A distancia, por supuesto, ya que no podía ser de otra forma, entre gente que se respeta y que no cruza la línea roja, por más amigos que sean, porque de no ser así todo se vuelve un pegajoso mazacote, de esos que estamos en estos tiempos acostumbrados a ver a nuestro alrededor.
En realidad falsos mazacotes porque como en el caso de las comadres de barrio, que un día se clinean, y al día siguiente no más, aunque se da el caso que la mirada de reojo y el fruncimiento de boca dure un poco más, se las ve orondamente satisfechas a las risas y a los besos, como si nunca hubiera habido entre ellas, un sí ni un no.
Aunque debería pedirles perdón a las comadres de barrio, no solo porque quedan pocas, a medida que los barrios, barrios, dejan de serlo y se fugan a las orillas donde todavía quedan algunos, ya que el forcejeo material, en esta época de la electrónica se ha vuelto otra cosa mucho más durable y ponzoñosa desde la aparición de los feisbuk y otros engendros parecidos, que evitan los cara a cara y jeta a jeta, y según me dicen hacen posible que el agresor lleno de venenosa cobardía, hasta, y eso no sé cómo pueda ser, encuentran la vuelta para tirar la piedra y esconder la mano…
Ni por asomo, y así lo dejo en claro no hay en lo que hasta aquí dicho ninguna alusión velada o de cualquier otro tipo, aunque ellos también después de andar a los arrumacos, como si fuera tortolitos, se los ve empezar por dejar de mirarse, para seguir en seguida comenzar a decirse de todo. Eso es totalmente diferente, ya que lo explican de una manera que no puede dejar de convencer, cuando uno los ve de nuevo a los abrazos y olvidados de las monstruosas barbaridades que se han dicho unos de los otros, porque según lo explican están dispuesto a olvidarlo todo, aunque se cuiden de decir para siempre, en “aras de la argentinidad”. ¿No son maravillosas esas palabras, que son capaces de hasta entusiasmar si uno empieza por creérselas?
Recapitulando, hay que evitar que las relaciones humanas lleven a que aparezca el mazacote, ya que tanto manoseo lleva a dejar como abandonado el respeto.
Esto me lleva a acordarme de una anécdota que me contaba uno de mis bisabuelos al que llegué por fortuna a conocer, de la que fueron protagonistas dos boxeadores apellidados Lausse y Gatica que se cruzaron no en el ring sino en la calle, y cuando Gatica quiso acerarse a Lausse para saludarlo éste parcamente le señaló que “fuera del ring, aire entre los dos”.
No se trata del hacer “puf” pero tampoco de esa ley física capaz de explicar porque una olla a presión si se dan determinadas condiciones puede llegar a explotar. De lo que se trata no es tampoco de un precepto ético, sino de una regla de sentido común, que guarda un lejano parentesco con aquello de que tanto va el cántaro a la fuente que se termina por romper.
En mi caso mi descubrimiento es que “si las cosas están mal y siguen asi mucho tiempo sin que se las pueda cambiar, todo viene a desembocar en una explosión”.
¿Tendrá eso que ver con Messi y su berrinche copista americano? El mi próxima entrega se verá, si no es que salgo con otra cosa.