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¿Qué pasa el día después de un sacudón? ¿Cuántos cambios pueden sucederse sólo por el hecho de que terminó un día y empezó otro? ¿Acaso la noche deja lo peor de sí cuando la oscuridad le da paso a los primeros albores del nuevo día? ¿Hoy es mejor Independiente porque su presidente, electo el 3 de octubre último, renunció este 11 de abril? ¿Llegará una “lluvia de inversiones” que alivie la situación económica financiera del club?

No tengo casi ninguna respuesta por lo que (alerta spoiler) no sigan leyendo si esa es su pretensión. Gracias por llegar hasta acá, no obstante.

En cambio, si cual libro de “Elige tu propia aventura” has decidido continuar con la lectura tengo una buena noticia para contarte: esta breve columna no se trata sólo del Club Atlético Independiente, su caótico momento institucional, su triste pasar deportivo y peor economía.

Llovió, en plena madrugada, como pocas veces ha ocurrido en Concordia durante los últimos meses pero como muchas veces sucederá en los meses que vienen, según dicen los pronosticadores. Eso impactó en la concurrencia a clases de la escuela secundaria a la que voy los miércoles temprano. Morigeró (expresión de moda si las hay) la asistencia en el curso que tuve (faltaron 10 de los 23 que componen la lista).

La novedad es que una de las estudiantes presentes fue, orgullosa, con la camiseta de Independiente. A sus 15/16 años, no tuvo más orgullosa y provocadora idea que ir así vestida. La saludé poco antes de la formación, cruzamos alguna mirada cómplice y esa sensación de que no todo está perdido.

Lo que sucedió después fue lógico y justo, por qué no decirlo: un llamado de atención de la rectora por no vestir con el uniforme reglamentario para Educación Física y algunas que otras cargadas de los compañeros.

¿Cuántas veces hemos ido con una identificación del club de nuestros amores a la escuela? ¿Cuántas otras ocasiones estuvimos orgullosos por ir post victoria en un clásico o la conquista de algún campeonato? Hemos querido, en síntesis, que Dios y medio mundo supiese que somos hinchas de tal o cual equipo. Y está bien, compartimos esa alegría inmensa que sólo el fútbol puede darnos. Ni mejor o peor que otras satisfacciones, pero singular como la que sentimos cuando la pelota infla la red, gritamos gol y nos abrazamos aunque sea imaginariamente con el otro.

Lo de la alumna vestida de Independiente, con la camiseta alternativa completamente negra como este miércoles, es la síntesis perfecta. Eso es el Rojo, de un presente oscuro como la indumentaria pero con gente que lo alienta, se identifica con sus colores, los valores que fue pregonando a lo largo de su historia y los logros alcanzados. Eso es la familia del Rey de Copas. Es gigante.

Pero hay algo más: así son los clubes en Argentina. Así son esas instituciones sociales y deportivas que tanto bien le hacen a las comunidades donde están inmersas. El bien común encuentra en los clubes un bálsamo. Por eso son imprescindibles, más allá de los descartables que circunstancialmente lo conduzcan.
Fuente: El Entre Ríos.

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