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No sé por qué me desperté pensando en un ombligo. Por más que le daba vuelta a la cosa no le encontraba explicación. Es que no es habitual que piense en algo al despertarme. Lo que hago comúnmente no es sino abrir los ojos y echar una mirada a la cara del reloj que está sobre la mesa de luz, siempre moviendo sus agujas, salvo que me olvide de darle cuerda.

Algo que me ocurrió una sola vez desde que me acuerdo, o desde que lo tengo que es casi lo mismo pero no exactamente lo mismo, porque antes de que lo tenga en mi poder, estuvo en un lugar igualito, junto a la cama donde dormía mi abuelo. Hasta que se nos fue el pobrecito, a pesar de las largas noches que estuve a su lado cuidándolo, y una de las cosas que dijo entre las últimas que pudimos escuchar, apenas más que un susurro entrecortado, fue señalando con un dedo apenas alzado y apuntado tambaleante dirigiendo sus ojos al reloj, fue “será tuyo”.

Pero eso explica por qué me despierto mirando precisamente ese viejo y querido reloj, pero no porque lo hice pensando en un ombligo. Al contarle a mi tío de mi obsesiva intriga, a este se le ocurrió encender su computadora, y luego de hacerlo, y ya iluminada la pantalla que arrojó una chorrera de puntos, arrancó una investigación más concienzuda.

Fue así como sucesivamente oírlo recitar con esa voz engolada que se le suelta en situaciones especiales, mi primer pensamiento fue volver a dormir, algo que un viejo por mí muy querido decía: “irse a dormir” no es otra cosa que marchar a morir por un rato. Algo completamente no creíble y hasta disparatado, porque nunca supe ni escuché hablar de un muerto que soñaba. Mientras mi tío recitó, repito, en una parrafada “los secretos que esconde la suciedad del ombligo; también 4 cosas que no sabías sobre tu ombligo, lo que la piel esconde en el misterio del ombligo o si a cualquier sociedad el cambio ombligo es el recuerdo que nos sigue; el ombligo no es más que nuestra primera cicatriz, una vez que el cordón umbilical fue cortado el muñón que quedó atrás cayendo al tiempo” y allí lo corté diciéndole “basta”, y chicaneándolo con una muestra de mi ingenio, que es algo que me sobra, lo despatarré preguntándole acerca de si sabía de algún ser humano que hubiera llegado a la vida sin… ombligo.

No supo qué decir y entonces salió por la tangente con aquello de que los esquimales hubo un tiempo que estaban convencidos que un oso polar al que tenían como un Dios, los había traído a la vida en el “ombligo del mundo”, para completarla diciendo que “hay gente que no hace otra cosa que pasarse la vida mirándose el ombligo”. Y allí fue que me despabilé, ya que antes de volver a ser un ser despierto pensando en un ombligo, había tenido una pesadilla, en la que lo veía a Sergio Massa esforzándose en lograr que su mujer Malena Galmarini, a la que encontró berreando en un ataque de nervios fuera la candidata a alcaldesa de Tigre. En la boleta llena de Cristina. No lo pensó más, y dijo “Malena y Tigre son para mí más que cualquier cosa que pudiera tocarme en el reparto, ya que a ambos son igualitos a mi ombligo limpio. Mientras, no sé por qué y al mismo tiempo lo vi que desechaba una poción que le ofrecía una hechicera para su provecho. Todo se me volvió claro y me tranquilicé, al tiempo que me decía “eso es amor, y también el regusto que provoca el estar pensando siempre en el propio ombligo” (¡¡!!).
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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