Desde el campanario

Aguantar hasta que explote II

Me han dicho, y repetido hasta el cansancio, que hubo en un tiempo lejano, un escritor que con aire de docente más que de literato –aunque hay alguien que me podrá decir que todo literato que lo sea de verdad, es siempre un docente, porque de cada buen libro que se lee queda una experiencia aprovechable- que escribió que nunca segundas partes fueron buenas.

Algo que es una mentira más grande que una casa, porque no sé si alguno habrá que pueda dejar de coincidir conmigo en que la segunda parte del Martín Fierro, que viene a ser su Vuelta, es por lo menos tan mejor como la primera.

Y si es cierto lo que digo, porque en materia de libros opinar me resulta bravo, porque lo que dice leer no es lo mío, de allí que además de hacer un poco de picoteo a la Biblia, lo único que leo y releo y no me canso de hacerlo es precisamente el Martin Fierro y en especial los consejos del Viejo Vizcacha, siempre tan actuales, sobre todo en estos tiempos en que es tanta la demanda de palenques, que ya escasean de más, los que quedan libres para rascarse.

Es por eso que insisto en hablar de eso de que “aguantamos hasta que explote”, porque son muchas y no solo una las cosas que estamos aguantando y a punto de explotar, si de una vez por todas no las topamos de frente y con pecho duro y con la camisa abierta.

Viene por eso al caso, antes de que nos hagamos como es nuestra costumbre los olvidados y de esa manera sigan como siempre, que nos ocupemos de la “explosión de Messi!” No es que ni sepa ni diga si Leo estuvo bien o equivocado al explotar como lo hizo, ya que si sé poco de libros, de futbol se menos, por no decir que no sé nada. Con decirles que soy hincha de Chacarita, cuadro del que hace tiempo no oigo hablar y ni siquiera donde está ahora jugando, porque una vez cuando era un gurí chico, supe verme varias veces con un pibe porteño de visita en casa de su abuelo y me dijo que era “funebrero” y quedé encantado cómo se conocían entre ellos los hinchas de Chacarita, en tiempos idos esos que no se oía hablar ni de bosta, ni de gallináceos.

Pero que no sepa nada de futbol, y nada es lo que pueda opinar acerca de ese Messi explotado no impide tener la impresión, al escuchar que por lo que se dice en esta esquina en la que paro, que el futbol actual huele a “pescado podrido” desde la FIFA para abajo.

He escuchado cosas horribles, no solo se han mostrado enojados con un tal Tapia, al que lo he oído tan mal tratado, que me he callado la boca por miedo a que se la agarran también conmigo como una vez que mencioné, vaya mi ocurrencia, a Grondona, al que suponía fantásticamente piola. Y de partidos arreglados con ayuda de árbitros previamente lo propio, algo que tampoco entiendo bien, porque para mí es el caso que en cualquier partido del que se trate de hacer lo mejor para conseguir un ambiente agradablemente arreglado. ¿Es que se prefiere a los partidos arreglados y los jueces ídem, que sean los muchachos del tablón, los que manejen la cosa?

Ni contarles quiero la que se armó cuando alguien nombró a otro tal por cual apellidado Var, del que dijeron que hasta se volviera totalmente robotizado lo mejor no ni hablar de él, porque lo manejan unos tramposos. Raro en él que debe ser holandés, con un apellido recortado, porque no he conocido holandés que no sea desconfiado.

En conclusión, me quedé sin saber qué es lo mejor; que todo siga así, aunque huela mal, y yo rumbeando para otra parte, con el pecho desinflado y la camisa prendida, y que todos los que gustan del juego del balón redondo sigan aguantando todo, o que todo explote y que mejor que eso sea rápido.

Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa