Rodrigo Angrizani cuenta que vino a tierras argentinas hace 20 años, para hacer un doctorado en el Museo de la Plata, con la dirección del Dr. Gustavo Politi. “Por esas cosas de la vida, vine por 4 años y hace 20 que estoy. Uno, además de estudiar, formarse, vive y establece raíces, lazos, familia”, contó durante una entrevista en el programa Despertá Con Nosotros, por Oíd Mortales Radio.
Angrizani conoce lugares de Entre Ríos, muchos de ellos en la zona del Río Uruguay, tal vez mejor que muchos de los que allí viven. Su primer nexo con Concordia fue Cristina Vasallo de Cetour, directora y fundadora del Museo de Antropología y Ciencias Naturales, que lo invitó a la capital del citrus. Años atrás se lo pudo ver rodilla en tierra en las barrancas del Uruguay explorando minuciosamente. “El río Uruguay, como el Paraná y toda la cuenca hidrográfica del Plata fueron fundamentales en la historia del desarrollo tanto ambiental como antropológico y social de esa región de Sudamérica. Esos ríos son vías naturales de tránsito tanto de animales, vegetación como de poblaciones humanas en períodos más recientes. Por eso –aclara Rodrigo- son tan importantes para entender los procesos a larga escala”.
Esos procesos “a larga escala” abarcan miles de años. “En cuanto a las ocupaciones humanas, tenemos conocimiento, información, evidencia material de la presencia de humanos en la cuenta del río Uruguay desde al menos 12.000 años antes del presente. Los sitios ya reconocidos con esa antigüedad están del lado oriental del río Uruguay. En Entre Ríos no tenemos evidencias directas fechadas con esa antigüedad, pero no se descarta que vayan a aparecer”, dice Angrizani, con la avidez propia del investigador que busca hasta encontrar.
Por sorprendente que parezca, este investigador del Conicet explica que la rocas de la región del río Uruguay habrían sido muy codiciadas por los humanos prehistóricos. Tanto que algunas aparecieron a miles de kilómetros, en forma de instrumentos: “Hay procesos de ocupación por parte de distintas poblaciones que han utilizado el río Uruguay como vía de transporte, de desplazamiento, de habitación, de explotación de recursos. Fue muy importante para las poblaciones prehistóricas, por la disponibilidad de materia prima lítica, o sea rocas, para la producción de instrumentos. Aparecen rocas procedentes de la cuenca del río Uruguay en la región pampeana, que fueron transportadas por estas poblaciones debido a sus cualidades. Demuestra no sólo esas condiciones técnicas que tendrían esas rocas sino también cómo las poblaciones se movían y entablaban relaciones comerciales, de saberes, probablemente de personas también”.
-¿En la costa del Uruguay hay muchos vestigios de los guaraníes y, en tiempos más recientes, de los jesuitas?
-El río Uruguay de alguna manera ha sido testigo y hoy día es archivo de la memoria de la ocupación humana. Por eso su importancia para nosotros en el presente, investigar el suelo del lugar y tratar de recuperar esa historia, registrarla y preservarla. El río Uruguay, sus barrancas, son importantes archivos, depósitos de la historia.
-¿Conoces la zona del Naranjal de Pereda en Concordia? Investigadores locales sostienen que ahí casi asoman a la superficie los rastros del pasado.
-Estuve en zonas aledañas donde hemos detectado vestigios arqueológicos. Conozco los informes previos sobre investigaciones, la información generada por Nelson Vasallo, que ya había recorrido ese lugar, como uno de los pioneros de la arqueología en la región. Luego creo que hay trabajos de Garayalde y Rodríguez, que también fue un arqueólogo referente importante de Concordia. Los informes nos brindan datos sobre la presencia tanto prehistórica como asociada al período colonial histórico, lo que da indicios –aunque se necesita una investigación más profunda- de la importante del lugar para contar la historia de larga duración, profunda, que no empieza con la llegada de los jesuitas sino que va mucho más atrás. -¿Cómo está Entre Ríos en materia de legislación para proteger hallazgos arqueológicos, lugares en donde aparezcan?
-Hay una ley nacional de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico que es la 25743, del año 2003. Establece la protección de objetos y lugares que puedan dar información sobre grupos socio culturales que habitaron el país en el pasado. Establece las obligaciones y sanciones ligadas a la protección de ese patrimonio. Determina que los bienes arqueológicos son públicos, no privados.
También hay una ley provincial, del año 2008, la 9867, que va en el mismo sentido que la ley nacional. Sería el ideal y lo esperable es que quien encontrase algo se comunicase con el Museo de la ciudad o la secretaría de cultura y que desde ahí se accione para que llamen a los investigadores dedicados a esos temas en la región. Y es una obligación de los emprendimientos de ingeniería civil hacer trabajos previos antes de cualquier alteración tanto de la superficie como del subsuelo.
Obras de gran magnitud, por ejemplo las financiadas por el BID, tienen obligación contractual debido a las normas de ese organismo, hacer estudios de impacto ambiental, que involucren tanto lo ecológico como lo socio ambiental, que incluye a la arqueología. Y prever estrategias de mitigación de los daños y de los impactos.
Del mate a una encendida defensa del Conicet
El diálogo con Rodrigo Angrizani giró primero hacia algo tan nuestro, simple y cotidiano como el mate. Y a manera de cierra, coronó en un fuerte llamado de atención para que el gobierno nacional no descuide la investigación científica.-¿Tomas mate?
-Sí, estoy tomando.
-¿Yerba argentina o la brasileña?
-Yerba argentina. Ya cuando vivía en Brasil tomaba con yerba argentina.
-Son muy distintas, ¿no?. La brasileña es muy verde, como si fuera recién cortada.
-Sí, como no estacionada. Ya cuando mi abuelo tomaba mate en mi casa, lo hacía con yerba argentina o uruguaya y con mate galleta. Y lo redescubrí en Argentina.
-¿Perteneces al Conicet de Diamante?
- Soy investigador del Conicet. Tengo proyectos de investigación. Además soy docente de la Universidad Nacional de la Plata y, efectivamente, vivo en Diamante, porque mi lugar de trabajo es el Centro de Investigaciones del Conicet de allí, que este jueves cumplió 29 años desde su fundación.
-¿Cuán compleja es la situación que atraviesa el Conicet en general y el centro de Diamante en particular?
-Nosotros, en el sistema público de investigación nacional, estamos pasando por un momento súper difícil, por el corte de la financiación de las investigaciones. Eso va a perjudicar y ya está perjudicando el desarrollo de muchos proyectos de investigación que tienen que ver con cosas de las que hablamos recién: protección patrimonial, reconstrucción del pasado, innovaciones tecnológicas que nos sirven para el presente, una serie de cosas que tienen que ver con la identidad de nuestra población, con la explotación adecuada de los recursos, el desarrollo de innovaciones que están en riesgo por la falta de financiación. En nuestro caso, por ejemplo, tenemos proyectos que han sido aprobados, han ganado el concurso para ser financiados, y que dejaron de hacerlo. Es un daño tremendo al desarrollo de la investigación y a la soberanía nacional y al desarrollo tecnológico de Argentina. La comunidad científica está preocupada por todo esto.
-¿Hubo despidos en Conicet Diamante?
-Hay un concurso sustanciado el año pasado donde participaron postulantes de varios lugares del país, se ha hecho todo el proceso, y nunca se le dio el alta a ese personal. Gente que no pudo empezar a trabajar a pesar de haber ganado un concurso. Hay becarios que tenían una extensión de la beca posdoctoral y este año se cortó y se quedaron sin trabajo y sin sueldo. Tenemos serias dificultades para abonar los servicios más básicos, como electricidad e internet. Además hacen falta recursos para las líneas de investigación, los análisis, y los elementos para el funcionamiento diario de los laboratorios.