El ordenamiento de la economía es un eje central del plan de gobierno de Milei. Solucionados el capítulo fiscal y el capítulo monetario, con la eliminación de los pasivos remunerados del Banco Central, el foco se ha volcado ahora hacia el capítulo cambiario.
El intríngulis en este frente consiste en encontrar un mecanismo para que el Banco Central logre acumular reservas. Es cierto que levantar el cepo sin reservas podría ser suicida, y arruinar lo conseguido hasta el momento en materia fiscal y monetaria. Pero, por otra parte, también parece cierto que cuesta ver cómo se logrará acumular reservas mientras esté vigente el cepo.
Es el cuento del huevo y la gallina: si no se acumulan reservas, no baja el riesgo-país, no se pueden renovar los vencimientos y hay que perder reservas para pagarlos, lo cual pone en riesgo los pagos posteriores. El Gobierno ha anunciado que contará con los fondos para cancelar los próximos tres pagos de los bonos, aún sin acceso al mercado de capitales. Sin embargo, el mercado no se ha conmovido: espera señales de que se podrán acumular reservas por las buenas, y no mediante artificios como empeñar el oro o los bonos que están en el activo del BCRA – una maniobra que al momento de pagar haría caer las reservas.
Que se haga este tipo de anuncios parecería responder al hecho de que el acceso a nuevos fondos del FMI o del mercado de capitales ha sido esquivo. Esto parece tener frustrado al equipo económico, que no parece entender que la disciplina fiscal y monetaria, la renovación del swap con el Banco de China, y la aprobación de la Ley de Bases no sean suficientes.
Al final de cuentas, la credibilidad del mercado de bonos parece depender de la remoción de los controles de capital. El mercado y el FMI parecían esperar noticias al respecto para junio, pero no las encontró. Sin entrar en simplificaciones exageradas, no se puede soslayar que esa falta de noticias fue concomitante con la caída de los precios de los bonos.
Salir del cepo parece necesario para que haya un flujo genuino de fondos hacia el país. No sólo para los inversores en bonos, sino, probablemente, también para que los anuncios de proyectos que sucedió al Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) se empiecen a ejecutar. En tanto no haya una señal clara respecto del programa de salida del cepo, la ejecución (es decir, la llegada de los dólares para la inversión) será lenta.
La unificación del mercado de cambios parece más importante incluso que el anuncio de algún acuerdo con el FMI. Éste sería un asunto extraordinario, no repetible. El otro le daría credibilidad, y durabilidad, al ingreso de capitales.
El Gobierno le encontró la vuelta a los problemas fiscal y monetario, y debería contar con el beneficio de la duda respecto de su capacidad para resolver el problema de la acumulación de reservas. La diferencia en este frente, respecto de los otros dos, es que en este juega el mundo. Los dólares se producen en otras latitudes; no los podemos fabricar, sino que necesitamos atraerlos. La tarea del Gobierno será balancear la ansiedad del mercado con la necesidad de sumar dólares a las arcas del BCRA, para que los logros alcanzados hasta ahora no se pierdan.