Hace una semana, la conferencia de prensa del ministro Luis Caputo y el presidente del Banco Central (BCRA), Santiago Bausili, marcó el lanzamiento de la “fase dos” del plan de estabilización de la administración Milei. Si la “fase uno” había consistido en eliminar el déficit fiscal, esta segunda etapa buscaría eliminar la emisión monetaria vinculada a la remuneración de pasivos del BCRA. Es un enfoque bien ortodoxo, que se basa en la creencia de que, sin emisión, no hay inflación. El anuncio apuntó a precisar que se cerrarían más resquicios por los que se sigue filtrando la emisión.
¿Por qué, con un anuncio que afirma el sendero ortodoxo, el mercado financiero tuvo una reacción tan poco amigable? El lunes, los bonos soberanos cayeron 2,5%, el índice Merval 5,4% y el dólar blue se disparó arriba de $1.400. Aunque luego se recuperaron, cerraron la semana en terreno negativo.
Una pequeña parte de la mala reacción provino de la flojera general en la región. La devaluación del real brasileño y el contundente triunfo de Claudia Sheinbaum en México vienen siendo una carga pesada para todos los mercados latinoamericanos.
La parte del león, sin embargo, provino de que la conferencia de prensa se quedó corta para satisfacer a un mercado ávido por tener noticias en materia de política cambiaria. La ansiedad tiene sus fundamentos: es posible que mucho de la mejora en las cotizaciones de los bonos soberanos entre diciembre y mayo haya estado vinculado con la recomposición de las reservas del BCRA en ese período. Tener reservas le da confianza al mercado en que el Tesoro podrá pagar sus compromisos en dólares.
En junio, la buena racha se cortó: el BCRA fue vendedor neto de US$85 millones de dólares en el mercado cambiario. En un círculo negativo que se retroalimenta, ese cambio hizo aumentar la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, frenó la oferta de los exportadores e incentivó la demanda de los importadores, llevó el riesgo país arriba de los 1500 puntos, y enfrió las expectativas de que el BCRA pueda acumular reservas.
Sólo por los bonos en moneda extranjera, Argentina debe pagar US$2.500 millones esta semana, y otros US$7.500 millones en los siguientes 11 meses. En un país normal, esos vencimientos serían refinanciados en el mercado, mediante la emisión de un nuevo bono. Pero Argentina está recién iniciando el camino de la normalidad, y no puede aún emitir un bono. Sería necesaria una caída muy fuerte del riesgo país para lograrlo.
Todo esto siembra desconfianza en el mercado. El esquema cambiario, que combina importaciones retenidas, impuesto PAIS para encarecerlas, dólar blend para incentivar la liquidación de los exportadores, un cepo más ajustado que el de la etapa de Sergio Massa como ministro, y una tasa de depreciación administrada al 2% mensual, ya no parece capaz de permitir que el BCRA compre dólares.
Para generar confianza en Argentina, primero habría que dar y luego tener paciencia hasta que llegue el momento de recibir. Lo logrado en materia fiscal es loable. La mejora del balance del Banco Central no es despreciable. La Ley Bases y la Ley Fiscal son herramientas poderosas. Pero de ahí a que el Gobierno crea razonable que el peso se aprecie como lo viene haciendo hay un largo trecho. El riesgo de ejecución del plan sigue siendo elevado, y pretender que los precios de hoy reflejen un futuro ideal sin descontarlo es ilusorio.
Tras la conferencia de prensa, las noticias en materia cambiaria parecen haber quedado para una “fase tres” que no tiene fecha de inicio conocida. No cabía esperar que el Gobierno anticipara al mercado qué hará, porque ello arruinaría el efecto de cualquier anuncio. Pero, por no anticiparlo, debió cargar con el costo de que el mercado considerara la conferencia de prensa como un fiasco, que por ello aumentara la incertidumbre, y que en consecuencia subieran el riesgo país y el dólar paralelo.
La sensación que quedó flotando tras la conferencia de prensa, y tras la reacción del mercado durante esta semana, es la de que la “fase uno” y la “fase dos” fueron lindas mientras duraron. Y la de que, si no afloja la presión del mercado, la “fase tres” podría llegar antes de lo que el Gobierno desea.
Fuente: El Entre Ríos