¿Fue realmente un escándalo lo que ocurrió con los alimentos que estaban almacenados en lugar de ser repartidos a quienes los necesitaban? ¿O fue un error que los medios y la oposición aprovechó para armar un escándalo?
Hay una realidad concreta: la cantidad de “curros” que ha destapado la ministro Sandra Pettovello en apenas seis meses de gestión es preocupante. No debe sorprender, ante tales destapes, que los afectados, que hasta ser descubiertos pelechaban con el delito, a costa de los más necesitados, hayan encontrado un hueco para contraatacar. Es una forma que, al menos por un tiempo, puede resultar eficaz para desviar la atención de allí donde debería ser puesta, porque si hay algo que queda explícito en el “escándalo” es que hay una gran cantidad de dirigentes involucrados en asuntos turbios, directamente o como aprovechadores secundarios.
Es probable, como se sugiere en la pregunta inicial, que el problema se origine en un error de gestión, sin dudas menos grave que los actos de corrupción precedentes. Queda para la Justicia determinar si algunos actos de corrupción persisten. Es un error que podría derivar de la dificultad para sostener el superávit fiscal sin incurrir en costos asociados. El fin loable de la austeridad deriva, en ocasiones, en precios mayores para el Estado, o para el sector privado, que aquellos en los que se hubiera programado mejor los gastos.
El error con la comida almacenada es realmente menor en comparación con el menos publicitado, pero más grave, problema con la provisión de gas, causado por algo tan banal como la falta de pago de un embarque. El crédito argentino, está visto, sigue en la cuerda floja, pero el Gobierno no parece haberse dado cuenta, y por esa falta de previsión incurrió en otro error.
Esta semana, la UOCRA se quejó por la paralización de más de 3.000 obras en todo el país. Entre ellas, el Carem (Central Argentina de Elementos Modulares), una central nuclear que podría alcanzar los 100MW de potencia y resultar importante en el pico de demanda del verano, y, sobre todo, las obras vinculadas con la capacidad de transporte de gas natural: la ampliación del Gasoducto Néstor Kirchner y la reversión del Gasoducto Norte. Son obras importantes para un país que tiene en el gas natural un recurso abundante que no puede explotar a fondo por cuellos de botella en la capacidad de transporte, y un recurso escaso en los dólares que hacen falta para importar el gas licuado a precios que son varias veces mayores al del recurso propio, por falta.
La austeridad fiscal es una virtud, sobre todo luego de décadas de despilfarro negligente y muchas veces vinculado con actos de corrupción o, en el mejor de los casos, con actos proselitistas de quienes detentaban los puestos dirigenciales. Durante la campaña electoral, el Presidente prometió acabar con ese despilfarro, pero a la vez sugirió que las obras de infraestructura imprescindibles serían encaradas por el sector privado. Sin embargo, por ahora el Gobierno no ha dado señales de estar preparado para ese cambio. No hemos, por el momento, pliego alguno que haga prever avances en algunas obras que no pueden esperar.
He ahí el que quizás sea el principal déficit de la gestión: cortar gastos que pueden ser imprescindibles. ¿Cómo evitar la corrupción en la obra pública sin descuidar la obra pública? Quienes circulamos por las rutas entrerrianas podemos reconocer el deterioro manifiesto en las trazas, que lentifica el tránsito, provoca roturas, y causa accidentes.
“No hay plata” es una buena idea, en tanto no agrave el déficit de infraestructura y servicios, que es parte del mentado costo argentino. La motosierra no sirve si provoca costos de mediano plazo mayores al ahorro conseguido durante unos pocos meses.
Fuente: El Entre Ríos