¿Está caro o está barato el dólar? Es un tema que debaten los economistas, las cámaras industriales, y que es incluso tema de conversación entre amigos que discuten si Argentina está cara o barata en dólares.
Una primera aproximación a la respuesta puede encontrarse en la página del Banco Central (BCRA), que tiene una larga historia de su Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM). El último dato, de octubre de 2024, da un valor de 84,49, bastante superior al valor de salida de la Convertibilidad (69,22 en diciembre de 2001), muy inferior al de diciembre de 2023 (124,88), y parecido al valor del ITCRM durante la segunda mitad de 2017, desde el que saltó más o menos 50% cuando se cortó el chorro de financiamiento externo para el país.
A aquel valor de 2017 se había llegado con un mercado libre de cambios, alimentado por el flujo financiero externo. La contracara era un déficit de cuenta corriente que oscilaba alrededor de 5% del PBI y un déficit fiscal que el Tesoro financiaba con la emisión de bonos en el extranjero. Hoy hay cepo, superávit fiscal (que hace bajar la deuda externa) y superávit de cuenta corriente (que permite al BCRA acumular reservas). En 2017, cuando el chorro financiero se cortó, el mercado ajustó por precio. No es lo mismo.
¿Es el comercio exterior una medida para saber si el dólar está caro o barato? Las estadísticas del INDEC hasta septiembre deberían traer calma. Si bien el saldo comercial de ese mes fue el menor desde enero, sigue muy por encima del de un año atrás, y estuvo afectado por la remoción del impuesto PAIS anunciada un mes antes, que retrasó importaciones en agosto, cuando el saldo comercial resultó inusualmente alto.
¿Pueden los indicios provenir del turismo? En la calle se ven menos turistas, en tanto que las estadísticas de Aeropuertos Argentina 2000 sugieren que los argentinos viajan más al extranjero. Pero el concepto “viajes y otros pagos con tarjeta” del balance cambiario del BCRA no muestra un cambio significativo, y el saldo negativo sigue en alrededor de un tercio de los casi US$1.700 millones por mes de fines de 2017.
¿El BCRA estará comprando menos dólares a estos precios? Un par de meses atrás parecía que sí, pero, a partir de la segunda mitad de septiembre y blanqueo mediante, la autoridad monetaria es compradora neta de dólares que engrosan sus reservas.
No caben dudas respecto de que hay bienes que parecen caros, medidos en dólares, y servicios que parecen baratos. Pero parece tener más que ver con factores sectoriales que con el nivel del tipo de cambio. El gobierno insiste con que no hay una devaluación en sus planes, y con que la competitividad se gana con una baja de impuestos y no con un salto del tipo de cambio que empobrezca a la población. Es una hermosa promesa, cuyo éxito no está garantizado. El encarecimiento (en dólares) de los bienes locales podría afectar la balanza comercial antes de que se puedan bajar los impuestos. No lo sabemos.
Que la inflación se mantenga por encima del 2% de crawling peg (la tasa de devaluación administrada) hace que mes a mes el peso se haga más caro frente al dólar (y más aún contra el Real brasileño, que se ha desplomado). El Gobierno sabe que el mercado cambiario libre es preferible, y va eliminando algunas restricciones: acortó los plazos para pagar importaciones y relajó varias restricciones para operar en el mercado de contado con liquidación, sin provocar temblor alguno en el mercado paralelo, gracias al cepo.
Con la brecha entre el oficial y el paralelo en 20%, el dólar “blend” de exportación parece ser el próximo objetivo: la diferencia entre ese blend y el dólar oficial está en apenas 4%. No parece un costo alto a la luz del beneficio potencial que tendría eliminar esa distorsión: el BCRA podría comprar ese 20% que hoy se va por otro canal (a riesgo de que suba el dólar paralelo).
Las curvas de dólar futuro sugieren que el mercado financiero apuesta por que no habrá modificaciones en las reglas cambiarias hasta las elecciones de 2025. Pero los movimientos del Gobierno permiten pensar de otra manera. Ningún acto de gobierno está exento de riesgos, pues cada decisión generará una reacción. En el balance simplificado del mercado financiero, sólo existe la reacción cambiaria. En el balance amplio de la economía, ni las inversiones vinculadas al RIGI, ni el ordenamiento del flujo de capital hacia los sectores más dinámicos y competitivos, ni la inclusión de Argentina en los índices financieros globales ocurrirán sin un mercado libre de cambios. El Gobierno lo sabe. No debe descartarse un nuevo esquema cambiario antes de lo que el mercado financiero imagina.
Fuente: El Entre Ríos