Hasta la salida de Rodríguez Chirillo, el Ministerio de Economía parecía un búnker consolidado y aislado de los vedetismos de otros ministerios. ¿La renuncia es una primera señal de desorden, también ahí? Energía es un área sensible: tarifas, necesidad de inversión en infraestructura, evitar apagones, y otros, no son temas menores.
Así como en muchas áreas volaron cabezas, hubo cambios de rumbo inesperados y se generó cierta sensación de desorden, la cartera económica siempre conservó la línea, con una cúpula que tiene la experiencia de haber trabajado junta durante el gobierno de Macri y, aún antes, en la actividad privada. Esta cohesión viene siendo clave para que sus mensajes sean tomados en serio. Tan en serio como en el Ministerio se han tomado la tarea de reconstruir la credibilidad del gobierno ante la gente, y la de Argentina en el exterior.
Ni el déficit de credibilidad del gobierno ante la gente, ni el de credibilidad de Argentina a los ojos del mundo, son sencillos de revertir. No son sólo el aumento de la inflación y la pobreza, o los defaults históricos, sino que la palabra de Argentina y la de sus gobiernos está devaluada; prometen cosas, pero hacen otras. El equipo económico está embarcado en la tarea de borrar este prontuario y devolverle valor a la palabra.
Impacta la coherencia, que en otras áreas falta, en los discursos del Ministro, sus Secretarios, y el Presidente del Banco Central, como también su esfuerzo por moderar la ansiedad de sus interlocutores. Remarcan que el norte es claro y que, al final del camino, queda la economía liberal de mercado, sin controles de cambio, ni de comercio interior o exterior, con menos impuestos y con mejores leyes laborales y previsionales. Pero también destacan que llegar allí demanda atravesar etapas: consolidar el superávit fiscal, el fin de la emisión monetaria, y el ajuste de precios relativos es necesario para que la baja de la inflación se consolide, y permita luego que desaparezca el control de cambios y hacia las siguientes etapas.
La eliminación del impuesto PAIS al cumplirse el año que se prometió que duraría es una señal de que se quiere hacer valer la palabra. Como también lo son los anuncios diarios del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, que buscan simplificar la vida de la gente al eliminar trámites de los que sólo se beneficiaban unos pocos.
El veranito financiero del último mes sugiere que la estrategia de Economía podría estar teniendo éxito. Bajó el dólar paralelo, y se desplomó el riesgo-país. Si hace dos meses parecía imposible refinanciar los vencimientos de la deuda externa en el mercado voluntario, ahora, aunque falte, estamos cerca. Muchos países, con más deuda y déficit fiscal, no enfrentan restricción externa alguna, porque siempre cumplieron.
Los consensos, en Argentina, son cambiantes. Hoy parece prevalecer, aún en los sectores menos favorecidos, la idea de que los “planes platita” no son una solución y de que necesitamos un país más serio. Al parecer, se toleran la recesión, el desempleo, y la pobreza que viene generando el ajuste fiscal, y persiste la ilusión de que el esfuerzo, esta vez, vale la pena.
Como el mercado financiero empieza a dar crédito a la palabra argentina, también la gente parece dar crédito a la palabra del gobierno. De no defraudar este crédito, y de que la ilusión persista en los mercados, en los empresarios y en la gente, depende en gran medida que el rumbo logre consolidarse.