A propósito del 15º aniversario de la inauguración de la primera planta de celulosa, el diario Clarín editorializó sobre el impacto de la resistencia a la instalación de la firma finlandesa.
“Una historia para entender rápido y fácil por qué estamos como estamos”, reza el título de una nota de opinión firmada por el editor general del “gran diario argentino”, Ricardo Roa.
Además de relativizar la contaminación de UPM sobre el río Uruguay, plantea que el conflicto frenó inversiones en Argentina, en contraste con la vecina República Oriental del Uruguay.
A continuación, el artículo completo:
Todos sabemos muy bien cómo estamos. Menos sabemos muy bien por qué estamos como estamos. Esta es una de las tantas historias que ayudan a entender fácil y rápido. La historia de otra oportunidad perdida.
Hace quince años, en noviembre de 2007, Uruguay inauguraba su primera planta de celulosa, la hoy UPM de Fray Bentos. Ahí, donde el río Uruguay pega una curva cerrada. Enfrente está nuestra Gualeguaychú.
Con Uruguay compartimos una zona ideal para la industria forestal. El eucaliptus crece muy rápido en terrenos difíciles o imposibles para los cultivos y nos sobran agua y sol. Después de Brasil, Argentina es el país con más potencial pero dinamitó su potencial cuando lanzó una ridícula guerra contra los uruguayos por una falsa defensa del medio ambiente que escaló a defensa de la soberanía.
No hace mucha falta recordar cómo, con notable entusiasmo, piqueteamos puentes años y años. Del 2005 al 2010. Insistimos en 2013. Los piqueteros de Gualeguaychú se habían convencido de que vendría un Apocalipsis ecológico. Los uruguayos habían decidido envenenarse y envenenarnos.
Era casi una cuestión de fe y a falta de pruebas, se radicalizaron. Como si fuera un territorio libre, decidían quién y cuándo podía cruzar el puente. Ya nadie habla de Botnia desde que se comprobó que la contaminación no era tal. Pero esos días convocaban multitudes sobre el puente. Kirchner proclamó a los piquetes una causa nacional. Alimentó el absurdo hasta niveles peligrosos. El fanatismo nacionalista siempre es peligroso. Jefes militares le plantearon al presidente Vázquez estudiar una guerra de guerrillas contra la Argentina. Temían algo así como una invasión. Y Uruguay pidió un poco secreto socorro militar a EE.UU. Por las dudas.
Crónica sumaria del delirio: mediación del rey de España, fallo de la Haya contra la Argentina que Cristina, ya presidente, interpretó como que “Nos dieron la razón”. Informes técnicos convertidos en secreto de Estado. Fortunas que el Estado despilfarró en asesores y estudios de abogados en Nueva York y hasta gestiones de Lula y de Chávez. De pronto, hasta una supuesta abuela-bomba se iba a inmolar en Botnia, le “informó” a The Washington Post el esposo de Romina Picolotti. Picolotti era la joven abogada de los piqueteros. Alberto Fernández la encumbró acá como secretaria de Medio Ambiente. El año pasado fue condenada por corrupción.
Papelón internacional y de cabotaje. Entonces y después. La pastera iba a recontaminar el río Uruguay. Resultó lo contrario: nosotros contaminamos más. Y también iba a destruir el turismo. Falso: Gualeguaychú informó que el último fin de semana largo, el segundo de octubre, tuvo “una ocupación plena”.
Semejante ruido como el que produjo Botnia tuvo que tener una fuerte razón oculta. Por alguna, que cualquiera puede razonar o intuir, la empresa prefirió radicarse en Uruguay. ¿Por qué no aquí? Seremos hipócritas: porque en Uruguay son inversión friendly.
Botnia siguió y terminó en la finlandesa UPM. Empezó produciendo un millón de toneladas de pasta. Ya va por 1,3 millón. La UPM de Paso de los Toros producirá en marzo que viene 2,1 millones. Y Montes del Plata, enfrente, por Colonia, 1,4 millones. Total: unos 4,7 millones de toneladas. Uruguay es, proporcionalmente a su población, principal exportador mundial. Se calcula que cada millón de pasta demanda inversiones, nada más que en esta parte de la industria, por algo así como 1,2 mil millones de dólares.
¿Está claro? No. Falta más. Las pasteras generan trabajo directo pero muchísimo más indirecto. Y contribuyen con su producción de electricidad. Demandan caminos, puertos... ¿No serán estas cosas verdadera soberanía? Uruguay no está sólo con esto de la celulosa. Los que estamos solos somos nosotros. Un dato: en 1960 había en la región sólo dos países productores de celulosa. Nosotros con 70 t y Brasil con 286 mil. Uruguay, cero.
Sesenta años después: Argentina, 880 mil; Brasil, 21 millones; Chile, 5,1 millones y Uruguay 2,7. ¿No era que el papel estaba muerto por las pantallas? El de diario se usa cada vez menos pero el de packaging se usa cada vez más. Para 2024, las proyecciones dicen: nosotros, igual, que es ir bien para atrás; Brasil, 23,3 millones. Chile, 5,4. Uruguay, 4,8.
Ahí no termina el cangrejeo. Ahora nos toca cangrejear con Paraguay. Acaban de lanzar Paracel para asociarse a la gran región pastera. Piensan en 1,8 millón de toneladas. Sobre el río Paraguay, otro que llega al Plata. ¿Monto de la inversión paraguayo-extranjera? 4.4 mil millones. La mayor de la historia paraguaya.
Ni hablemos de Brasil. El grupo Suzano planea la planta que se llamara Cerrado, la mais grande do mundo, a inaugurarse en 2024: 2,3 millones de toneladas. Y tras la más grande del mundo vendrá la mais grande do Brasil en Mato Grosso do Sul, 2,5 millones año.
Las nuevas plantas ya no son más sólo de celulosa sino biorefinerías que producen múltiples bioproductos como la nanocelulosa, que reemplaza metales, biotextiles basados en celulosa y los llamados de química verde, renovables.
La Argentina ha quedado afuera de toda esta innovación. No inversión alguna en el sector. Pero, eso sí, quién nos quita lo perdido. ¿Por qué lo que anda como anda, que en este caso es andar bien, es el campo? Porque el gobierno no tiene (todavía) estancias. Pero no nos descuidemos. Ya vemos qué es lo que hace donde se mete.