“La habilidad argumentativa y probatoria del fiscal Alejandro Perroud lograron armar el rompecabezas del cuadro y conducir al jurado a esa conclusión más allá de toda duda razonable. El juez Rubén Chaia le impondrá prisión perpetua”.
En su página oficial, la Asociación Argentina de Juicios por Jurados transcribió fragmentos del juicio que finalizó este martes, haciendo especial hincapié en el trabajo realizado desde Fiscalía.
“Es que hubo testigos, circunstancias, mensajes, empleos del teléfono de Gisela luego de asesinada y las propias acciones desplegadas por su expareja, Heraldo Martirena, que condujeron la investigación de los fiscales Alejandro Perroud y Micaela Di Pretoro a apuntalar las sospechas de que se trató de un asesinato, con el hombre como principal sospechoso”, señalan.
Apertura: “Absuelvan al acusado por el principio de la duda”
En la apertura del juicio, el fiscal Perroud alegó que se estaba ante la historia de un violento que terminó con un ciclo de violencia cuando asesinó a su ex pareja Gisela Grispi en el baño de la casa de Rufino 1080 de Colón. Fue un proceso que empezó con discusiones, gritos, luego con insultos y agresiones que llevaron al femicidio. Mientras fueron pareja hubo hechos violentos que llevaron a que Gisela lo denunciara. La justicia ordenó una perimetral: se le prohibió acercarse a Gisela. Poco le importó. Fue y estuvo hasta el otro día; permaneció en la vivienda con la mujer muerta en el baño casi 22 horas, lo que consta en imágenes de cámaras y por testigos."Estamos ante un caso que bien podría llamarse ‘Crónica de una muerte anunciada’. En tiempos de Ni una Menos, Gisela fue Una Más", sostuvo.
En sentido contrario, el defensor Ostolaza aseguró: “Sabemos de qué murió y no fue por violencia. No existieron elementos que demuestren que hubo violencia física, ni tampoco evidencias de lucha o violencia en el interior de la casa. Acá no hay un homicidio y de ninguna manera estará probado”.
"A Martirena no le encontraron nada que lo relacionara con este suceso lamentable. Le pido al jurado estar atento al desarrollo del debate y que absuelvan al acusado por el principio de la duda".
Final: la herencia de Gisela
Recogiendo el argumento del abogado defensor durante la apertura, en su alegato de clausura el fiscal Perroud utilizó como estrategia una representación:“Si se fijaron bien, al principio de mi alegato yo tenía un lápiz en la mano. Es éste: (quebrado en dos). Era un lápiz que estaba sano, lo tuve en mi mano mientras hablaba con ustedes. ¿Se dieron cuenta? Sí, por supuesto. Pero luego me lo puse en el bolsillo, y allí estuvo todo el tiempo hablándoles a ustedes”.
“Este caso es igual. A todos nos gustaría tener cámaras, filmadoras o testigos directos que nos cuenten qué pasó adentro de esa casa. Pero no hay. Sin embargo, las pruebas de indicios que sí existen los guiarán a esta conclusión cuando los unan”.
Para continuar, apeló a una anécdota personal: "Les voy a contar algo. Yo nunca tuve trato con Gisela pero durante algún tiempo fuimos vecinos. La veía pasar siempre con sus vestidos de colores y sus faldas estampadas, de la mano de su pequeña hija”.
“Cuando Martirena mató a su mamá, esa nenita de 8 años, prometió que cuando fuera grande iba a ser detective. Quién sabe qué va a ser cuando sea grande; por ahora le va bien en la escuela y toca el trombón en una banda de su barrio”.
“Pero Gisela le dejó a ella y a su hermano una herencia muy grande. Porque Gisela escribió un testamento. Ustedes lo vieron acá, en el juicio. Capaz que no lo notaron, porque no es un testamento ante escribano público, un testamento como los habituales. Estaba escrito con lápiz labial, en el espejo del mismo baño donde fue asesinada”.
“Es este: Yo soy – Yo quiero – Yo puedo”.
Les pido que cuando pasen al plural recuerden esa frase en plural:
USTEDES SON: Hoy los representantes del Pueblo
USTEDES QUIEREN: Una sociedad libre de violencias hacia las mujeres y hacia todas las personas en general. Porque Gisela era mujer, hermana, madre, hija, pero antes que todo eso era una PERSONA.
USTEDES PUEDEN: Hacer algo al respecto, hoy, ahora con su veredicto.
“Yo les pido que declaren culpable a Rubén Heraldo Martirena por el delito de Homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género". Tras casi dos horas de deliberación, este fue el veredicto.
Un celular que despertó sospechas
Los hechos que derivaron en el juicio fueron descriptos de la siguiente manera:Todo empezó cuando un vecino de Gisela, que era una mujer vital, hippie, artesana, instructora de yoga y de reiki, madre de un joven de 17 y una niña de 8, amante del arte y la música, entró a su casa de calle Rufino Mir 80 y la encontró muerta en el baño de la planta alta de su departamento. Llevaba así varios días.
Fue su mamá la que le pidió al vecino que entrara. Su madre vive en Buenos Aires, trataba de comunicarse con ella y no lo lograba. Entonces, le pidió a un vecino que fuera a ver qué ocurría, y ese hombre se encontró con la escena. La falta de certezas sobre la causa del fallecimiento presumía una “muerte natural”.
Pero algo no cerraba del todo. La extensión de cabello que solía usar estaba arrancada, junto a su pie. Y su celular siguió activo luego de muerta. ¿Cómo podía ser? Varios testimonios y el análisis de las llamadas y mensajes recibidos por allegados a la mujer de 39 años despertaron las sospechas sobre su ex pareja Martirena.
La autopsia y los estudios de anatomía patológica no permitieron determinar la causa de la muerte, por el estado en que estaba el cuerpo. Apenas tenía un pequeño infiltrado hemático en el cráneo, que pudo ser producto de un golpe.
Dos meses antes, había denunciado a su pareja Rubén Heraldo Martirena, de 39, (changarín rural) por violencia de género. El juzgado de Familia le había puesto una perimetral.
Sin embargo, la tarde del viernes 20 de noviembre llegó a la casa de Gisela. Esa noche una vecina escuchó gritos, eran frecuentes. Las huellas de Martierna quedaron en una botella de cerveza y en la puerta de la entrada, e intentó hacer creer que la víctima se había suicidado, dejando una nota en la que pedía que cuiden a sus hijos.
Se comprobó en el juicio que no fue escrita por Gisela, y el imputado se negó a hacer cuerpo de escritura. El hombre se fue en un remis al día siguiente, sábado, a las 15 hs. Se llevó el celular de la víctima, y en los días siguientes lo manipuló haciéndose pasar por ella, con el propósito de demorar el hallazgo del cuerpo.
Aunque los errores de redacción y ortografía eran tan notorios que pronto los allegados de “Ginna” comenzaron a sospechar, hasta que su madre, que vive en Buenos Aires, dio aviso a la policía y así descubrieron que estaba muerta.
Martirena se contactó con varias amigas de Gisela durante ese fin de semana, con propuestas sexuales. Hasta el mismo día en que se halló el cuerpo. Cuando supo que finalmente se había descubierto el cuerpo y escuchó la noticia en la radio, se fue de la casa de sus padres, en el campo, y estuvo desaparecido toda la noche. “Si vienen los milicos no les digan que estuve acá”, le pidió a la madre. “Estoy hasta las manos”, le dijo a un primo, a quien antes le había pedido “no vayas a contar nada de lo que te confesé”.
Fue detenido a primera hora de la mañana y su hermana entregó a la policía el celular de él y el de Gisela. Llegó al juicio preso, desde ese día.
En el juicio se demostró que Gisela sufría violencia de género por parte de Martirena, que más de una vez la había golpeado.
Y los médicos, no descartaron, a pesar de la autopsia, que hubiera sido víctima de una muerte violenta.
Gisela había concurrido semanas antes al Hospital porque sentía un dolor en el pecho. La médica que la atendió le hizo un electro, que estaba normal, y dijo que lo que tenía era “condritis”, un dolor en el esternón producto de la angustia que sentía porque extrañaba a su hija, pero descartó que tuviera alguna otra patología.
Se probó que el imputado estuvo 22 horas en la casa, la mayor parte del tiempo con ella ya fallecida. Se mostraron las imágenes del vehículo que lo llevó y del remís que lo buscó al día siguiente, lo que además fue corroborado por los propios testigos.
Fuente: Asociación Argentina de Juicios por Jurados / EER