El Diputado Nacional Gustavo Bordet era, hasta hace apenas cinco minutos, jefe absoluto y único del Peronismo entrerriano.
Se trata de aquel mismo que, mientras enjuiciaban a Urribarri, hacía la vista gorda con cara de yo no fui y se comportaba en el manejo del poder con pose de capo total. Exhibía su supremacía de variadas formas: armando listas a voluntad de diputados y senadores provinciales y nacionales. Ungía su candidato a sucederlo (Adán Bahl); nombraba sin rendir cuentas a nadie a cinco sobre nueve miembros del STJER; hacía Presidente del Tribunal de Cuentas a Diego Lara y hasta a su cónyuge Mariel Ávila, diputada provincial.
Esos son solo algunos de los muchos ejemplos que podemos dar de cómo gestionaba el poder, y refregaba al justicialismo en particular con el partido cerrado y a la entrerrianía en general, su omnímodo poder. Su aparato de propaganda difundía alegremente a los cuatro vientos diversas encuestas supuestamente objetivas que lo ensalzaban con una gran imagen suya positiva, que luego no se vio para nada reflejada en la realidad.
Algunos incautos de adentro de su partido compraron lo que hoy se nota, era un “verso” o una venta de humo, como se dice vulgarmente.
Ya nada queda de aquel otrora mandamás de Concordia, en la ex Capital del Peronismo, de la que fue ocho años ininterrumpidos Intendente y otros ocho años seguidos caminó como Gobernador, fue testigo ayer de su actual escuálida influencia en la vida pública.
El espejo le devolvió una imagen pálida. Le mostró su anémica debilidad marcada en lo político. Absolutamente ningún concejal, ni siquiera uno solo, lo acompañó en su postura sobre la radio pública al hoy investigado por corrupción, por enriquecimiento ilícito y con 14 propiedades a tratar justificar.
"Nada es para siempre" y Bordet está mordiendo el polvo de aquella frase conocida, hoy convertido en una verdadera antorcha humana de la política, al que todos le huyen de la foto para no quedar incinerados a futuro.
por Juan Núñez.