Viene quizás a cuento una adivinanza, que más que eso era en realidad sino un chiste que venía de los tiempos de mi bisabuelo, y que de tanto repetirla pasó, sino a ser un chiste, algo que provoca ese entrecruzamiento de risas que a pesar de sonar un poco a bobería, sirve para levantarnos el ánimo cuando se está en familia, todos callados y con cara mustia, no se sabe si de aburridos, o de tristes y amargados.
En realidad se trataba de una pregunta, con su respuesta archisabida, a la que seguían invariablemente las risotadas. La pregunta era sobre “qué es limbo”. Y la respuesta nada tenía que ver con el catecismo, ni con la enseñanza religiosa en las escuelas. Ni siquiera con el vecino de la otra cuadra que dicen que está precisamente en ese lugar, porque se lo ve pasar el tiempo no haciendo otra cosa que estar papando moscas, como si fuera un papanatas.
Me tomo, antes de darles la respuesta correcta a esa incorrecta pregunta, decirles que en nuestra familia abusamos del uso de un lenguaje que suena extraño, no porque hablemos en otro idioma, sino porque nos divierte hacerlo utilizando palabras viejas, que las llamo así por estar casi en desuso y de esa forma tener un lejano parecido a lo que se conoce como arcaísmo.
Papar moscas, papanatas ¿No son acaso expresiones con mucho más miga que las guaranguerías que a los chicos no se les caen hoy en día de la boca? Así, papar moscas viene según siempre he entendido -partiendo del que papar es un verbo que significa comer todo aquello que sea blando y que no necesite de masticación- a aquéllos que por estar distraídos y con la boca abierta, parecería que no fuera extraño, aunque juro que no he visto por mi parte que le pase a ninguno, que se le meta en la bocaza así dispuesta una mosca y se la termine tragando. Por eso se acompaña con el sustantivo “moscas”, ya que este insecto suele estar alrededor de las personas insistentemente y si se está con la boca abierta y encima distraído, o pensando en cualquier otra cosa y sin prestar atención a lo que sucede alrededor, es probable que alguna entre allí.
Inclusive en algunos países se dice: cierra la boca que se te meten las moscas ¿Y un papanata? No es alguien que se “las cree”, sino porque como siempre lo agarran dormido, le hacen creer cualquier cosa.
¿Y qué es el limbo del que hablaba mi bisabuelo? En realidad no se refería a eso precisamente, sino que refería una anécdota.
Que trataba de esa época maravillosa en que nuestros senadores nacionales duraban nueve años en el cargo y podían ser reelectos indefinidamente, y se dio el caso de un santiagueño, que se había mantenido por tres periodos seguidos en su banca y que no podía aspirar a otro de otros nueve años dada su edad avanzada, al que se lo escuchó decir: “Y pensar que si me pongo a pensar, me parece que todos estos años son como un solo día y que en limbo hubiera estado”.
¿Qué es el limbo? Es el Senado. Aunque, no sé por qué me parece que ahora la cosa ha cambiado y tiene que ser otra la respuesta. Porque ahora todo se ha vuelto distinto, y en todas parte, y no solo entre los políticos vemos sillones ocupados por los mismos, sino que también sucede en los sindicatos, y acaso ¿no pasó en el caso de don Humberto apellidado Grondona, al que estar anillado con un sello que decía precisamente “todo pasa”, lo usaba porque aspiraba a lo contrario, y lo tenía solo como un recordatorio que le permitiera irse a tiempo, como realmente ocurrió al marcharse al otro lado?
Una cosa más que me olvidaba. En ese limbo del que hablo no hay lugar ni para papanatas, ni papamoscas, y si creen encontrarlo por su cara, lo que les aconsejo es que no lo compren.