Es por ello que recientes movimientos de suelo para el trazado de una calle, entre Salto Uruguayo y el Naranjal, a lo que se suman desmontes e incluso el comienzo de obras privadas bien al borde de las barrancas, han generado razonables inquietudes, centradas en la necesidad de salvar el rico patrimonio ambiental, histórico e incluso arqueológico que caracteriza a esa zona. “Estamos hablando de Salto Uruguayo al fondo, la zona ubicada contra el río. Es un sitio que muestra indicios de ocupación humana de hace más de 10 mil años, muy importante. Sobre todo en la etapa de ocupación colonial de nuestro territorio, formaba parte de las Misiones Jesuíticas”, explicó el profesor de historia Jerónimo Laneri, en diálogo con el programa Despertá Con Nosotros, por Oíd Mortales Radio. “La Misión de los Santos Reyes del Yapeyú tenía toda esta zona como parte de su jurisdicción, hasta lo que es el arroyo Yeruá. Con el correr del tiempo, las distintas Misiones se especializaron en sus labores y Yapeyú se dedicó a dos cuestiones: la cría de ganado y el traslado de la producción de todas las misiones hacia Buenos Aires. Es ahí donde cobra una importancia vital la zona de la que estamos hablando, porque como consecuencia de los dos saltos que tiene el río Uruguay, fue necesario establecer un puerto para anclar los barcos que venían de Buenos Aires, cruzar los saltos por tierra, y luego reembarcar hacia Yapeyú y lo mismo en sentido inverso. En este último caso –precisó Laneri-, la producción bajaba cuando se podía en Mandisoví o si no en San Gregorio, donde actualmente está Mocoretá, y se trasladaba por tierra hasta el salto chico, y de allí se reembarcaba a Buenos Aires”.
-Dicho con el vocabulario de hoy, era un verdadero centro logístico para el transporte.
-Exactamente. Los documentos históricos describen cómo era el sitio. Se destaca, como punto más relevante, por una cuestión cultural, la capilla que poseía San Antonio del Salto Chico, que era el nombre que recibía en aquel tiempo.
Ese sitio, luego de lo que fue la Revolución de Mayo, fue abandonado, aunque por poco tiempo. Entre 1831 y 1832 se oficializa e impulsa la fundación de lo que es la Villa de San Antonio de Padua de la Concordia, nuestra actual ciudad. En este sitio quedan, permanecen, varias construcciones del período anterior, y eso es lo que está en peligro con estas obras que se están llevando adelante.
-¿Qué han podido observar respecto del impacto de esas obras? Hubo movimientos de suelo para una calle y desmonte y obra privada a la vez. ¿El Consejo del Patrimonio ha podido expresar alguna preocupación al municipio, para extremar los cuidados para el resguardo?
-Esa ampliación de calle no sabemos si ocultó o destruyó partes de lo que podría ser un vestigio de ese período colonial, lo mismo que ese loteo que se está realizando. Es muy importante que en esos sitios haya un estudio de impacto arqueológico para saber si dentro de esos lotes hay algún tipo de material que sea importante de preservar. -¿Esta clase de estudios no se han hecho con antelación a estas obras que han comenzado?
-No. Cuando doy el aviso al Consejo Asesor del Patrimonio, me convocaron para que les cuente acerca del tema y terminé ingresando al Consejo para impulsar algunas acciones y solicitar la protección del sitio.
Curiosamente, siempre se supo de la importancia del lugar, hay cartelería que hace referencia a la historia, pero concretamente no hay dispuesta una protección específica para toda esa zona. Sí hubo un estudio hecho por el arqueólogo Jorge Rodríguez, quien solicitó la protección del sitio, pero, pareciera que nunca se llevó adelante.
Hemos tomado la decisión desde el Consejo de preparar un informe que explique todo, basándonos en la ley provincial 9686, sobre protección del patrimonio arqueológico, donde dice claramente que cuando se supone que puede haber destrucción del patrimonio arqueológico, se deben realizar estudios de manera obligatoria.
-¿Ese informe en preparación será elevado a la Municipalidad?
-Irá primero a la Secretaría de Obras Públicas, que es la autoridad de competencia.
-¿La idea es que se actúe antes de que sea demasiado tarde?
-Sí. De hecho, de modo particular, en 2020, hablando con alguien que ya hizo un estudio muy importante en la zona del Palmar y logró demostrar que los hornos de cal que están allí corresponden a este período de ocupación jesuítica y guaraní, presentamos una nota al Concejo Deliberante explicando que es un sitio histórico y arqueológico muy importante y que debe ser protegido. Veremos si ahora podemos darle impulso a aquella presentación de cuatro años atrás.
-A juzgar por ese antecedente que acabas de mencionar, es evidente que este no será el primer aviso a las autoridades para que el lugar sea protegido
-No, no. Pedidos hubo muchos. Desde la década del 90 hasta ahora deben haber pasado unos seis o siete.
-¿Qué relación encuentras entre nuestra cultura y la protección de sitios como este del que estamos hablando?
-Este sitio en concreto, histórico, arqueológico, habla mucho de nuestra identidad, de lo que somos y de lo que es nuestro pueblo. Incluso se entrelaza de manera profunda con aquellas personas, guaraníes misioneros, que lo habitaron. Rescatar esto es rescatar una parte muy importante de nuestra historia.
-¿Algún ejemplo exitoso para mirar de protección arqueológica en nuestra región?
-El Palmar es un ejemplo. Es lo más parecido a lo que tenemos acá en Concordia, reconocerlo como tal, protegerlo y explotarlo, mostrarlo a los turistas pero también a la ciudad. Muchas veces decimos “es parte de un privado y hace de eso lo que quiere”. Pero el privado tiene la obligación de protegerlo y también lo puede aprovechar y mostrar. Se debería avanzar en ese sentido, aprovechándolo para el turismo. Ponemos los carteles de que hay 300 años de historia, pero ¿dónde está esa historia? Está y se pueden lograr muchas cosas con la información que esos sitios nos dan. Es bueno que trabajen en conjunto lo público y lo privado. El propietario y el Estado para que se consiga la protección, sin vulnerar los derechos de una y otra parte.