Cuando el ciruelo vecino florecía en agosto, era una fiesta mirarlo. Después íbamos adivinando los frutos, hasta que lograban una rotunda redondez morada. Nunca supimos cómo sabían. Tal vez un poco por todo eso, las ciruelas están entre las frutas que prefiero, sobre todo aquellas ovaladas que se empolvaban en celeste y la pulpa era de un verde que se tornaba cobre alrededor del carozo, y tal vez por eso recuerdo el poema que transcribo; y que, ocasionalmente repito, algunos amaneceres de verano.
"Esto es solo para decir
que me he comido
las ciruelas
que estaban
en el refrigerador
y que
probablemente
guardabas
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías".
El autor de este poema es William Carlos William (1883-1963), un poeta norteamericano, y también médico de familia, durante muchísimos años, en una ciudad de New Jersey. Era hijo de padre inglés criado en Santo Domingo y madre puertorriqueña de origen francés. Hasta su adolescencia su idioma fue el español. Formó parte del movimiento poético llamado “imaginismo” (inglés-norteamericano) que se destacaba por un lenguaje claro y preciso y la exactitud de las imágenes, sin moralejas, sin explicaciones, directamente vinculado a un objeto. También escribió una novela en verso, en cuatro volúmenes: "Paterson", donde describe la ciudad, en que ejerciera cómo médico durante décadas. Sobre esta novela hay una película del mismo nombre, dirigida por Jim Jarmush, que fue un éxito.
También nos dijo:
“Es difícil sacar noticias de los poemas a pesar de los hombres muertos miserablemente cada día por falta de lo que en ellos se encuentra”.
Se lo considera uno de los grandes poetas norteamericanos.