Concordia

La escuela que abraza a los pájaros

No es casual que la Primaria 78 eligiera llamarse "Brazos abiertos". Aún no tiene edificio pero sí lo esencial: Docentes que abrazan a niños del barrio Los Pájaros de Concordia, hambrientos de pan y de afecto. Por Osvaldo Bodean.

Es un mediodía primaveral. Los chicos se aprestan a formar para arriar la bandera y despedirse hasta mañana. Mejor dicho, hasta pasado mañana, porque un paro partirá la semana en dos.

Andrés (*) ingresa a la dirección: menos de un metro de altura, piel morena, ojos vivaces. Viste un buzo oscuro con capucha, que tiene bordado en el pecho el escudo de la Asociación del Fútbol Argentino.

Griselda Pereyra, Directora de la escuela entrerriana número 78 "Brazos Abiertos", lo mira con ternura.

<b>- ¿Qué te dije hoy a vos?</b>

- Que todos me quieren.

<b>- ¿De qué no tienes que olvidarte? Que la seño. . .</b>

- . . . ¡me quiere!

<b>- ¡Mucho te queremos! ¿Y vos, nos querés?</b>

- Sí.

Andrés habla más por los ojos que por su boca. Y sus ojos no mienten.

"La mamá es como que los está rechazando, como que los dejó. Y él trae todo ese odio, esa bronca, ese rencor. En los recreos, no pueden pasar cerca de él que les tiene que pegar", explica <b>Mirta Villalba</b>, una maestra oriunda de General Mosconi, Salta, que por esas cosas del destino cambió a sus alumnos de pueblos originarios, <b>chulupíes, guaraníes y tobas</b>, allá en la frontera con Bolivia, por los gurises entrerrianos del barrio Los Pájaros, uno de los más nuevos y pobres de Concordia.

"La semana pasada -contó la salteña- una maestra se acercó a Andrés y le preguntó por qué estaba así, tan violento, justo en la fiestita por el día de los estudiantes, y él dijo que quiere que lo odien. ¡¿Cómo vas a querer que te odiemos si nosotros te queremos?!, le dijo la maestra. 'Es que mi mamá me odia y entonces yo quiero que todos me odien, por eso les pego a todos', contestó".

<h5>"Le dije a Dios: 'por algo me pusiste acá'"</h5>

A Griselda, la Directora, le dicen "Teia". Es delgada y usa unos anteojos de armazón oscura y un pañuelo de tonalidades rojizas.

"Yo trabajé 22 años en Osvaldo Magnasco y si no tomaba esta escuela nunca iba a conocer o a descubrir la realidad de Concordia, esta realidad", confiesa. Para que quede claro, agrega: "Yo pensé que mis alumnos de Magnasco eran humildes y les conseguíamos cosas. Cuando vine acá, concluí que los de Magnasco, en comparación, son ricos en muchas cosas, si bien hay problemas también. <b>Acá conocí la pobreza. Acá conocí y sigo conociendo y descubriendo la falta de todo".</b>

<b>- ¿Has llegado a pensar en renunciar?</b>

- No. Después de tener allá una escuela donde tenía una dirección, estufa, un ventilador, computadora, tenía todo, cuando yo tomo el cargo y me trae la supervisora, me paré en el medio del patio y dije ¿qué hago acá? Y después lo miré desde la parte humana. Yo confío mucho en Dios y le dije a Dios "por algo me pusiste acá".

Tal vez por eso, porque siente que tiene una misión por cumplir, la directora no se lamenta. Dedica gran parte de su tiempo a dos objetivos claros: Conseguir que la escuela tenga un edificio propio y brindar contención a los chicos. "No podemos llevar lo pedagógico como desearíamos, que sería lo principal, porque tenemos que ocuparnos de la parte humana de los chicos", explica.

Teia había estado hablando una hora antes con Andrés.

"Yo lo tomé de las manitos y le dije 'vení que no te voy a retar, te voy a decir algo lindo. ¿Vos sabías que yo te quiero un montón? ¿Vos sabías que te queremos, la seño Belén, yo, todos? Yo quiero que no te olvides nunca que la seño Teia, que es la directora de la escuela, te ama y te quiere un montón y todas las seños te queremos y a veces te retamos porque te portás mal, porque no tenés que hacer lo que hacés'. Y se le llenaron de lágrimas los ojos y le dije de nuevo 'te queremos un montón'. Le dije que si él ve en su barrio, en Los Pájaros, chicos que se están drogando, que están tomando vino, cerveza, que él no lo haga. 'Veo eso siempre', me contestó. Y yo le dije 'vos no lo hagas. Seguí estudiando, que vos sos un excelente alumno'".

<h5>El soñado edificio propio</h5>

La Escuela 78 Brazos Abiertos -originariamente de Personal Único aunque luego, por el incremento de la matrícula, se nombró a varios docentes más- fue creada en 2014, con el propósito de que hubiera bancos disponibles para los niños de las familias que habían sido erradicadas de zonas inundadas y llevadas a un paraje desolado, por entonces sin luz, ni agua potable, ni cloaca.

Con respeto, cuidando de no ofender, Griselda sugiere algo que tal vez suene a obviedad: <b>"Cuando se crea un barrio, también hay que crear una escuela.</b> ¿Van a hacer un barrio? Una escuela también", insiste.

Lo dice porque la 78 aún no tiene edificio. Funciona en instalaciones que cedió la iglesia Nueva Vida en Boulevard Yuquerí al fondo, en una elevación del terreno desde donde es posible ver un gran descampado tapizado de basura, con caballos pastando y, más allá, una casillas extremadamente precarias, hechas de retazos de madera y nylon, íconos de la más absoluta pobreza.

Casilla de madera cerca de la Escuela 78

Griselda Pereyra valora y agradece el préstamo, a la par que deja en claro cuán urgente resulta que los niños tengan una escuela digna: "Estar en las condiciones en que estamos me duele mucho".

Alcanza con mirar alrededor para entender por qué lo dice. Sólo dos aulas tienen mobiliario. Las restantes, sólo tablones. No hay muro perimetral ni nada que los proteja de los frecuentes robos y tiroteos. Las docentes no cuentan con baño propio y los sanitarios de los chicos son precarios.

El baño, con la puerta partida

"Yo no tengo una bandería política", aclara. "Me doy con todos. Adonde puedo pedir, adonde puedo gestionar lo que necesito, voy, para el bien de la escuela. Griselda Di Lello -la Directora Departamental de Educación- conoce la escuela, me ayuda un montón, tengo mucho apoyo. Arquitectura en este momento nos está ayudando. Después de que fui a Paraná con un grupo de directores, también el ministro me ha llamado por intermedio de la subsecretaria, pero no ven la realidad, cómo estamos nosotros. Esto que usted ve acá es Dirección, depósito, es todo", me dice, invitándome a observar su entorno, atestado de cosas.

Griselda, en la Dirección - Depósito

"Acá llegan las madres y me dicen 'mi hijo iba a la escuela Normal, o a la escuela 9 o a la 6. Por favor, necesito un banco'. Y yo le contesto '¿y dónde quiere que lo siente?' Para primero y segundo grado, tengo mesas y sillas que nos consiguió en su tiempo Saúl Dri, en 2014. En los otros cursos son tablones con bancos. <b>Le digo a esa mamá 'Si yo le inscribo a su hijo y lo tengo que sentar en el suelo, ¿a usted le va a gustar?'".</b>

"Para el edificio propio se consiguió el terreno. Nosotros con las docentes ya hicimos la presentación de la escuela que queremos", dice Teia.

Desde la Departamental de Escuelas de Concordia, tramitan para que el edificio de la 78 sea levantado por Nación.

<b>"El gobierno nacional va a construir entre 12 y 14 unidades educativas en Entre Ríos, de las cuales 6 están destinadas al Departamento Concordia. Cabe la posibilidad de que el nuevo edificio de la Escuela 78 salga por este plan de Nación.</b> Se mandó toda la documentación. Había ahí una situación para aclarar desde lo dominial a nivel provincia y destrabando eso, se daría lugar al pedido", explicó a El Entre Ríos la Profesora Griselda Di Lello.

<h5>El hambre más urgente</h5>

Pero más urgente e indispensable que levantar paredes resulta saciar el hambre de pan y de afecto de los niños.

Como si se mimetizaran con el nombre de su barrio, los alumnos de la 78 se asemejan a inocentes pajaritos, aún pichones, muchos de ellos hambrientos y desguarnecidos.

<b>"Chicos que vienen con hambre, todos los días.</b> Adelanté el horario y vamos a tomar la leche más temprano; que los chicos entren, nos saludamos, y nos vamos a tomar la leche. Hace dos semanas, un nene vomita y era agua, agua y más agua. Y le pregunto '¿qué comiste?' No había desayunado nada y en la cena tampoco. Le dimos la leche y pensamos que le podía hacer mal pero la asimiló bien. Estas cosas te parten el alma".

"Tenemos mamás golpeadas, drogadas, que vienen y nos cuentan. Yo las hago entrar en confianza para que me cuenten y de ese modo entender mejor a sus hijos".

"Juan (*), en primer grado, notamos que sufre de muchos problemas en su casa. Empezamos a hablar con la docente, con la mamá, para ver qué está pasando. Y empezamos a intervenir. El chico hoy cambió".

"Yo hablo con la mamá, con la docente y hacemos un cambio. <b>Nosotros cambiamos primero para que el chico cambie</b> y, entre nosotras, las docentes, tenemos que estar unidas en esto, porque si no, no seguimos adelante".

"Se hace lo que se puede. Hemos tenido chicos que llegaron de otras escuelas para sexto grado y no sabían leer".

<h5>Educar bajo amenaza</h5>

Una de las ventanas

Las maestras de la 78 han tenido que acostumbrarse a montar verdaderos "operativos comando", tanto al llegar como al salir de la escuela, para acompañarse y evitar los robos. La idea es evitar que una docente sola sea blanco fácil de los ladrones que visitan la escuela casi a diario.

<b>"Los inodoros los robaron un montón de veces"</b>, cuenta Teia.

"Cuando se juntan chicos que están fumando, Brian, el chico de la Iglesia que nos ayuda un montón, les dice por favor que se vayan, que es una escuela. Los baños están abiertos, cualquiera puede venir y entrar. Por eso, cuando un chico va durante la hora de clases, la maestra nos avisa y hacemos un operativo para acompañarlo".

"Fui a la Comisaría Séptima y pedí si podía venir alguien de la policía a acompañarnos. Me dijeron que era imposible porque no tienen efectivos, están todos ocupados".

Un episodio reciente acrecentó el temor del personal de la escuela:

"Me iba a departamental y me llama el ordenanza y me pregunta si yo ya me había ido. Le respondí que aún estaba en la esquina, esperando el colectivo. Me contó que recién había sacado a un muchacho, que quizá se iba a robar las canillas del baño, y lo amenazó que iba a volver con un revólver. Llamé a la policía, vino, se fueron a declarar el ordenanza y el cocinero. El muchacho volvió, amenazó, vino la policía de nuevo, pero no pasa nada, porque acá no hay un cerramiento perimetral".

<h5>Corazones que educan</h5>

La Escuela 78 educa.

Aún sin edificio propio, jaqueada por las necesidades apremiantes de sus alumnos, desprovista de las mínimas condiciones de seguridad, cumple con su misión, gracias a su personal, que no se rinde, y, por sobre todas las cosas, <b>abraza, contiene, guía, educa</b>.

Bien puede decirse que la escuela vive en los "Brazos Abiertos" de sus docentes, ordenanzas y cocineros, a quienes, en señal de gratitud, es justo nombrar, uno por uno:

En el nivel inicial: Andrea Luna, Yamila Torales y Antonella Hildebrandt.

En los grados: Sonia Luna, Julieta Gómez, Belén Carmarán, Marcelo Romero, Pamela Castro.

En Educación Física: Adrián Fracalossi y Ricardo Pisacco.

En Educación Tecnológica: Sabrina Kolln y Ayelén López.

Maestra Orientadora Integradora: Paola Pagani.

Ordenanza: Fabián Palavecino.

Cocineros: Jorge Toledo, Maira Galván, José Ponce y Susana Fernández.

Auxiliar Administrativa: Mirta Villalba.

Directora: Griselda Pereyra.

(*) Los nombres de los niños han sido cambiados para preservar su intimidad.

El equipo de cocina



Fuente: El Entre Ríos