El de hoy va a ser un rumiar de los que resultan siempre inacabados. En el sentido de que por ahí parecen apagados, aunque nunca acabados, hasta que de nuevo de ellos comienzan silenciosos a brotar casi invisibles espirales de humo, para terminar más que escuchando, el quemarse de las llamas crepitando.
No voy a repetir aquello tan escuchado acerca de que hay vicios y profesiones viciosas, casi tan viejas como los primeros hombres. Es que no soy, como ustedes ya lo habrán notado, amigo de meterme en honduras, sino pasando por encima de ellas como surfeando. O quedar de lo más pancho haciendo la plancha, que es la mejor forma de poder contemplar el cielo y el paso de las nubes con la cabeza calma y los ojos viendo sin mirar nada.
Aunque como lo habrá advertido, en mis últimas presentaciones públicas, las que espero sigan siendo de su agrado, me he vuelto menos chacotón, no sé si más reflexivo, porque una persona como yo que se las pasa pensando no puede ser de una forma diferente, pero por lo menos me he vuelto más cuidadoso en cuestión de puntuaciones, haciendo un esfuerzo mayúsculo por desacelerar la velocidad de marcha del caudal de pensamientos, que me brota sin parar de la cabeza, hasta llegar un momento en que me parece que me estuviera por volver loco.
Aunque debo reconocer que hay momentos en que hasta llego a pensar que me gustaría estar un poco loco, presten atención a lo que digo, loco pero solo un poco. Algo que está clarísimo porque en este mundo de hoy, que no puede considerarse el mundo de Dios, porque no es que sea cierto que Dios haya muerto, como se le ha ocurrido afirmar, según dicen, a un filósofo amigo de decir disparates; lo peor del caso es que antes lo había pensado creyendo el pobre iluso como si fueran verdades, que un genio como el que soy, es capaz de descubrir; en el mundo de hoy solo los locos son lo suficientemente locos como para decir la verdad. Cierto es que hasta no hace de esto mucho tiempo, se colocaba junto a los locos a los niños, como amigos que son de la verdad. Y ahora hasta los niños hay que mirarlos con cuidadosa atención. No porque desde chiquitos ya se hayan vuelto mentirosos. Sino porque de tanto confraternizar, como le dicen, con los padres, que más que padres se presentan como amigos, y con esa clase de amistad tan peligrosa que existe hoy en día en la que, al no haber reserva no hay respeto, y se cuentan hasta las vergüenzas que han dejado de ser vergüenzas, los más chicos se dan cuenta desde el vamos no más, que es común que también la gente grande, los mayores como antes se decía y no los mayorcitos que eran poco más que chicos grandes ( eso sí muy serios y formales), no digo que se la pasen mintiendo, pero por lo menos sí de vez en cuando, en un santiamén se despachan con un incierto juicio entremezclado con otras cosas ciertas.
No sé si soy un poco loco, como quisiera serlo, según acabo de explicarlo, pero además de pensar mucho, una cosa que tengo y que valoro más que el pensamiento, es el procurar en todo momento y lugar comportarme con respeto.
Y es por eso que pido disculpas por preguntar si a alguien antes que a mí no se le habría ocurrido preguntarse por qué en la actualidad hay tantos chicos ya mayorcitos, adolescentes o casi, púberes como antes les decían, que se vuelven mayores enseguida, porque la niñez acaba muy rápido.
En medio de tanto cambio climático, ya que un día salen de su casa y no vuelven a la hora en que se los está esperando y que debieran estar de vuelta; aunque de eso mucho no se sabe porque nunca está muy claro.
Y entones se pone a llorar la madre y contagia a los abuelos, mientras que los hermanos abandonan los jueguitos, el padre se muestra muy callado, aparecen los vecinos, llegan los hermanos y publican fotos del ido en todas partes, y casi siempre se da vuelta la taba. El chico o la chica aparece, o llama de algún lado y todo se vuelve una fiesta.
Lo que me lleva a dos cosas. Una casi sin importancia, una curiosidad chiquita, de esa que es del gusto de la gente metida, cual es saber cómo reaccionan de verdad cuando ven al hijo/a pródigo de vuelta. La otra, más peliaguda, ya que pienso que hacen muy bien los padres en preocuparse por donde están los hijos en estos tiempos que a cualquiera le puede pasar cualquier cosa, aunque de todas manera con la ignorancia de soltero por vocación, en esta época de la comunicación instantánea, no estaría demás que busquen la manera de estar siempre conectados.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)