Una supuesta estafa piramidal en la localidad bonaerense de San Pedro, y la casi simultánea aparición de un evento similar en la localidad santafesina de Casilda ameritan preguntarse qué hacemos mal como para que estos eventos se propaguen como lo hacen.
Los esquemas de la estafa son prácticamente iguales en ambos casos: bajo la promesa de obtener una ganancia extraordinaria (entre 1% y 2% diario en el caso de San Pedro; alrededor de 4,5% mensual en el caso de Casilda), pequeños ahorristas depositan sus fondos según las instrucciones de promotores no registrados ante la Comisión Nacional de Valores (CNV), para invertirlos en activos ilíquidos o directamente inexistentes, siguiendo una estrategia sencilla de entender (“invierta y gane”), que ha sido diseñada por algún vivillo devenido gurú financiero.
El comienzo de sendas investigaciones judiciales llevó a las plataformas a suspender los retiros de dinero, una respuesta clásica de esquemas que invierten en activos ilíquidos (peor aún sería si los activos no existen) y que dependen de la entrada de nuevos inversores para satisfacer los retiros de inversores preexistentes.
RainbowEX en San Pedro y Peak Capital en Casilda son los más recientes ejemplos de varios esquemas similares que fueron desenmascarados durante los últimos años. A nivel global, el caso de Bernard Madoff ha sido el más renombrado del siglo XXI, e incluso provocó pérdidas a varios inversores argentinos. A nivel local, el caso más reciente fue el de Generación Zoe, liderado por Leonardo Cositorto, quien espera en la cárcel el comienzo de un juicio por defraudación.
Generación Zoe es apenas uno en una larga seguidilla de fraudes. ¿Por qué hay tantos, y tan seguido? La causa más frecuente para explicarlo es la de la codicia, provocada no sólo por los retornos prometidos, sino inflamada por eventos de promoción y la difusión boca a boca de un “método infalible”, que genera un fervor prácticamente religioso y una enorme ansiedad por perderse la oportunidad, mientras muchos conocidos en el pueblo la toman. Se estima que hasta un tercio de la población sampedrina estaría afectada por el esquema Ponzi de RainbowEX.
Pero hay más causas. Una es la falta de educación financiera (aunque en el esquema de Madoff cayeron inversores sofisticados), que hace de los pequeños ahorristas presa fácil de los depredadores. Generar ganancias a gran velocidad da confianza al ahorrista y le resta ganas de hacer preguntas acerca de cómo se generan esas ganancias. Ningún asesor profesional, auditado, registrado en la Comisión Nacional de Valores (CNV), puede prometer algo parecido. Son aburridos y no entienden, hasta que… todos los esquemas concluyen cuando aparecen las preguntas y los retiros exceden los ingresos.
Otra causa es que los reguladores (Banco Central, CNV, fiscalías) son lentos para detectar los fraudes. Llegan cuando el daño ya está hecho y cuando el tema llegó a la prensa. Los inversores raramente denuncian, incluso después de haber caído en la trampa.
Finalmente, parte del atractivo de estos esquemas para quienes en ellos caen podría estar vinculado con lo extendido de la economía informal en Argentina. Estos esquemas vuelan por debajo del radar de los reguladores y la AFIP. Se nutren de muchos pequeños inversores cuyos ahorros, en general, no están declarados. Los blanqueos de 2017 y el que está en curso son una muestra de cuánto dinero hay fuera del sistema formal.
Podría pedirse más atención regulatoria, más control de los municipios (muchas estafas ocurren en localidades medianas del interior), más educación financiera en las escuelas, entre otras medidas. Más difícil parece controlar la generación de dinero no declarado, muy incentivada por la altísima presión impositiva. Y más todavía parecería ser pretender moderar la codicia.
Fuente: El Entre Ríos