Como era previsible, el escándalo nacional del “Vacunatorio Vip” terminó por salpicar hacia el interior del país, y la política entrerriana no salió indemne. Versiones de toda clase, rumores, listas de dudoso origen subidas a las redes, dirigentes nombrados que desmintieron haber sido vacunados, otros que guardan un enigmático silencio, escraches, más escraches, son algunos de los ingredientes de un menú tan indigesto como decadente.
En el gabinete provincial nadie saldrá a decirlo en público, pero en privado el primer enojo apunta al gobierno nacional por el modo en que ha manejado esta “crisis”. Convengamos que no es nada sencillo convencer a la gente de que acá las cosas se han hecho bien, mientras el presidente define muy suelto de cuerpo que saltarse la fila no es delito…
¿Se han hecho bien? Este jueves por la mañana, El Entre Ríos solicitó verbalmente al gobierno entrerriano la lista del “personal estratégico” vacunado. El pedido partió de una suposición: la mejor manera de calmar el mar encrespado de las presuntas fake news es un acto fuerte y decidido de transparencia. “Aquí están, estos son los vacunados, no hay nada que esconder, tenemos nuestras razones”, podría ser el mensaje implícito de tal gesto.
La respuesta al pedido fue negativa. ¿Por qué? Palabras más, palabras menos, la principal razón pasa por no exponer a los vacunados al “escarnio” público, potenciado desde algunos sectores de la política.
En un diálogo tan cortés como respetuoso, admitimos que las reacciones de algunos podían ser destempladas y dañinas, pero hicimos notar que el temido “escarnio” ya se estaba produciendo igualmente por la divulgación de listas “no oficiales”, con el agravante de que, al ser tal vez inexactas, podían incluir a personas que jamás recibieron dosis alguna contra el Coronavirus.
A última hora de hoy, el gobierno provincial decidió que al menos debía salir a revelar que todo el gabinete fue vacunado, más un "grupo de personas" en contacto permanente con las máximas autoridades provinciales. Se ve que, con el paso de las horas, el hermetismo no se pudo sostener.
Hay una especie de relación inversamente proporcional entre la transparencia informativa y la proliferación de rumores que desinforman. O sea, cuanto menos precisiones oficiales se brinden sobre cualquier asunto –y más aún si es sensible-, mayor será el terreno liberado para que se diga de todo y se entremezclen verdad y fantasía.
El asunto se vuelve aún más complejo en tiempos en que reina la más absoluta desconfianza en todo lo institucional. En este contexto, la información oficial, la originada en fuentes institucionales, también está sospechada y puede que se le crea menos que al anónimo posteo de un troll en las redes. Más aún si esa difusión oficial llega a destiempo, para intentar aclarar lo que ya se ha vuelto más oscuro que un pantano de tierra negra entrerriana.
La desconfianza puede ser más destructiva que el peor de los virus, por su poder para erosionar las relaciones sociales. ¿Cómo reconstruirla? ¿Servirá mantener oficialmente en reserva lo que se ventila distorsionado por canales informales? ¿O acaso se prefiere dejar que todo sea rumor de dudoso origen antes que tener que confirmar algunos nombres que no se sabe explicar muy bien por qué fueron vacunados?
Fuente: El Entre Ríos