La semana pasada, fuimos sacudidos por un nuevo y dramático hecho de violencia. La muerte de Mariela Costen en un brutal asalto, no deja de causarnos dolor e impotencia, consecuencias que se dejan sentir ante cada hecho delictivo a lo largo y a lo ancho de nuestra provincia. Pero, por sobre todas las cosas, aumenta nuestra sed de respuestas. ¿Cómo debemos abordar la seguridad para que estas cosas dejen de pasar?
Si retomamos el caso de Concordia, llama la atención la propuesta de una de las ediles del Concejo Deliberante, Carola Laner. El jueves próximo pasado, ingresó al recinto un proyecto de declaración de su autoría, en el cual se considera “necesario e imprescindible declarar la EMERGENCIA EN MATERIA DE SEGURIDAD PÚBLICA, en el ámbito de la ciudad de Concordia, con el objetivo de articular y coordinar,con organizaciones públicas, civiles, las diferentes fuerzas y quienes intervienen en la seguridad pública, a fin de sistematizar esfuerzos y metodologías, que tiendan a optimizar las condiciones de prevención en nuestra ciudad, y con el fin de dar una solución estratégica a la inseguridad (…)”.
El diagnóstico de la situación, aunque correcto, esboza una posible respuesta que merece una segunda reflexión. En el artículo n°2 de dicha declaración, se insta al Poder Ejecutivo Municipal a gestionar la presencia de las Fuerzas Federales para hacer frente a la emergencia. Inevitablemente, debemos cuestionarnos: ¿qué es la seguridad? Aquí es donde el campo de las relaciones internacionales puede aportarnos su granito de arena.
En épocas de Guerra Fría, la seguridad era vista bajo la óptica de evitar a toda costa la propagación del comunismo. Esta cosmovisión, implicaba trasladar a la política un discurso de atacar, vencer, ganar y destruir/aniquilar a un supuesto enemigo. Dicho en criollo, la seguridad era vista a través del prisma de la violencia, de derrotar a “los malos”.
Luego, con el cambio de época, las “amenazas” cambiaron: el problema se volvió más complejo y difuso, escurridizo. Ya casi no existen los conflictos entre los Estados, y los fenómenos nuevos (como el narcotráfico y la trata de personas) hacen difícil su localización en un tiempo y lugar determinados. Entonces, el foco de la seguridad pasó a ser el individuo. Con las nuevas teorías de seguridad, hay que asegurar el bienestar del ciudadano. El bienestar del individuo. ¿Qué significa esto?
En este punto, es donde comienzan las digresiones y la elección de una u otra alternativa puede implicar rumbos cualitativamente diferentes. Por un lado, están aquellos que incluyen bajo la seguridad del individuo, temas como el desarrollo económico, el respeto por los derechos humanos y el medio ambiente. Esto es lo que se conoce como “militarización” del problema de la seguridad, e implica utilizar las fuerzas de seguridad para ocuparse de esas tareas. La pregunta es: ¿fueron alguna vez concebidas para abordar estas temáticas, o tan solo para garantizar el orden interno?
Por otro lado, cabe retomar la ya mencionada “militarización”, pero adoptando la segunda parte de los postulados de la Escuela de Copenhague, la consiguiente “desmilitarización” del fenómeno. Esto, en resumidas cuentas, implica politizar la respuesta a la seguridad de los ciudadanos. El problema de la seguridad es POLÍTICO. Se reconoce el rol que deben jugar las fuerzas de seguridad, pero enmarcado dentro de políticas públicas que solucionen los problemas de fondo: la marginalidad y la exclusión social.
Entonces, ¿qué conclusiones podemos sacar del contexto actual? ¿Es la mejor solución aplacar la violencia con “el orden” - es decir, a través de las organizaciones que tienen el monopolio legítimo de la violencia? Esto suena a atacar violencia con más violencia. ¿O, tal vez, es un paliativo para calmar la situación y patear un abordaje integral que permita satisfacer por entero la dignidad humana? Y no nos equivoquemos señor, señora. Con dignidad, me refiero a la de las 2 víctimas: la de la persona que pierde su vida defendiendo una posesión adquirida digna y legalmente; y la de su contra parte, que se ve tentada a robar, a matar por un simple objeto material que, tal vez, digna y legalmente nunca tendrá oportunidades de adquirir. La humilde opinión de quien escribe, es que más violencia no nos llevará a ningún lado. Exploremos otras alternativas.
Fuente: El Entre Ríos.