El mesianismo es una tendencia de la cosmovisión o ideología que se relaciona con una particular interpretación de la historia, donde el cambio de un estado de desarrollo de una sociedad será originado por la llegada de un mesías o héroe que bajo un nuevo orden dará lugar al mundo deseado.
Se trata del modo que una persona o sociedad percibe el mundo y lo interpreta y que tiene sus impactos en diversos campos como la política, la economía, la ciencia, la religión y la moral.
El filósofo alemán Wilhelm Dilthey sostenía que esa experiencia vital está fundada no solo desde lo intelectual sino también desde lo emocional y moral y que se relaciona en el tipo de sociedad en que se había formado.
Ya en el libro de II Samuel el mesianismo es visto como una idea que expresa la esperanza de la felicidad completa.
Las ideas del Mesías son originalmente judeocristianas; los historiadores contemporáneos afirman que, en Medio Oriente, donde nació Jesús, fue territorio fértil para el surgimiento de profetas y mesías.
La región en esos tiempos era un caldo de cultivo para el surgimiento de conflictos religiosos y políticos, ideal para los discursos mesiánicos. En aquel tiempo Palestina estaba dominada por los romanos que oprimían al pueblo, básicamente llevándose el esfuerzo del trabajo para su propio enriquecimiento.
En ese contexto emergen los hacedores de milagros, los mesías, prometiendo la liberación para un pueblo que sufre y la posibilidad de vivir en un mundo ideal.
Me he permitido esta introducción para comprender que la aparición de lideres populistas o autoritarios, sobremanera en América Latina es consecuencia de todo un proceso de carencias crecientes en la sociedad y que se originan en la falta de repuestas de los dirigentes políticos que prometen infinidad de soluciones que se diluyen rápidamente.
Promesas vagas, expectativas que no se cumplen, discursos de inclusión y distribución más justas, son algunas de ellas, pero una vez en el poder no solo intentan perpetrarse, sino que son excluyentes de los que no piensan igual y con los más necesitados construyen políticas de dependencia fomentando un cínico clientelismo.
No vale si las ideologías representan las derechas “recalcitrantes” o las izquierdas “salvadoras” que, como afirma el periodista Diego Fonseca, son tan conservadores como las derechas más autoritarias cuando asumen el poder.
Esa falta de respuestas a la sociedad es la que permite el surgimiento de personajes salvadores, de los mesiánicos o redentores, los ungidos por un ser superior que nos llevará a un mundo feliz.
También es cierto que un porcentaje importante de la sociedad, en particular en la Argentina, tiene una tendencia a creer en liderazgos autoritarios o caudillistas que facilitan la aparición de los mesías. Llevamos casi un siglo con lideres que han contribuido a la construcción de una cultura en la que la esperanza de una vida mejor se deposita en un ser superior.
La crisis de representación de los partidos políticos es deprimente; el dilema de una sociedad que elige por el menos malo o por la ilusión de soluciones mágicas depositadas en un personaje casi payasesco, son la muestra más clara de la decadencia dirigencial.
Los problemas de una sociedad no se resuelven con la aparición de salvadores o mesías; el riesgo de que esto ocurra nos llevará a experiencias o realidades algunas ya pasadas y otras actuales. Solo mencionar la historia alemana, la italiana o la española y muy recientemente la venezolana o la misma estadounidense, por dar algunos ejemplos.
El riesgo de las autocracias que declaman la libertad como valor supremo pero que es lo primero que coartan o eliminan no es el camino para transformar la realidad de una sociedad.
Debemos recuperar el valor de las instituciones; es nuestra responsabilidad como sociedad civil. Esto incluye también a los partidos políticos. Para ello es necesario recuperar la participación activa, comprometernos con el futuro nuestro y de nuestros descendientes. Debemos asumir que todos estamos en el mismo barco.
En estos tiempos turbulentos no podemos permitirnos no ir a votar, no podemos dejar que otros decidan por nosotros, no podemos dejarnos seducir por soluciones mágicas.
Los mesías saben captar las necesidades de la sociedad y a través de un discurso simple influyen emocionalmente a los individuos, los alejan del pensamiento racional, aún más en estos tiempos en que las redes sociales generan la ilusión de cercanía e intimidad con el “salvador”.
Los liderazgos eficaces y eficientes se construyen con la participación en inclusión de todos los actores sociales, aún de aquellos que piensan distintos, los diferentes puntos de vistas e ideologías si se sostienen desde el bien común enriquecen cualquier desarrollo social.