“La cosa más extraordinaria en el mundo es un hombre ordinario y una mujer ordinaria y sus niños ordinarios”, escribió alguna vez G. K. Chesterton, el escritor inglés tan admirado por Jorge Luis Borges, en una provocadora defensa de la familia.
Me acordé especialmente de esta mirada chestertoniana, capaz de asombrarse y fascinarse ante lo cotidiano, al adentrarme en un terreno poco conocido: las denominadas “familias de abrigo”. Son padres como cualquier otro padre; sus hijos “de abrigo” son hijos como los demás, o, al menos, eso parece… Juntos, esos padres y esos hijos, protagonizan historias cargadas de humanidad, de gestos que contagian, que invitan a renovar la fe y la esperanza, que desafían la coraza individualista que nos aísla del destino de los demás.
Si pudiéramos “desarmar” a las familias de abrigo, cual sofisticado aparato cuyo funcionamiento resulta un enigma indescifrable, tal vez descubriríamos que el combustible que usan no es otro que el “amor”, por más que suene sensiblera tal definición. ¿Cómo explicar eso de recibir en tu hogar a una niña o niño de cuyo pasado nada sabes, abrazando sin imponer condiciones lo que está y lo que es; cambiando pañales a cualquier hora; dando de comer; saliendo al médico corriendo si hiciera falta; procurando poner límites desde el afecto; durmiendo a medias con los ojos entreabiertos, vigilantes, por si algo le ocurriera; donando tiempo al juego y a la socialización; acariciando; abrazando y, como si todo esto no fuera ya suficiente, aceptando desde un comienzo que a esa misteriosa criatura a la que sentirás “propia”, con la que te encariñarás hasta percibirla como indispensable, de un día para el otro, se la llevarán?... Si es cierto que el verdadero amor NO es “posesivo”, he aquí un caso concreto.
¿Qué son las “familias de abrigo” en Entre Ríos?, ¿por qué y para qué existen?, ¿qué las moviliza?, ¿son suficientes para la cantidad de chicos que están necesitando ser “abrigados”?, ¿qué requisitos hay que reunir para convertirse en una de ellas?, ¿en qué se diferencian de la adopción? Demasiadas preguntas, tal vez. Pero vale la pena intentarlo. Y, sobre todo, vale mirar con atención la experiencia de quienes ya se animaron. El Entre Ríos contactó a Hugo y Nora; Exequiel y Analía; y Silvia y Ana.
Una hermosa tarea
Algo salta a primera vista: a quienes se han animado a intentarlo les ha hecho mucho bien la experiencia, tal vez porque aplica al caso esa máxima tan paradójica: dando, se recibe.“Lo que les diría a las familias que quieran intentarlo –dice Nora- es que es una hermosa tarea. Que recibimos muuucho más de lo que damos. Verlos crecer, sonreír, jugar, dormir tranquilos, es muy lindo. Saber que les estamos dando una oportunidad de una vida mejor. Cada progreso de ellos nos llena el corazón. Son niños que han llegado a éste mundo con tantas dificultades siendo tan chiquititos y nosotros podemos ayudarlos. Les diría que no tengan miedo. Es amar generosamente, ensanchar el corazón para hacer un lugarcito para ese niñito que necesita que lo abracen, que lo mimen y lo cuiden hasta que lleguen los papás que los amen mucho”.
En Entre Ríos, un año atrás había apenas una decena de “familias de abrigo” inscriptas, admitieron desde el COPNAF (Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia). Pero ese bajo número se duplicó en los últimos meses, a la par que se multiplicaron las consultas.
“No es que aparece un bebé y cualquier vecino dice ‘yo lo voy a cuidar’”
“El programa de familias de abrigo en Entre Ríos prevé que reciban a niños de 0 a 2 años que temporariamente es necesario apartarlos de su familia de origen por algún motivo excepcional”, explicó a El Entre Ríos la Directora de Protección Integral de las Infancias del COPNAF, Ruth Pennachini.“Se tienen que inscribir en un registro para poder acceder a cuidar a un bebé. No es que aparece un bebé y cualquier vecino dice ‘yo lo voy a cuidar’. No funciona así. Hay que inscribirse en un registro”, explicó Pennachini.
Enseguida, se preocupó por diferenciar “familias de abrigo” de aquellas que buscan adoptar. Son dos cosas muy distintas e, incluso, “incompatibles”. “Es muy importante entender o distinguir familias de abrigo de lo que sería una familia que pretende adoptar. Uno de los requisitos para ser familia de abrigo pasa por no estar inscriptos en el registro de adoptantes (registro de aspirantes a guarda con fines adoptivos, se denomina)”, aclaró Pennachini.
“Que no tengan que ir a un hogar de menores”
“Nosotros nos enteramos por un flyer en un grupo de la parroquia y lo que nos motivó a cuidar a estos bebés fue el hecho de que ellos no tengan que ir a un hogar de menores”, cuentan Silvia y Ana, dos hermanas concordienses.Antes de arrimarse al COPNAF, antes de anotarse, de presentar algunos papeles y cumplir con ciertos requisitos, hace falta una “decisión”. O sea, es indispensable que los interesados en ser familias de abrigo hayan madurado una determinación, cuyas motivaciones podrán ser diferentes, personalísimas, pero todas confluyen en un mismo punto: la firme convicción de atreverse a hacerse cargo del cuidado de personitas que aún no conocen, pase lo que pase, sean como sean.
A veces, detrás de esa decisión de convertirse en “familias de abrigo” hay historias personales que subyacen, cual raíces invisibles del árbol. “La idea surgió por no haber tenido padres nosotras desde chicos. Nos mueve el sentimiento de cuidar a otra persona para que no tenga que estar tan desprotegida. La experiencia de cuidar los seis chicos que pasaron, nenas y nenes, cada uno fue particular, cada uno fue diferente, pero con cada uno aprendimos algo diferente, se daba una enseñanza siempre”, resaltaron Ana y Silvia.
“Devolver un poco de lo mucho recibido
Hugo y Nora, un matrimonio con hijos ya grandes y varios nietos, llevan años en el programa. ¿Por qué lo hacen? “A los dos nos gustan mucho los gurises y sabemos lo importante que es el cuidado, la buena alimentación y, especialmente, el afecto y la estimulación para que un niñito crezca bien. Hemos visto el daño, a veces irreparable, que hace el descuido, el abandono, el desamor en los niños. Aún más si crece en un ambiente hostil donde hay alcohol o droga. Es también una manera de agradecer a Dios por nuestra familia que, con dificultades y tropiezos, hemos formado. Es devolver un poco de lo mucho recibido”, confiesan.Analía y Exequiel, quienes junto a sus dos hijos biológicos aún chicos se abrieron a la apasionante experiencia de ser familia de abrigo, dieron el paso, movidos por similares razones. “Como motivación interna estaba este pensamiento, esta sensación del aporte que, como familia constituida digamos así, podríamos aportar a un chiquito que estaba en una situación un poco precaria”, resumió Exequiel, después de admitir que fue Analía la de la idea inicial. “Siempre fue una inquietud que yo tuve, incluso desde muy joven. Después se lo fui transmitiendo a Exequiel”, recordó ella.
Los requisitos para ser “familia de abrigo”
En cuanto a los “requisitos”, los testimonios de las diferentes familias que han pasado o aún forman parte del programa coinciden en que no son nada del otro mundo, aunque, obvio, hay que cumplirlos. “Lo primero que tuvimos fue una entrevista con la psicóloga y la trabajadora social que en ese momento estaban a cargo del programa y nos comentaron de qué se trataba, que recibían niños menores de dos años hasta que su situación se regularice, ya sea con su familia biológica o su situación judicial, para que no estén en instituciones”, recordó Analía. “Nos pidieron algunas cosas que, la verdad, no me acuerdo mucho, pero, por ejemplo, recibos de sueldo para saber que nos solventábamos cada uno con nuestras cosas. Nos pidieron certificado de buena conducta, el certificado de antecedentes penales. Y un detalle muy importante: que para estar inscripto dentro del programa Familias de Abrigo, no teníamos que estar inscriptos en el registro de adoptantes”, repasó.La experiencia de Analía y Exequiel involucró también a sus propios hijos, que pasaron a tener “hermanos/as” de abrigo. Para quienes lo intenten desde una situación parecida, ellos recomiendan: “Cuando uno ve fotos, historias, siempre se entusiasma. Pero lo primero es charlarlo como familia. Depende de la edad que tengan los hijos, pero hay que hacerlos partícipes, porque esto es, diríamos, un apostolado familiar”, enfatizó Analía.
“Hubo una convocatoria para conocer qué es Familia de Abrigo y ahí fuimos”, recuerdan Hugo y Nora. “Mandamos un correo y enseguida nos respondieron para que fuéramos a una entrevista a COPNAF con una psicóloga y una abogada. Nos explicaron que para ser F.A. no debíamos estar inscritos en el RUAER, nos pidieron una declaración jurada de nuestros ingresos. Nos hicieron muchas preguntas sobre nuestra familia, si nuestros hijos sabían de esta decisión. Después hubo una segunda entrevista, pero en nuestra casa. Pedimos prestado moisés, cuna, coche y corralito”.
Por qué los recibos de sueldo o la declaración de ingresos
La declaración jurada de ingresos a la que aluden Hugo y Nora o los recibos de sueldo que le pidieron a Analía y Exequiel tienen explicación. “Ser familia de abrigo demanda un compromiso integral asumiendo el cuidado aún en lo económico”, sinceró Ruth Pennachini. “La familia tiene que demostrar que puede sostener esa convivencia en lo material. De alguna manera tiene que poder acreditar que tiene ingresos propios. Igualmente –aclaró-, el COPNAF brinda una ayuda económica mensual que equivale al 60% del salario mínimo vital y móvil. Y nos ha pasado también en muchas situaciones puntuales, donde un niño necesita un estudio especial o una leche especial, que el organismo se hace cargo de eso también”.¿Y qué pasa si el niño enferma o necesita ser revisado por un profesional de la salud? ¿Quién afronta los costos? “Los niños no cuentan con obra social, pero en caso de problemas de salud complejos, que no los cubre el Hospital, el COPNAF se hace cargo de los gastos. Nos depositan todos los meses una suma que alcanza bastante bien gastos de pañales, alimentos, etc. La ropita: un poco nos regalan o prestan familiares y amigos y otro poco compramos nosotros”, valoraron Hugo y Nora.
Aún sin proponérselo, las familias de abrigo contagian solidaridad
En efecto, cual piedra que se arroja al agua y genera ondas que se expanden más y más, las “familias de abrigo”, aún sin proponérselo, contagian solidaridad en parientes y amigos.Analía le asigna a ese respaldo un papel crucial: “esto que nosotros decidimos hacer se da gracias a una red de contención que nos ayuda también a nosotros, desde nuestras familias ampliadas que colaboraron con el cuidado. Con el primer bebé que tuvimos, se dio una situación: es alérgico a la proteína de la leche de vaca y no podía tomar la leche en polvo común. Teníamos que comprar una leche que en ese momento salía fortunas y mucha gente que ni siquiera nos conocían a nosotros o al pequeño nos regalaban latas de leche o nos mandaban plata para que compremos la leche. Lo mismo que el pediatra de nuestros hijos, que atendía a los niños sin ningún tipo de cobro extra. Y un sostén fundamental fue la niñera, porque la mañana la pasan con ella, pero también recibimos apoyo de nuestras madres, de nuestros hermanos, en el cuidado, en el sostén también de nosotros”.
“Fue increíble la solidaridad que recibimos –cuentan Ana y Silvia- tanto de familiares como amigos, compañeros de trabajo que brindaron lo que tenían de sus hijos, los cochecitos, huevitos, moisés, los cambiadores, un montón de ropa y de la familia es increíble el afecto que brindaron. Nuestros sobrinos los consideraban primos”.
Esa “red solidaria” que se va tejiendo incluye también al sistema de salud. “Hay que tener una consideración especial con la cantidad de profesionales que nos ayudaron desde el hospital Masvernat y una mención especial al pediatra que elegimos para el cuidado de estos niños, que fue quien nos dio apoyo e importantes recomendaciones”, remarcan las hermanas.
La “partida” anunciada
Las familias de abrigo conocen de antemano las “reglas”. En especial una: la transitoriedad. Esa criatura a su cuidado, en un lapso más o menos corto, partirá. Aunque los tiempos, obvio, sean mucho más prolongados, la paternidad, bien entendida, también implica cuidar, ayudar a crecer, para que finalmente se vayan a hacer “su vida”.“Cuando llega el momento de despedir a ese nenito o nenita nos cuesta pero no es doloroso. Estamos preparados para ese momento y nos fortalece la fe en Dios. Sabemos que ese día va a llegar. Rezamos mucho pidiendo que ese destino sea lo mejor para ellos. Los extrañamos, por supuesto, pero no es un sufrimiento porque, hasta ahora, hemos tenido la suerte de seguir en contacto con ellos y sabemos que están bien, son amados y felices”, confiesa Nora.
Analía y Exequiel admiten: “cuando recibimos los niños, sabemos que es por un tiempo. Desconocemos exactamente cuánto, pueden ser 3, 6, 9 meses, pero sabemos que va a haber una despedida. Al primero lo recibimos cuando tenía 4 días. No es que nos costó más, pero sabíamos que no íbamos a seguir teniendo contacto con él, porque él volvió a su familia biológica. Supimos 3 meses después que estaba bien, pero de ahí en más no tuvimos más novedad. Costó un poco más en ese sentido. Con la segunda niña que cuidamos fue diferente, porque ella después fue a otra familia de abrigo, nosotros seguimos teniendo contacto, venía a casa algunos fines de semana, y ahora que está con su familia seguimos teniendo novedades de ella, fotos, videos y llamadas y bueno. Eso nos da la tranquilidad de saber cómo está y de todo lo que habíamos pedido por ella y deseado para su vida”.
Silvia y Ana describen con nitidez lo sucedido ante cada partida: “Se los extraña mucho, son difíciles esos días después de haberse ocupado 24 horas en ellos y hay un silencio en la casa, un vacío, falta algo, pero saber que uno hizo algo porque ellos estén mejor…”
Sugerencias al “sistema”
“Hasta el día de hoy nos intriga saber cuándo evalúan los profesionales a las familias que vamos a ingresar, qué consideraciones tienen al hacer las entrevistas previas. Y como sugerencia: que el programa Familias de Abrigo pueda tener más seguimiento en los chicos que egresan, para seguir ocupándose de que se cumplan los derechos del niño. Y pedirle que, sobre todo cuando tiene que actuar la justicia, que las familias de abrigo sean más escuchadas, que lo que tengan para decir sea tenido en consideración”, pidieron Silvia y Ana.Analía lamentó cierta lentitud en el funcionamiento del sistema. Lo expresó con especial cuidado: “La celeridad no es tanta como uno quisiera. A mí era algo que me costaba mucho. Exequiel tiene más paciencia, pero es algo que me costaba mucho que por ahí no respondan rápido, que no contesten las situaciones rápido, que se dilate todo”.
Esa percepción de que faltaría mayor agilidad, parece agudizarse cuando interviene la Justicia. “Muchas cosas dependen del sistema, un sistema judicial que por ahí no es tan ágil como a uno le gustaría o como uno piensa y los pasos son muchos, sobre todo para resolver situaciones que tengan que ver con la parte más judicial principalmente”, insistió Analía.
Los plazos del “abrigo”
En principio, cuando la Justicia adopta una medida de “protección excepcional” separando al pequeño de su familia y confiándolo a una “familia de abrigo”, lo hace por el término de 90 días.“Ese es el primer compromiso que hace la familia que asume el cuidado de un bebé, de un niño pequeño, saber que va a ser por 90 días en principio. Después, la ley prevé que esa medida, si no se pudieron modificar las causas que le dieron origen, pueda prorrogarse por 90 días más. Una vez transcurridos esos 180 días (6 meses), por lo general se tiene que definir la situación de ese niño, de esa niña”, explicó Ruth Pennachini.
¿Y si no puede volver a su casa? “Comienza un proceso mediante el cual el juez debería declarar, o por lo menos el organismo así lo solicita al magistrado, la situación de adoptabilidad de ese niño. Es decir, que el juez diga ‘este nene ya está en condiciones de ser adoptado, de buscar una familia adoptiva’”, explicó Pennachini.
Mientras tanto, la mayoría de las “familias de abrigo” hacen el “aguante”. “Hay muchos casos en que, en todo ese proceso, la familia de abrigo decide seguir acompañando los cuidados de ese bebé. El equipo lo va manejando con la familia. Están las que están dispuestas a seguir; hay otras que prefieren cortar ese cuidado y que el niño pueda ser alojado en otra familia o en residencias, de ser necesario. El equipo va acompañando y viendo, para también cuidar a la familia, no solo al niño. Es como un proceso conjunto y hay un equipo que acompaña a la familia para ir viendo cuál es la mejor opción para todos”, resaltó la funcionaria del COPNAF.
“Son muy pocas familias de abrigo para las necesidades que van apareciendo”
Ruth Pennachini explicó por qué es tan importante que crezca el número de “familias de abrigo” inscriptas y disponibles.“En general, tratamos de que siempre que haya situaciones de bebés pequeños para cuidar, si hay familia de abrigo disponible, que vaya a una familia antes que a una residencia. Sabemos que un bebé muy pequeño, un bebé recién nacido, es constitutivo de su personalidad y de su psiquismo y de su salud mental e integral, hasta física y hasta de su supervivencia, el establecer lazo afectivo fuerte y un vínculo con una persona. Ese vínculo, que originariamente sería el vínculo materno, tiene que haber alguien que lo suplante. La diferencia con una residencia es que ahí hay recambio de personal cada ocho horas, que en un mismo turno tenés más de una persona, el bebé que va cambiando de brazos y, la verdad, no es lo más saludable para un bebé muy pequeño”.
Pennachini reforzó el concepto: “Como organismo, entendemos que la institucionalización de los niños, de las niñas y de los adolescentes, no es lo ideal; es lo necesario en ciertas situaciones y circunstancias excepcionales. Está comprobado y hay estadísticas que los cuidados dentro de una familia siempre van a ser infinitamente mejores y más saludables que dentro de una institución”.
Desde el COPNAF –explicó-, “estamos tratando de darle difusión al Programa Familias de Abrigo, de hacerlo conocido en la provincia, porque en general la gente no sabe que esto existe, y nosotros nos encontramos con eso cuando llegamos, que la gente no sabe que esto existe”.
“Entramos y había alrededor de nueve, diez familias inscriptas en el registro, bajísimo el número”, recordó. Y se mostró esperanzada por las señales de cambio: “hoy, a través de las campañas de difusión que hemos hecho, hemos tenido casi 60 consultas, se han dado de alta unas cuantas familias más. Hoy estamos al doble de familias cuidando niños en comparación con el momento en que entramos. Siguen siendo muy pocas, siguen siendo muy pocas para los niños que nosotros tenemos y para las necesidades que van apareciendo en el territorio de toda la provincia”, concluyó.
Fuente: El Entre Ríos