“Se me persigue por haber denunciado el saqueo del Iosper, por haber denunciado a la mafia judicial, por haber expuesto a narcotraficantes, por haber sostenido —con pruebas— que el fiscal (Fernando) Martínez armó una causa. Esa denuncia la reitero y la mantengo, pero ni en la Fiscalía, ni en el Colegio, ni en la Sala Penal me han escuchado.” Reggiardo recuerda que cuando denunció al fiscal Ignacio Aramberri, el abogado Miguel Cullen, en nombre del Colegio de la Abogacía, le “prometió” que lo recibirían. “Nunca me llamaron. Y lo peor: salieron a apoyar públicamente al fiscal denunciado”, recordó.
Luego, señaló, Cullen “volvió a contactarlo diciendo que intervendría, que era amigo de Gamal Taleb y que iba a hablar con él por su situación. “No pasó nada. Mi situación no solo no mejoró: empeoró. Y el silencio institucional se volvió cómplice”, aseveró.
El abogado planteó además que mientras se le niegan audiencias y ningún integrante del Colegio de Abogados lo ha escuchado, “sí han avanzado contra él” en causas de ética. “He solicitado audiencias varias veces. Lo único que han hecho es sustanciar expedientes éticos en mi contra. Y aun así, me he presentado en todas, he contestado con seriedad, porque no tengo nada que ocultar. No me he quedado con nada fuera de la ley. Lo único que he hecho es denunciar lo que otros callan”, fustigó.
“Denuncié el escándalo de los contratos truchos en la Legislatura antes de que los roben. Denuncié a Cecilia Goyeneche, que no puede desmentir que le tapó al marido una sociedad con quien gerenciaba esos contratos. También denuncié a (el exvocal de la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia, Carlos) Chiara Díaz, que usaba los gastos reservados y fondos públicos para su propio beneficio. Eso no es ser un ‘denunciador serial’, como pretende algún sector de la prensa. Eso es tener compromiso con la verdad y con la ética pública”, setenció.
Reggiardo también cuestiona duramente al Instituto de Derecho Penal del Colegio de la Abogacia: “Cuando me animé a impugnar el pliego de una jueza, en lugar de dar espacio al análisis, salieron a empujar su nombramiento. Como si opinar sobre un juez fuera un sacrilegio. ¿Desde cuándo los abogados no podemos cuestionar designaciones si hay motivos para hacerlo? Es más importante que defendamos a los colegas perseguidos que avalar en silencio pliegos comprometidos”,
“El Colegio de Abogados se ha convertido en un espectador mudo —concluye—. No está para castigar a quienes alzan la voz, sino para proteger a quienes ejercemos con dignidad. Yo no pedí privilegios, pedí que se respete el Estado de Derecho. Lo que recibí fue hostigamiento, arbitrariedad y complicidad institucional”.