Política, médica, feminista, periodista, docente y sobre todo, una activa luchadora por los derechos de las mujeres desde las primeras horas del siglo XX, su pensamiento y acción influyeron en la consagración del derecho al sufragio femenino desde su promulgación el 23 de septiembre de 1947 hasta la primera elección el 11 de noviembre de 1951.
Alicia Moreau de Justo nació el 11 de octubre de 1885 en Inglaterra, en el corazón de una familia comprometida con las ideas y acciones progresistas plasmadas en lo que fue la Comuna de París. En 1890, debido a la persecución política, la familia se exilió en la Argentina. Llegaron al país junto a esa primera ola inmigratoria procedente de Europa y se asentaron en Buenos Aires, donde pusieron una librería.
En su exuberante biografía se la ubica manifestándose en contra de la Segunda Guerra Mundial como pronunciándose en oposición a la última dictadura cívico militar argentina, y colaborando durante su vejez en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Alicia creció en el país de las injusticas, donde la mujer tenía un solo destino marcado: ser ama de casa, esposa y madre. El término “libertad” era una palabra referida a los hombres y su andar sin ataduras ni palabras que reprochen sus actos, ya que eran intocables.
Camino hacia la lucha social
Como mujer política se afilió al Partido Socialista, debatió cuerpo a cuerpo con los hombres de la época y encarnó las primeras batallas por el derecho al sufragio femenino. Fundó asociaciones feministas y organizó congresos, plenarios y asambleas para problematizar acerca de los derechos de la mujeres trabajadoras. Fue la segunda mujer en recibirse de médica en la Escuela Normal Nº 1 y se dedicó a la ginecología. Sus pacientes fueron aquellas a las que nadie quería atender: las mujeres de bajos recursos y las trabajadoras sexuales. Como periodista dirigió hasta 1960 el diario La Vanguardia, principal órgano difusor del Partido Socialista. También fue docente de grado y universitaria. Plasmó sus ideas en libros, manifiestos y, por sobre todo, en acciones.Fue alumna en el Colegio Normal N° 1 de la avenida Córdoba y se hizo fama de polemizar con los profesores. Con el que mantuvo interesantes contrapuntos en el despacho de la directora fue con Hipólito Yrigoyen, su profesor de Instrucción Cívica y Moral. Los derechos del individuo, el papel de la mujer en el matrimonio o la cuestión de los hijos eran temas de debate que el dirigente radical seguía con atención. Ese vínculo entre profesor y alumna se rompió tras la revolución de 1905 cuando ella le hizo saber que no comprendía cómo una asonada militar podía llevar adelante un cambio en el país.
En el "Congreso Internacional del Libre Pensamiento", celebrado el 20 de septiembre de 1906 se deslumbró con las ideas de Belén de Sárraga, una española republicana, anarquista y feminista. Causó impacto el discurso que una joven Alicia Moreau pronunció en ese congreso, al referirse a la educación: “La enseñanza debe impartirse con métodos científicos, basados en los conocimientos de la ciencia experimental”.
A partir de ese momento, inició una militancia en pos de esos derechos vedados a las mujeres. Con varias de ellas fundó el Centro Feminista y defendió a rajatabla la dignidad de la mujer y sus derechos como individuo. Hasta criticaba la costumbre del piropo: “A mi no me gustaba que me dijeran piropos, porque todos tienen un trasfondo sexual”. A veces se hacía acompañar en los viajes que hacía desde Floresta, donde vivía, al centro, para evitar cruzarse con esas situaciones. Cuando ingresó a Medicina, se alejó un poco de la política. Eran solo seis mujeres y tres de ellas lograrían obtener el título. Se recibió en 1914 con diploma de honor. Hizo las prácticas en el Hospital de Clínicas, donde se entraba por concurso de calificaciones. “Ahí conocí la resaca de la desgracia femenina”, dijo. Atendía a prostitutas casi en estado de abandono y comprobó que muchas de las enfermedades de los trabajadores eran producto de la miseria que sufrían por injustos regímenes laborales a los que eran sometidos. Cuando la invitaron a hablar en la Sociedad Luz, de Barracas, fundada por Juan B. Justo para la difusión de los más diversos conocimientos científicos, se acercó al movimiento obrero y al Partido Socialista por su programa, que incluía el sufragio universal para hombres y mujeres, el divorcio, una educación laica, gratuita y obligatoria, escuelas nocturnas para adultos, igualdad civil para ambos sexos y para los hijos ilegítimos y la abolición pena de muerte, entre otros puntos.
No tenía más de 20 años cuando ya comenzó a recorrer los barrios más humildes y visitaba los conventillos, donde se interesaba por los problemas de la gente. Hizo causa común con ello en la huelga de las escobas de 1907, cuando las mujeres salieron a la calle a protestar -los hombres trabajaban- por la suba de los alquileres.
Cuando se recibió de médica, abrió un consultorio en Esmeralda 983 y se especializó en enfermedades femeninas. El tema de su tesis fue “La función endócrina del ovario”. Entre 1917 y 1919 enseñó ciencias naturales, fisiología, anatomía y psicología en el Colegio Nacional dependiente de la Universidad Nacional de La Plata y además daba conferencias.
En 1906 participó en el "Congreso Internacional de Libre Pensamiento". Sería el comienzo de su militancia feminista. En aquella oportunidad presentó un trabajo titulado “Educación y revolución” sobre la educación en la Revolución Francesa, que le valió el reconocimiento de importantes figuras, entre ellas, José Ingenieros, Juan B. Justo, Margarita Ferrari, María Abella de Ramírez, Enrique del Valle Iberlucea y Enrique Dickman. Tras el éxito en el congreso, Alicia no tardó en ser convocada para dar cursos en la Sociedad Luz, una institución creada para promover la educación obrera. Allí Alicia enseñaba desde filosofía, astronomía o las teorías científicas hasta los efectos del consumo de alcohol, la trasmisión de enfermedades venéreas y la prevención y el tratamiento de la tuberculosis.
En 1910, la propia Moreau creó el "Ateneo Popular", un destacado centro de difusión de cultura que se proponía elevar intelectualmente a la clase obrera. Comenzó también a colaborar con el dirigente socialista Enrique del Valle Iberlucea, identificado con la «izquierda» partidaria, como redactora del periódico Humanidad Nueva.
Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, se puso al frente del movimiento pacifista, una bandera que sostuvo en alto a lo largo de su vida. En septiembre de 1939, al desatarse la segunda contienda que puso al mundo al borde del abismo, publicó un artículo en el que sostenía: “No basta combatir la guerra. Es necesario combatir las causas permanentes de la guerra: el aislamiento económico, que hambrea; el nacionalismo, que intoxica mentalmente a los pueblos; la diplomacia secreta, que los envuelve; el armamentismo, que los empobrece y los arrastra al conflicto, el endiosamiento de los conductores que los convierte en dóciles rebaños. No basta combatir la guerra. Es necesario unirse a todas las fuerzas que acercan y funden a los hombres, que mezclan las naciones y las lenguas, que aceleran la cooperación, que barren las fronteras; es necesario crear las formas políticas, que hagan imposibles el predominio individual o de clase; es necesario llegar, por fin, a hacer del pueblo el verdadero y único soberano. Esa será la conquista de la paz”.
El derecho adquirido
En 1919 participó como delegada en el "Congreso Internacional de Obreras", que se reunió en Washington, donde tomó contacto con las sufragistas norteamericanas. A su regreso fundó la "Unión Feminista Nacional" a la que adhirieron, entre otras, la poetisa Alfonsina Storni. Al año siguiente esta agrupación llevó adelante un impactante simulacro de votación en el marco de las elecciones legislativas del 9 de marzo de 1920. En 1921, la doctora Moreau se afilió al Partido Socialista y al año siguiente se casó con su líder histórico, el doctor Juan B. Justo, con quien tuvo tres hijos. Tras afiliarse al socialismo, se incorporó al Comité Ejecutivo, en el que tendría a su cargo la coordinación de las agrupaciones feministas socialistas. Su tarea fue fundamental para la obtención de los derechos de la mujer , que no incluyeron los cívicos en 1926. En 1928 Juan B. Justo murió de un síncope cardíaco, pero Alicia no bajó los brazos y siguió luchando infatigablemente, apoyando la candidatura de Nicolás Repetto a la vicepresidencia en plena década infame.En 1932, el socialismo presentó un proyecto en la Cámara de Diputados para establecer el sufragio femenino, pero fue rechazado por la amplia mayoría de los conservadores. Apoyó la causa republicana en la Guerra Civil Española, fue férrea opositora al gobierno de Juan Domingo Perón y fue una de las fundadoras de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. En su artículo “¿Qué es un partido político?”. Alicia hacía explícito uno de sus deseos más altruistas: “Queremos borrar la crueldad ancestral, los odios raciales y nacionales , para reemplazarlos por la bondad y la tolerancia, que son la base moral de la cooperación y del entendimiento dentro y por encima de las fronteras”.
En 1920 creó la Unión Feminista Nacional de Estados Unidos, donde había viajado para participar de un congreso de medicina. Moreau tomó el ejemplo de las sufragistas norteamericanas. En el país, contaría con un ejército de mujeres: Julieta Lanteri, la primera mujer sudamericana en votar, Sara Justo, María Teresa Basaldúa o Elvira Rawson de Dellepiane, una médica también activa promotora del feminismo en Argentina, fueron algunas de las tantas que trabajaron junto a ella. “La mujer argentina votará algún día”, señaló y agregó que “esto marcará una nueva e importantísima etapa en su evolución y será para bien del país y de la mujer misma”.
Eran tiempos en que las injusticias con los obreros, las mujeres que terminaban en el servicio doméstico y la ausencia de legislación que amparase a los inmigrantes estaban a la orden del día. Y la motivó a ingresar al Partido Socialista.
Fue muy amiga de Alfredo Palacios, a quien admiraba porque fue el primero en luchar contra la trata de blancas. En más de una oportunidad, elogió de ella “su energía, su talento y su tacto admirables Fue usted un timonel de mano firme, a la vez que un centinela avanzado en la lucha contra los tiranos, el privilegio y la corrupción”.
En los 30 defendió la educación pacificista de los jóvenes, cuando ascendían en Europa los regímenes totalitarios: “El fascismo es la regresión confesada y descarada hacia esas épocas más bárbaras de la humanidad”. Apoyó a los republicanos en la Guerra Civil Española. En 1935, el mismo año que Evita viajó a Europa, ella fue a representar a la Argentina en el Congreso Internacional Femenino en París. En octubre de 1947, cuando se promulgó el voto femenino, por el que tanto había luchado, dijo: “Qué bueno, aunque venga del gobierno peronista”.
No tuvo una convivencia pacífica durante el gobierno de Juan Perón: Moreau fue perseguida por su actividad. Luego del intento de golpe de Estado de septiembre de 1951, estuvo presa en la comisaría de la calle Julián Alvarez. Debió protegerse cuando apoyó la huelga de los obreros ferroviarios y sufrió cuando quemaron la Casa del Pueblo, sede del partido Socialista, en 1953.
Entre 1956 y 1962 dirigió el diario La Vanguardia, el que con tanto esfuerzo había fundado su esposo. También había dirigido la revista Humanidad Nueva. Publicó dos libros: "La mujer en la democracia" (1944) y "El socialismo según la definición de Juan B. Justo" (1946).
Fue homenajeada en múltiples ocasiones y participó de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y apoyó el reclamo de las Madres de Plaza de Mayo. Junto a Raúl Alfonsín fue la única que rechazó abiertamente la guerra de Malvinas y luchó por la unión del socialismo en el país.
Murió el 12 de mayo de 1986. Vivió para disfrutar de su elección como "Mujer del año", en 1984, y ser aclamada "Médica argentina del siglo". Alicia vió su nombre en la tinta de los diarios proclamándola como una líder social innata y en los cuadros, que conmemoraban sus acciones poderosas dentro de la lucha por los derechos.
Alicia no se tragó su disgusto, ella escupió en la cara de quiénes querían pisotear a las mujeres. Usó sus manos y su corazón, para ayudar a cada una de ellas, que no tenían voz en este mundo de desigualdades. Alicia habitó en el mundo de las injusticias; supo correr, supo caminar entre las espinas, supo esquivar el fuego moralista y finalmente, plantó varias semillas que han crecido y otras que aún falta regar.