de los habitantes con el río; de hecho, la ciudad está de espaldas al río, entonces no hay una vida costera tan intensa.

-Recientemente “volviste” a Entre Ríos de una manera distinta: publicando tu primer libro de relatos para chicos y adolescentes -gurises, bah-, “Los inocentes”. ¿Sentís el peso, ya sea a nivel provincial o local, de tener que ser una “ciudadana ilustre” o “profeta en tu tierra”, como si le debieras algo a tu lugar de origen?

-Este año publicamos un libro que hicimos con mi hermana, Liliana Almada, que es dibujante, artista plástica e ilustradora, que vive en Paraná. La propuesta vino de parte de la Editorial de Entre Ríos, de su editor que es Ferny Kosiak, de publicar algo allá y se nos dio el proyecto de trabajar juntas alguna vez con cuentos míos e ilustraciones de ella.

En realidad, no siento que deba rendir cuentas a alguien. Sí le debo muchas cosas a mucha gente en mi carrera de escritora, pero no me siento una “ciudadana ilustre”. Además, si pienso en esa película mejor que no (ríe), porque había una relación muy conflictiva del personaje con su lugar de origen y viceversa.

Me pareció un gesto que agradecí y algo lindo para hacer, entonces enseguida nos pusimos a trabajar en eso y quedó precioso. Más allá de la parte de mi escritura, me preocupaba bastante que las ilustraciones de Lilian no perdieran calidad y que quien leyera el libro pudiera disfrutar del texto y de las imágenes, que habían sido hechas con tanta dedicación para cada cuento.

Es un libro que quedó hermoso desde todo punto de vista y me parecía importante que fuera así. Al ser pensado para los gurises de las escuelas, como decís, era importante que sea atractivo y den ganas de pasar las páginas viendo los dibujos. Que al tacto sea una cosa linda también, con muy buen papel y colores preciosos, que hagan lucir las ilustraciones.

La idea era ir a hacer algunas presentaciones en distintas escuelas de la provincia, pero con el tema de la cuarentena todo eso quedó suspendido. Supongo que, cuando las cosas más o menos se acomoden, y vuelvan los chicos y las chicas a las escuelas, vamos a cumplir con eso que también era una parte linda del proyecto que teníamos con mi hermana, de tener contacto con los lectores o futuros lectores de ese libro.

-Lo que tiene de particular la edición de “Los inocentes” es justamente su distribución en las escuelas. ¿Cómo tener llegada y despertar interés, desde la literatura, en la Generación Z, los centennials?

-Creo que un libro sigue siendo un objeto de interés y de curiosidad para los chicos, aunque de repente no tengan tan incorporada la práctica de la lectura en el sentido más convencional, de leer libros, fuera de la escuela.

Cuando una propuesta viene acompañada de un marco donde compartirlo, como en este caso podría ser el aula, con los profesores y los compañeros, la lectura creo que sigue generando interés aunque no estés acostumbrado a leer libros por la tuya. Ir a las escuelas también tenía que ver con charlar con los futuros lectores y generarles algún tipo de interés al contarles la manera en que se había pensado y hecho el libro, tanto el texto como las ilustraciones y el objeto mismo del libro.

A veces me invitan a escuelas secundarias porque algunas docentes proponen “Chicas muertas” para leer y les genera mucho interés. Aunque parezca de otra época, creo que todavía genera cierta curiosidad hablar con el autor de un libro, entonces considero que eso también puede ayudar a tener llegada. Y en este caso, que somos dos las autoras, poder demostrar que editar un libro no significa solo escribirlo.

-Como gran “denunciadora literaria” que sos, producto de haber puesto el foco sobre muchas cuestiones que parte de la sociedad y/o el poder prefieren tapar, ¿en algún momento dudaste en vincularte con una editorial oficial como es la provincial?

-Cuando Ferny (Kosiak, su director) me convocó para pensar en un libro para la editorial me entusiasmé enseguida, justamente porque es la editorial de la provincia.

Más allá de los gobiernos, de los partidos que nos gobiernan en determinados momentos, apuesto por el Estado, por las políticas públicas en cultura, en educación. Esto no quiere decir que apoye todas las decisiones de gobierno ni que haga la vista gorda con otras cuestiones.

Me parecía importante un libro que será distribuido en un 80 por ciento de las escuelas de la provincia. Me parece un proyecto que apoya el derecho a la lectura de les niñes entrerrianos (sic), acercarlos y acercarnos a escritores que estamos vivos y produciendo en este momento.

De todos modos, así como subrayo la importancia de este proyecto que contó enseguida con el entusiasmo y el aval del gobernador, también te digo que el gobierno de Entre Ríos debería atender a la salud de esos niños y frenar de una vez por todas, ocuparse de una vez y para siempre del tema de los agrotóxicos, que es escandaloso en la provincia y a nivel país: Entre Ríos es el sitio más contaminado de Argentina. No solo es tremendo el impacto en la ecología y en la salud de las personas, sino que no se puede creer que permitan fumigar a metros de escuelas rurales.

Entonces, así como esos gurises tienen derecho a la lectura, a la educación pública, también tienen derecho a la salud. Antes que nada tienen derecho a la salud y debemos preservar, por encima de todo, la salud de esos chicos.

-En un mundo cada vez más digitalizado, y con un proceso más acelerado aún en tiempos de crisis y cuarentena -que ha marcado el cierre definitivo de varios diarios y revistas en el mundo-, ¿cómo vislumbrás el futuro de la industria editorial y el libro en el soporte papel?

-La industria editorial está en crisis desde hace varios años en Argentina. Los últimos cuatro han sido terribles, no solo para las editoriales en particular: también han cerrado muchísimas librerías pequeñas y editoriales chicas. Hay una crisis muy seria y muy grave de la que venimos hablando quienes somos parte, de alguna manera, de la cadena del libro.

La verdad, es incierto decir si el libro como objeto en papel va a desaparecer, un fantasma que nos viene persiguiendo desde hace mucho más que estos últimos años de crisis que te decía. Fue algo que atacó muy rápidamente a la música, cuando dejaron de existir los discos. Sin embargo, hay algo en el libro que persiste: el lector sigue prefiriendo comprarlo en papel antes que el electrónico o el audiolibro.

Quizás sea cuestión de tiempo hasta que finalmente nos acostumbremos a esos nuevos soportes, pero lo cierto es que el libro en papel sigue resistiendo. Incluso, las primeras semanas de la cuarentena en que las librerías estuvieron cerradas, se vio un incremento en la compra de eBooks; pero cuando volvieron a abrir con el sistema de delivery, por lo menos en Buenos Aires, rápidamente la gente volvió a comprar libros, encargándolos y esperándolos en su casa.

Hay algo en torno al libro en papel que nos negamos a resignar, por lo menos los lectores más grandes. No sé qué pasará con los más jóvenes o con los niños cuando sean consumidores por su propia cuenta, pero hay algo en el libro en papel que sigue persistiendo. Soy optimista y creo que el libro todavía va a poder convivir un tiempo largo, como lo conocemos tradicionalmente, junto a los nuevos formatos.

-Como gran analista de la realidad que sos, sobre todo en lo humano, ¿hay algo para rescatar -una enseñanza, una lección, si se quiere- entre tanto miedo, enfermedad y muerte, causados por el Covid-19?

-Me han invitado a escribir sobre el tema y dije que no, porque me cuesta mucho hacerlo estando todavía inmersa dentro de la situación. Ojalá que sí, que por lo menos nos haga reflexionar acerca de qué estamos haciendo con la vida que hay a nuestro alrededor: el desmonte, el impacto ecológico terrible que provocamos, pero después no sé qué aprenderemos de esto.

La otra vez escuchaba una entrevista que le estaban haciendo en la radio al “Pepe” Mujica y dijo algo que me gustó mucho: que por qué no aprovechamos este tiempo de reclusión, de aislamiento, para conversar con nosotros mismos, con quien uno lleva adentro. De todos los consejos acerca de “lo bueno de aprovechar el tiempo para”, que me parece una cosa un poco absurda y por suerte ahora ya se calmó, eso me gustó.

Es un tiempo especial, ni siquiera un tiempo libre. Es libre, obligado. Entonces es normal que no podamos hacer las cosas que, en condiciones normales, desearíamos hacer cuando tenemos tiempo libre. Es mentira que es un tiempo libre, es un tiempo obligatoriamente libre, que en realidad de libre no tiene nada.

A quienes escribimos nos dicen: “Ay, ahora podés aprovechar y escribir una novela”. Y no, la verdad es que no estoy enfocada para escribir porque lo estoy en otras cosas y tampoco tengo mucho que decir del tema. Estaría bueno guardar un poco de silencio y, en todo caso, mirarnos un poco para adentro, ver quiénes somos y vamos a ser cuando podamos volver a salir, como un tiempo de meditación, quizás.

Pero no sé qué vamos a aprender de todo esto, si es que aprendemos algo. A veces, aún en las situaciones más adversas, los seres humanos no aprendemos nada. Ojalá que en este caso sí, pero no sé qué.

-Además de tus talleres y los ya clásicos “Apuntes en viaje” de Perfil, ¿qué es lo que se viene de Selva Almada post pandemia?

-Hace poco terminé una novela, que se llama “No es el río”, que venía escribiendo y abandonando desde hacía varios años.

Viene a cerrar mi trilogía de los varones. Así como las otras dos novelas, “El viento que arrasa” y “Ladrilleros", ésta también tiene personajes varones y está concentrada en los lazos de la masculinidad, lo varonil, las alianzas que se tejen entre varones.

Iba a salir este año, pero ahora con este asunto de la cuarentena, todavía no tengo fecha. Si no sale este año, saldrá el que viene.
Fuente: El Entre Ríos

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