A veces da la sensación que dedicarse a la política militante implicaría tener que saber mentir, y quien más y mejor miente tendría mayor potencialidad en una carrera. Pero no alcanza sólo con saber mentir, sino en adueñarse de la verdad, el relato como se solía decir, y esto implica lograr persuadir, seducir y también imponer.
La construcción del monopolio de la verdad no se hace sólo, sino usando fundamentalmente a la comunicación política, y aquí las redes sociales y los medios masivos de comunicación son los socios necesarios, pero no alcanzan, y aparecen los trolls, entonces vemos en la construcción de esta verdad como operan aquellos opinólogos, el periodismo militante que existen en todas las expresiones políticas por más que nadie o casi nadie se acepte a sí mismo como imbuido de subjetividad ideológica.
Esta semana fue un fiel reflejo, están aquellos que sentían la ansiedad de revivir un 2001, y una salida abrupta del actual gobierno, también están aquellos que se niegan a ver la realidad de que el gobierno no está logrando sus objetivos, salvo que no hayan mentido y sí lo estén logrando (basta ver vídeos y entrevistas previas a diciembre de 2015 – conocida como la campaña del miedo- donde se anunciaba que muchas de estas cosas iban a suceder, y se negaba enfáticamente que eso fuese posible) , también quienes saben que las cosas están mal pero entienden que la política se basa en el engaño, como la guerra y prefieren salir a embarrar la cancha, generando sospechas de un golpe financiero, de conspiraciones, y cualquier parecido a los argumentos K no son coincidencia.
El duro ejercicio de la autocrítica sigue siendo una cuenta pendiente de la política, pero es verdad que también estamos quienes queremos que este gobierno finalice su mandato, y nos sentimos cada vez más en las antípodas ideológicas del mismo, pero confiamos en la necesidad del respeto de las instituciones, y de lograr separar a la mentira de la política, porque así no se puede más.
Por eso tal vez quienes creemos en un peronismo republicano todavía tengamos la necesidad de construir un espacio competitivo, y lograr ser una verdadera opción, pero con eso no alcanza. Ese quizás sea el mayor error de este gobierno, que se percibe cada vez más encerrado, incluso dejando cada vez más alejado a aliados de sus propio frente.
La cita del filósofo italiano la cual compartimos en su integralidad dice “la verdad como absoluta, correspondencia objetiva, entendida como última instancia y valor de base, es un peligro más que un valor. Conduce a la república de los filósofos, los expertos y los técnicos, y, al límite, al Estado ético, que pretende poder decidir cuál es el verdadero bien de los ciudadanos, incluso contra su opinión y sus preferencias. Allí donde la política busca la verdad no puede haber democracia (…) la verdad de la política deberá buscarse sobre todo en la construcción de un consenso y de una amistad civil que hagan posible la verdad también en el sentido descriptivo del término”
Solamente lograremos dar pasos hacia adelante con la verdad, pero entendiendo que esta se construye únicamente por medio del consenso, y este se logra si también sentamos a la mesa a aquellos que aborrecemos, porque como dice la biblia qué sentido tiene querer a quienes nos quieren, el verdadero desafío es querer a aquellos que nos odian. La historia argentina está plagada de odios y resentimientos, y de una hipocresía atroz, que no nos permite madurar. La política no debe buscar la verdad, debe construir el consenso, fortalecer la democracia, y la verdad surgirá sola, sin esfuerzo.