Hay negocios en los barrios que ya son parte de su patrimonio. De ellos surgen recuerdos del momento de “hacer los mandados”, del “fiado”, la charla al cruzarse con vecinos cuyas familias se conocían de toda la vida, clientes y comerciantes entre quienes la confianza era el valor primordial.
“Los bollos y las tortas negras, lo mejor de Colón”, “El pan cubano, una delicia”, “Riquísimas las galletas de chocolate y esas facturas gigantes”, “Ese pan a leña… El más rico” escuchamos al preguntar por la panadería más antigua de Colón. Y entre aromas y sabores, no falta quien destaca “la buena atención”.
El matrimonio compuesto por Julio Eduardo Saffores y María Norma Juárez está al frente de “Panadería los 3 hermanos”, que casi 52 años después sigue generando los mismos comentarios.
Fue fundada el 16 de junio de 1972, en Alberdi y Salta, por los hermanos Julio, Carlos y Héctor Saffores. Una década después se trasladó a Paso de los Andes 622, donde sigue en pie. Entre idas y vueltas a la cocina y el saludo de sus clientes, Julio y María conversaron con El Entre Ríos, en una mañana de este otoño 2024.
En los comienzos, Carlos era el encargado de la elaboración, cuenta el único de los hermanos que perdura en el emprendimiento. Su esposa, su hijo y su nuera completan el equipo.
Durante la charla vienen a la memoria otras panaderías de aquellos tiempos que ya cerraron sus puertas. “Somos la más antigua de Colón y creo que la única con horno a leña”, señala.
Pasó más de medio siglo. Algunas cosas cambiaron. Otras, le ganaron al tiempo.
“Aumentaron mucho la harina, la levadura y el resto de los ingredientes; además de la energía eléctrica. Hay cosas que ya no hacemos porque no dejan ganancia”.
“Hubo una gran merma en las ventas por los precios, aunque de todas formas trabajamos bien”, comenta María. Venden el kilo de pan a $1.000; también se lucen en las vitrinas tortitas negras, cremonas, facturas, pan rallado y galletas de chocolate.
A la par, son testigos de las carencias que se hicieron más notorias con el paso de los años y que Julio sabe paliar con algunos pancitos. “No me vienen a robar, vienen a pedir”, dice marcando la diferencia.
Sus clientes siguen siendo los vecinos de Colón, “la gente del barrio que siempre ha venido”. A veces llega algún turista, “porque lo recomiendan”.