No sé si saben que me han invitado a participar en una Conferencia de la Asociación Internacional de Patafísica, con grandes posibilidades que se me proponga ocupar un sillón en esa corporación, como miembro de número irracional. Y que ocuparé el sillón con una placa de bronce con el nombre de Alfredo Jarry, que es el señor que primero lo ocupó, y que según me han informado fue el que puso los fundamentos de esa ciencia que no es ciencia, dado lo cual no sé si la invitación debe tomarse como un honor, o como una indicación de menosprecio.
Es que Jerry, según me aclaran era ya un patafísico aunque sin saberlo, cuando escribió una obra de teatro titulada Ubú Rey, de la que en verdad lo único que sé es que las primeras palabras del libreto son “merde, dijo el padre Ubú”, porque allí fue donde dejé de leer y cerré el libro con fuerza capaz de provocar un chasquido de esos que imita a los estampidos, que fue lo que verdaderamente ocurrió. Porque a mí, no sé si les conté alguna vez, yo el mismísimo ser que habla de tantas cosas, y que de muchas más si no fuera por mis esfuerzos para reprimir todos lo que escucho dentro de mi cabeza y que habla también de mí, que ser así, quedaría desnudada mi falta de humildad, que es una de las pocas virtudes que me toca adquirir… respiro.
Sigo diciéndoles que no me gustó esa palabra inmemorable con la que empieza Ubú su parlamento, porque no solo soy bien hablado, sino que me disgustan de sobremanera las groserías, más cuando son verdaderas cochinadas.
Pero embalado como estaba, me he olvidado de aclararles que existe coincidencia plena en el mundo donde se mueven las mentes más elevadas que la patafísica es “la ciencia de lo inútil cuando no de lo absurdo”.
Jarry siempre tan claro, aunque a veces tan procaz, venía a decir lo mismo aunque de una manera más sencilla cuando señalaba que la patafísica es la ciencia de las?soluciones imaginarias, la ciencia de lo particular; que estudia las leyes que rigen las excepciones; aquel universo suplementario al nuestro; algo así como lo que ve Alicia al otro lado del espejo, aunque a veces mucho más próximo.
Luego de lo cual llegué a la conclusión que debía sentirme orgulloso de que me honrasen de esa manera, porque miradas bien las cosas a la patafísica la llevamos incorporada al ser nacional.
Basta mirar a nuestro alrededor para comprobar hasta qué punto nos gusta perder el tiempo conversando de cosas inútiles, mientras se nos quema el rancho, y cómo nos empeñamos en arribar a conclusiones absurdas, de esas que cuesta comprender que no llevan a ninguna parte.
Y si para muestra basta un botón, es cuestión de mirar el bolonqui que se ha armado por el apagón del domingo, que ayudó a que seamos más conocidos en el mundo entero, que por ser la Patria de grandes entre los grandes que saben quiénes son y que no quieren cansarlos con su repetición. A raíz de lo cual nadie puede dejar de darse cuenta que se ha encendido una pequeñísima fogatita, que todo patafísico que se precie de ser tal no puede dejar de alimentar.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)