El Gobierno goza más del favor popular que del mercado financiero. Con el énfasis puesto sobre el ajuste fiscal, a la economía le está costando salir de la recesión, pero la popularidad se sostiene. El equipo económico parece apostar a que la caída de la inflación se consolide, que por ese motivo el nivel de ingresos se recupere y el consumo aumente. Si bien esta es una secuencia posible, por ahora parece más un deseo que un escenario cuya probabilidad de éxito sea alta. Por ahora, sin embargo, la gente parece confiar en que vale la pena aguantar el mal trago.
El motivo por el cual a los economistas más experimentados les cuesta creer en una recuperación sostenida reside en la persistencia del cepo cambiario. Levantarlo parece haber quedado postergado, porque no hay la suficiente cantidad de dólares en el Banco Central como para evitar que una corrida contra el peso desbande lo conseguido en materia fiscal y monetaria, y en materia de inflación. Y, a partir de ello, en materia de popularidad presidencial.
Que no haya dólares suficientes se debe a que, con el mercado, la cosa anda menos fluida que con la gente. Los esfuerzos del equipo económico y de los equipos de difusión del Gobierno por demostrar que el cambio va en serio no parecen calar demasiado hondo en los mercados financieros, a los que parece costarles creer el cuento. Las cotizaciones de los papeles de la deuda externa siguen en paridades que impiden suponer que sea posible renovar los vencimientos a medida que vayan cayendo. Tampoco parece muy conmovido el Fondo Monetario Internacional, para el cual los logros en materia fiscal y monetaria parecerían ser menos relevantes que las dudas que le genera la política cambiaria. Conseguir dinero fresco del FMI se ve difícil, y el escenario más favorable parece ser el de lograr renegociar las fechas de los pagos venideros.
Para salir del cepo sin correr grandes riesgos de volver a la inestabilidad parece necesario contar con un colchón de reservas que el Banco Central no parece capaz de construir a partir del superávit comercial. Como tantas veces a lo largo de nuestra historia, nos faltan dólares. Sin el mercado de capitales ni el FMI para proporcionarlos, y con el RIGI como un factor que sólo los proveerá en forma gradual, las esperanzas parecen ahora provenir del régimen de regularización de activos (el blanqueo). De ahí que se ofrezcan condiciones tan favorables para quienes se acojan al mismo.
Se estima que los argentinos tienen unos US$ 400.000 millones en activos en el exterior. Esta cifra incluye activos declarados y no declarados. El blanqueo es gratis para quienes ingresen menos de USD 100.000, y podría serlo para quienes, habiendo ingresado más, los mantengan en una cuenta bancaria especial, o en activos financieros argentinos, hasta diciembre de 2025. Condiciones tan blandas sugieren que el objetivo primordial del blanqueo no es recaudar más, sino hacer que los dólares entren al sistema, dinamicen la economía y, con suerte, engrosen las arcas del BCRA.
El atractivo del régimen, sin embargo, deberá sortear el mal sabor que dejó el blanqueo de 2016, cuando unas 250.000 personas regularizaron casi US$ 117.000 millones, con promesas de que las alícuotas del impuesto a los Bienes Personales seguirían bajas (eran 0,25% en 2018) y de que el país transitaba un círculo virtuoso. Muchos argentinos, convencidos, compraron bonos soberanos para reducir su carga impositiva. Lo que siguió fue de terror: la alícuota del impuesto pasó a 2,25% en 2019, se creo el Aporte Solidario Extraordinario en 2021, y se entró en default con los bonos. Recuerdos que será difícil omitir al momento de decidir qué hacer con la nueva oferta de blanquear que lanzó el Gobierno.
Los favores del nuevo régimen colisionan con el mal recuerdo del blanqueo anterior. Es improbable que el blanqueo, por sí solo, alcance para dinamizar la economía, pero el ingreso de dólares puede abrir la puerta para que haya más dólares en la economía, para que el BCRA logre aumentar sus reservas, y para que, eventualmente, se pueda salir del cepo. Cada día parece que esa es la condición necesaria para salir de la recesión.
Fuente: El Entre Ríos