Tras el resultado de las PASO del domingo último, no tardaron en aflorar claras señales de los pases de factura hacia adentro del peronismo de Concordia. La maniobra de comparar “lista contra lista” para mostrar a Enrique Cresto como ganador no ha sido suficiente para calmar la herida provocada por un hecho incontrastable: la suma de expresiones de Juntos por Entre Ríos le sacó casi 10 puntos de ventaja al PJ.
El primero en abrir el debate fue el propio padre del candidato, Juan Carlos Cresto, apuntando a funcionarios que no militaron. El intendente Alfredo Francolini le pidió horas después que diera nombres, a fin de evitar injustas generalizaciones.
Desde una columna en El Entre Ríos, el referente Rubén Bonelli reclamó una revisión de fondo de la democracia interna del peronismo.
Por último, mediante el pseudónimo del personaje de Los Miserables, Juan Valjean, un ciudadano concordiense publicó una picante nota de opinión titulada “Con el coworking no alcanza”, en obvia referencia a una de las iniciativas del área municipal que conduce Aldo Álvarez.
El texto contrasta algunas iniciativas con la cruda realidad de una ciudad que tiene a buena parte de sus hijos hundidos en la pobreza. Aquí, el polémico escrito:
”El hormigón no se come y el coworking tampoco”. Un tal Mauricio.
Apuntes del diario del lunes, de la política que dilapida recursos en una agenda disociada de los ciudadanos que tributan, la vida que quieren por un lado y la vida que ofrecen por otro. Surrealismo que sucede en un momento donde Concordia tiene la mayor cantidad de obras ejecutadas y en ejecución en toda su historia.
El surrealismo de Joan Miró en “el carnaval del Arlequín”, parece plasmarse en la gestión de Concordia, mediante la inauguración de un espacio “coworking”, solventado con impuestos de todos para uso de pocos que “juegan a ser empresarios”, que le hacen gastar dinero al Estado para sus negocios privados, en vez de utilizar el dinero público volcandolo a economía real, y así generar puestos de trabajo genuino.
El modernismo del lugar (CCC), un lugar que ya estaba, y en donde se habría gastado una cifra que ronda los $ 1.500.000 en el mobiliario y su adecuación del sector “coworking” de brillantes pisos, contrasta con el más de 60% de la pobreza. Aquella pobreza que cada tanto, medios capitalinos vienen en su búsqueda para plasmar en informes, mostrando niños y sus familias, revolviendo la basura para poder subsistir.
La pobreza y sus consecuencias, que derivan en la miseria que se agranda día a día, en la ciudad que antaño fuera la perla de litoral, es fácil de encontrar a minutos de la plaza principal, que tal como la palabra “coworking” lo dice, conviven trabajando la política y la pobreza en un mismo ámbito desde 1983 bajo el mismo signo político, con altibajos en la calidad de gestión.
Volviendo al paralelismo de Concordia con Joan Miró, en su obra “El carnaval del Arlequín”, se realizó en una etapa donde el autor se entrega totalmente al programa surrealista que tenía en mente. Dijo Miró en alguna oportunidad, haberse sometido a grandes períodos de hambre para usar las alucinaciones producidas por la inanición. Alucinaciones que bien podrían compararse en la acción política de muchos de los funcionarios de gobierno en la hoy no pujante Capital del Citrus.
Aún así, y a diferencia de una y otra obra, la del artista catalán y la de los artistas de la política concordiense, es que en la primera fue el resultado de un proceso meticuloso de reflexión artística y no como ocurre en la segunda, que es mero automatismo de una política fracasada desde hace 38 años y que se iniciara con Jorge Busti.
Un Busti que hoy reaparece con la bandera de Ramírez, pretendiendo reinventarse como un recién nacido político ante las nuevas generaciones, sin hacerse cargo de la historia y mucho menos de Frigerio y Macri, con quienes se aferró haciendo frente a ese mal invento del peronismo llamado “kirchnerismo”, en sus versiones, tanto la “Cristinista” como la “Camporista”.
Juan Valjean
Fuente: Concordia 1021