La mamá del nene, Laura Dri, contó que “mi esposo antes plantaba y dejó, pero Francisco quiere seguir los pasos de su papá. Le encanta la tierra y tiene la mano santa”.
Con el dinero de la venta de las sandias, el pequeño logró cumplir su sueño. “Si bien fue un sacrificio, lo hizo con tanto amor y Dios nos ayudó a tener una buena cosecha, a pesar de la sequía y el tiempo, él tuvo una buena producción. Plantamos poquito, una hectárea y media”, dijo.
Francisco plantaba “y nosotros los ayudábamos, porque él hacia todo. Todos los días teníamos que regar porque no llovía, abonábamos la tierra y todo. Se levantaba a las 5 de mañana solito, para trabajar en la cosecha. Íbamos dos veces por día, a la mañana y a la tarde”, indicó.
“Mi hijo está feliz y quiere ir por más. Dice que el año que viene va a plantar diez hectáreas. Este año, por la pandemia nos la pasábamos en el campo, se llevaba todo lo de la escuela y estudiaba allá. Nunca dejó de estudiar”, mencionó orgullosa Laura.