Considero que el primer paso no debe ser otro que adoptar la consigna del título, en toda su dimensión; evitar la resignación y el lamento plañidero y nostálgico que añora un pasado que no va volver pero que se agota en sí mismo. Propongo por el contrario que nos tracemos, con visión de futuro, un objetivo ambicioso, que recupere y valorice lo mejor que tuvimos pero que también le adicione algo más. O sea, volver a tener la mejor playa de río de la Argentina, con todos los servicios que ello implica, complementada con un camping en condiciones adecuadas, complejos de cabañas y servicios de alojamiento y gastronómicos, un sitio para amarre de embarcaciones, un parque y reserva natural, etc.
Puedo imaginar al lector, en este punto, coincidiendo más o menos con los objetivos pero planteando dos objeciones centrales. Primera: Pelay se inunda y el río se llevó la arena, no se puede evitar. Segunda: nadie va a poner las inversiones que se requieren para un objetivo tan ambicioso; ergo, “no se puede”.
Determinación para superar escollos
Pretendo demostrar que, por el contrario, se puede superar esos escollos, que obviamente existen y requieren decisiones correctas para sortearlos.En primer lugar, las condiciones naturales del lugar no deberían ser un obstáculo que impida que se transforme en un sitio atractivo para uruguayenses y visitantes, básicamente en verano pero también durante todo el año, si se lo acondiciona con las mejoras que se requieren a tal efecto. Construcciones palafíticas, elevadas y resueltas con materiales y tecnologías que tengan en cuenta los desafíos de la condición de “área de paisaje frágil”, tal como se la considera en la propuesta de nuevo código de ordenamiento territorial que seguramente tendrá tratamiento legislativo en el concejo deliberante de Concepción del Uruguay en 2023, pueden constituir una respuesta adecuada al carácter de inundable que presenta el sitio. La calidad de la playa podría asegurarse con refulado y con acciones complementarias. Adicionalmente, en etapas posteriores, podría pensarse en un puente y un camino más elevados que los actuales.
Con respecto a la segunda objeción podría pensarse en un esquema financiero que recurra a la inversión privada y demande cero pesos de recursos públicos. El camino a seguir podría constar de los siguientes pasos:
Elaborar un proyecto a largo plazo, con etapas intermedias sucesivas; definiendo un programa de necesidades y las obras que se requieren; paradores, bares, comedores, cabañas, bungalows, sanitarios, lavaderos, sectores de camping, amarras náuticas, miradores, senderos, áreas deportivas y de juegos, reserva natural, etc. El proyecto podría surgir de un concurso nacional de ideas y anteproyectos.
Convocar a una licitación pública (o varias) para concesionar la explotación de los servicios de todo tipo que se presten en el complejo turístico y recreativo. El concesionario obtendría la posibilidad de explotarlo por un período extenso de tiempo, de modo tal de permitir las inversiones que se requieran.
Todo el proyecto debería contemplar de modo especial el cuidado de la calidad ambiental con criterios de sostenibilidad, incluyendo planes de gestión de residuos, de saneamiento, de manejo de la biodiversidad y los ecosistemas, etc.
¿Hay otros caminos posibles? Debería haberlos. Bienvenidos al debate y la discusión de ideas. Lo que no podemos hacer de ninguna manera es resignarnos y aceptar mansamente que no se puede. Recuperemos Banco Pelay. Se puede.