Un relevamiento realizado recientemente por el estudio Búmeran afirma que el 94% de los trabajadores argentinos sienten estrés laboral crónico; en el año 2021 había sido del 81% y en el 2022 del 86%, es decir, una curva ascendente que abarca a casi toda la población laboral.
Según la Organización Mundial de la Salud, el Burnout o Síndrome del Quemado “es el resultado del estrés crónico en el lugar del trabajo que no se ha manejado con éxito”.
Un estudio que llevó a cabo el Hospital Albert Einstein de Sao Paulo menciona que los síntomas de este síndrome incluyen cansancio excesivo, dolores de cabeza permanente, fatigas, dolores musculares, presión arterial alta, falta de concentración, cambios en los latidos del corazón y en el apetito.
Otros síntomas como los trastornos en el sueño impactan con frecuencia en casos de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, todas enfermedades que afectan seriamente la calidad de vida de cualquier trabajador.
La ansiedad descontrolada, estados de depresión, de frustración y reacciones enojosas, en muchos casos de ira, son otros síntomas que se presentan con el síndrome del quemado.
En general, las principales causas son la falta de claridad en las responsabilidades asumidas; no se tiene certeza de cuál es el rol que se cumple en el puesto de trabajo. También el trato que se recibe de los superiores, tanto en la relación comunicacional como en las sobrecargas de trabajo asignados y la falta de tiempo para realizarlos convierte la experiencia laboral en un estrés permanente que conducen al burnout.
Un factor que no puedo dejar de mencionar son los conocimientos en los trabajadores que el mundo laboral actual demanda y que las escuelas de formación no están en condiciones de responder, tanto en las nuevas tecnologías como en los oficios tradicionales.
Sin dudas el síndrome del quemado se ha convertido en uno de los riesgos laborales psicosociales más graves en la sociedad actual.
Existen distintas metodologías o sistemas para medir o detectar este síndrome. El más conocido es el de la escala de Maslach o Maslach Burnout Inventory (MBI), desarrollado por la psicóloga estadounidense Christina Maslach, que se basa en 22 ítems o afirmaciones sobre los sentimientos y actitudes del trabajador respecto de su trabajo, ámbito o clima laboral, grupo o compañeros de trabajo, jefes, clientes.
Si bien las causas mencionadas como disparadores del síndrome han existido siempre en el mundo del trabajo, me refiero a que con frecuencia no se tiene en claro el rol, que el jefe no se elige, que las sobrecargas de trabajo forman parte de las responsabilidades laborales, que no siempre nos encontramos con los compañeros de trabajo que desearíamos, que no se crean las posibilidades de desarrollo de acuerdo a nuestras expectativas, en el caso particular de nuestro país Argentina me permitiré agregar otros factores que exceden el ámbito del trabajo pero que son una fábrica de generación de estrés y que trataré de sintetizar a continuación.
Índices de inflación descontrolados: afectan el poder de compra de cualquier trabajador; cuando los ingresos no permiten cubrir necesidades básicas, el nivel de estrés no tiene freno, la angustia, la depresión, la impotencia son denominadores comunes de este flagelo.
Infraestructura en sistemas de comunicación: sistemas precarios de transmisión de datos que se ven afectados incluso por simples condiciones climáticas y que impactan directamente en el estrés laboral; nuevamente la impotencia y la frustración inundan a los trabajadores.
Sistemas de salud ineficientes: conseguir un turno para ser atendido por un profesional, la escasez de medicamentos, de materiales para estudios médicos; la falta de prótesis para resolver situaciones graves de salud es muchísimo más grave que un jefe malhumorado.
Estados de rutas y caminos: Solo prestar atención a la cantidad de accidentes que se generan cuando llueve nos marca las condiciones en que se encuentra nuestro sistema vial; mencionaré la autovía 14 como ejemplo de esta situación, la que transito desde hace 20 años todas las semanas, genera mucho más estrés que la falta de claridad en el puesto de trabajo.
Falta de insumos y repuestos para el sistema productivo: un sistema perverso de autorizaciones para la importación de estos, que además promueve una aberrante corrupción y preferencias indiscriminadas en las autorizaciones. Para un emprendedor, el nivel de estrés que experimenta por no dar respuesta a un cliente o la continuidad de las fuentes de empleo no tiene límite.
Burocracia en las administraciones públicas: exacerban el ánimo de todo ciudadano que pretenda gestionar cualquier trámite sin excepción, ya sea a nivel municipal, provincial o nacional; los indiscriminados impuestos y tasas que se deben abonar y como contrapartida la inoperancia y la nula actitud de servicio es mucho más grave que una sobrecarga laboral.
Otro ejemplo son las interminables filas en los bancos, tanto públicos como privados, inconcebibles en el año 2023.
Inseguridad Física: los robos de celulares, bolsos, carteras femeninas, mochilas, billeteras, las conocidas salideras, los robos de motos y autos generan más estrés que una expectativa laboral no satisfecha.
La lista de factores que alimentan este 94% de trabajadores afectados por el síndrome de burnout es más larga y exceden los límites de la columna. Sin embargo, me permitiré, para cerrar la de hoy, mencionar la que más enojo o ira genera.
Incapacidad, irresponsabilidad e inoperancia de la dirigencia política: ningún político se hace responsable de lo antes descripto; por el contrario, se ufanan de los éxitos logrados… Solo mencionar el índice de pobreza de más del 40% en un país con recursos extraordinarios, habla por sí mismo.
Este domingo votaremos al futuro presidente por los próximos 4 años. La expresión que escucho con mayor frecuencia es “votaré tapándome la nariz”. ¿Más estrés que este? Sobran los comentarios.
Fuente: El Entre Ríos