Política

¿Quién es Mariano Cúneo Libarona? Repaso a dos causas entrerrianas en las que estuvo presente y a su origen concordiense

Cúneo Liberano defendió a Sergio Varisco.

La historia y vida de Mariano Cúneo Libarona se puede leer, hace unas horas, en cualquier medio nacional. El candidato para comandar el Ministerio de Justicia de la Nación, célebre por sus apariciones mediáticas en defensa de empresarios y personajes de la farándula argentina durante los años ‘90, no requiere demasiada presentación.

Cúneo Libarona tiene un anecdotario también por Entre Ríos que, este martes, recordó el sitio “Página Judicial” que a continuación se recuerda:

Defendió al hijo de “Mameluco”
Una de las causas que lo vieron en las crónicas fue cuando defendió en el Juzgado Federal de Paraná a Iván Gabriel Villalba, hijo del jefe narco del conurbano bonaerense, Miguel Ángel Villalba, conocido con el apodo de “Mameluco”. En esa causa Iván fue condenado a ocho años y seis meses de prisión. En Paraná, Cúneo Libarona tuvo el apoyo de Marcos Rodríguez Allende.

El reconocido abogado penalista, anunciado por Javier Milei como ministro, estuvo también en la defensa de Sergio Varisco en la causa por narcotráfico.

La defensa del entonces intendente de Paraná estaba a cargo de Rubén Pagliotto y Miguel Angel Cullen, quienes más estuvieron al frente de todo el proceso.
En el juicio a Varisco
Sin embargo, Cúneo Libarona aportó momentos inquietantes a toda esa saga que arrinconaba al radical. Una de ellas fue cuando le planteó al juez Leandro Ríos que solicite la colaboración de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) para tratar de esclarecer algunas de las anotaciones que había en los cuadernos de Luciana Lemos a propósito de las visitas que hacía a Paraná el falso abogado Marcelo D’Alessio, que organizaba operativos de droga para el Ministerio de Seguridad de la Nación en ese momento a cargo de Patricia Bullrich.

Por esos tiempos Cúneo Libarona y D’Alessio compartían el panel en el programa “Animales Sueltos”, que se emite por el canal “América”, conducido por Alejandro Fantino, el preferido de Milei.
Hijo y nieto de concordienses
El futuro ministro de Justicia es hijo del doctor Mariano Cúneo Libarona, fallecido en Buenos Aires a los 102 años, quien ejerció en los tribunales de Concordia. Luego, se afincó en Buenos Aires, donde nació su hijo Mariano y siguió su carrera como fiscal de Cámara por 25 años y luego vocal de un Tribunal colegiado en lo Penal.

Los abuelos paternos del futuro ministro de Justicia de la Nación, Mariano Cúneo Libarona, nacieron en Concordia, Mariano Felipe Cúneo Salazar, nació el 30 de enero de 1885 y quien sería su esposa María Cecilia Libarona Brian, el 4 de abril de 1899, casándose en la Catedral de Concordia, el 17 de agosto de 1912.

De esa unión, nacieron Angel Cúneo Libarona, Mariano Cúneo Libarona, María Cecilia Cúneo Libarona y Lucinda Cúneo Libarona, padre y tíos del futuro ministro de justicia de la Nación.

Mariano Cúneo Libarona, padre, se casó con María del Carmen Ramatti de cuya unión nacería Mariano Cúneo Liberona Ramatti. Mariano Cúneo Libarona (padre) estudió en Santa Fe, donde se recibió de abogado, ejerciendo la magistratura en Concordia como juez en materia penal.

Mariano Cúneo Libarona (padre) fue juez penal en Concordia.

Luego se afincó en Buenos Aires, donde fue fiscal de instrucción, juez y vocal de un Tribunal colegiado en materia penal. Fundó la “Sociedad de Abogados Penalistas” en 1993 , fue Secretario general de la “Sociedad Argentina de Criminología”, presidió el “Centro de Estudios de Derecho Procesal” por diez años y en Buenos Aires nacieron sus otros tres hijos: Rafael, Matías y Cristian, fruto de su unión con Ana María Davel Lezica Fort “Popi”, todos abogados que junto a Mariano, poseen el estudio jurídico en la Avenida del Libertador al 600 de la Capital Federal y conocido como “Estudio Cúneo Libarona”.

A los 17 años tuvo que salir a “buscar su futuro”. Hizo su carrera en tiempo récord (empezó a estudiar en 1979 y se recibió en 1983) “por amor a la justicia y necesidad”, según él mismo narra, pero nunca dejó de estudiar, porque “abogados hay montones, pero Doctores hay pocos”, destaca. La preparación, el sacrificio y la ambición por aprender, crecer y ascender, y también la honestidad, hicieron que su estudio sea uno de los más reconocidos. Sin embargo, asume que hoy quiere divertirse en la profesión. “Los goles son los triunfos en los expedientes, y yo ya metí muchos goles, hoy quiero divertirme y disfrutar la profesión”, sostiene.

Según él, “la gran degradación que hubo en el país es moral, no hay cumplimiento de la palabra”. Por eso, insiste en que el trabajo y la educación son las dos únicas cosas que permitirán que Argentina salga adelante. Y aporta su granito de arena en este sentido: además del amor por el Derecho, la docencia es otra de sus pasiones. En esta nota, se anima a hablar de todo: su trayectoria, política, corrupción, la necesaria intervención de las mujeres en el Derecho, las nuevas formas de ejercer la profesión, Maradona, la serie en la que está participando y mucho más.

-¿Crees que venir de familia de abogados te permitió entender a temprana edad la ciencia del Derecho?
-Creo que lo mío fue una cuestión de amor y necesidad. Amor porque me divirtió siempre el Derecho, desde espermatozoide ya era Abogado, por la tradición familiar. Y necesidad porque era un chico que vivía con limitaciones en un barrio de la ciudad y llegábamos al día 15 del mes, abría la heladera y me encontraba con dos salchichas y un Paty. Yo a los 17 años, cuando terminé el colegio, tuve que empezar a buscar mi futuro. Empecé vendiendo remeras que traía de Brasil, después cuadros y luego entré en Tribunales. El sueldo de Tribunales en ese entonces para mí era fantástico. Me tuve que sacrificar mucho para darle a mi familia solidez económica y darme algún tipo de lujo. ¿Por qué me fue bien en la facultad? Era muy estudioso, era mi prioridad y lo único que me interesaba. Era otra época. Lo único que hacía era jugar al rugby y estudiar. Me sacrifiqué muchísimo porque quería formarme, crecer y ascender. Cada ascenso en tribunales te permitía llevar causas más complejas, aprendías más y ganabas más que era fundamental para mí. Creo que debo haber sido el secretario más joven de la historia porque tenía 22 años, me recibí y enseguida me nombraron. Yo veo hoy a los chicos de 22 años y digo: a esa edad metía a gente presa, ordenaba secuestros de objetos y tomaba decisiones relevantes. Me acuerdo un día que usurparon el Sindicato La Fraternidad en la Avenida Córdoba y yo me fui una noche a hablar con los sindicalistas. O un motín en la cárcel de Caseros que me metí en “la villa”, el tenebroso pabellón 1, a hablar con los presos y uno me sacó una Gillette. Yo tomaba resoluciones difíciles y era muy chico. Eso tal vez me hizo perder la posibilidad de tener otras cosas que hacían mis amigos, como ir a un boliche. Pero fui muy feliz en la época de Tribunales hasta mis 29 o 30 años. Tuve jueces y colaboradores extraordinarios.

-¿Por qué te fuiste?
-Por varias razones. Era espantoso el sueldo, no llegaba a fin de mes. Estaba casado, había nacido Marianito y con mucho esfuerzo ahorrábamos 100 dólares con mi mujer. Para mudarnos de dos ambientes a tres ambientes necesitábamos 5000 dólares, es decir 50 meses. Era muy malo el sueldo del Poder Judicial en aquellos años. Y la segunda razón, la más importante, fue que asumió Menem y trajo un montón de gente de la calle. Los que estábamos haciendo carrera judicial no fuimos designados porque nombraban gente que era pariente de un ministro, de un diputado, asesores, y a los que veníamos con antigüedad no nos ascendían. Mandé una carta y me fui. Reconozco que tuve una oferta del mejor estudio de ese momento y me fui a ese estudio. Yo era feliz en Tribunales, pero es como una novia ingrata porque la querés y no te da muchas cosas, solo te da felicidades, pero es un sacrificio tremendo.

-¿Fue difícil el traspaso?
-Terrible. Los fines de semana iba y miraba el Palacio de Justicia porque lo extrañaba. Durante muchos años lo extrañé y a mis amigos de ahí. Era un ámbito que dominaba perfecto y en la profesión estás más solo.
Yo me fui a estudiar a España en 2001, solo. Estuve unos meses en la Universidad de Salamanca y después en Madrid. Años después nos anotamos con un grupo de amigos en la Universidad Austral e hicimos tres años. Después yo quise seguir y con otro grupo de amigos nos fuimos a El Salvador e hice dos años más. Ahí terminé con el Doctorado y con la tesis final y creo que fui el único que terminé porque los otros se fueron quedando. Es muchísimo seguir estudiando cinco años más después de que terminaste la carrera. Yo quería hacerlo porque era un homenaje a mi papá que decía “abogados hay montones, pero Doctores hay pocos”. En mi profesión tenés que estar permanentemente estudiando porque todo va cambiando, va evolucionando el Derecho. Tenés que conocer la doctrina actual y los criterios jurisprudenciales de los tribunales.

-¿Qué te apasiona del Derecho Penal?
-Como estudiante es la novia perfecta, todos se enamoran del Derecho Penal. Yo les cuento casos a los alumnos y se quedan impactados y les divierte, a todos les encanta, se discuten cosas: la teoría del delito, el fin de la pena, la pena de muerte, el juicio por jurados, etc. Son temas que incidieron tanto que tenes millones de películas vinculadas al Derecho Penal. Toda la comunidad habla de eso, opinan los periodistas y se lanzan a hablar de Derecho como si supiesen. Es un tema de atracción general. Por eso ahora estoy trabajando en una serie que toca precisamente un caso judicial y estoy conversando otro proyecto sobre un juicio oral y una persona injustamente imputada.

Fuente: Página Judicial - Diario El Sol.