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No se trata de un juego de niños

Sol Castro es una periodista nostálgica. Es por eso que no es extraño que en una nota traiga a colación recuerdos de su niñez diciendo que, cuando era pequeña, uno de los juegos tradicionales que más disfrutaba era el de las escondidas. Agrega que solía hacerlo con amigos en el patio de casa, que era extenso, con árboles y arbustos de todos los tamaños y colores, o en la cuadra del barrio. Añade que el momento ideal era el atardecer o la noche, porque así era más difícil encontrar a los jugadores y de ese modo, el asunto se ponía más interesante. La oscuridad era aliada de quienes se refugiaban en los más insólitos lugares, para no ser descubiertos.

Por otra parte desconozco si es un conocimiento común el referido al realismo mágico. De allí que no está demás repetir que se trata de un movimiento literario, que en las últimas décadas del siglo pasado produjo una verdadera explosión en nuestra América Latina y del que es su máxima expresión la novela Cien Años de Soledad, del escritor colombiano Gabriel García Márquez. A la vez como se ha destacado no es una expresión literaria mágica, ya que su finalidad no es suscitar emociones, sino, más bien, expresarlas, y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad, que se pone de manifiesto en la pretensión de dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal.

Ambas digresiones resultan pertinentes, dado que entre nosotros se viene dando la curiosa circunstancia de ver a caballeros y damas adultos buscando la manera de jugar a la escondida, a pesar de su mayoría de edad en muchos casos avanzada. Lo que resulta explicable, ya que desde hace más de una década hemos asistido al intento de teñir nuestra realidad con magia.

De allí que no solo se haya dado el caso de que lo que eran bóvedas destinadas a guardar dinero, se conviertan de un día para otros en bodegas para añejar vino de guarda; o se haya sabido de en apariencia honorables señorones, que no tienen mejor idea que saltar los muros de un convento cargando en sus espaldas bolsones repletos de dólares; o que quien fuera un alto funcionario de un gobernador con fama de incorruptible no haya fabulado, cuando tuvo la ocurrencia de implantar a la vera de la pileta de natación en su vivienda de un barrio cerrado la estatua de un dragón de bronce con una altura de tres metros, que daba cuenta de una impavidez que si bien le impedía provocar temor, de cualquier manera inspiraba respeto. Aunque recién ahora se ha sabido que en su interior contaba con un recinto que tanto servía para guardas cloro u ojotas, como una millonada de dólares?

Existe la posibilidad de que en el futuro se produzcan situaciones parecidas, dado lo cual o se me ocurre que sería bueno inventar un juego del escondite que no tuviera como finalidad mover las piernas y agitarse de una manera divertida; sino que fuera un juego de ingenio, en el que resultara ganador el que señalase cual es el mejor lugar para esconder una gran cantidad de dinero en efectivo, de manera que nadie sea capaz de llegar a descubrir su existencia.

Todo ello sin dejar de reconocer que las enseñanzas que juegos de este tipo permiten recoger, en lo que no es un pasatiempo de chicos sino está especialmente dirigido a personas mayores, hubieran resultado de utilidad, si alguien años antes se le hubiera ocurrido la idea de imaginarlo y difundirlo, aunque mejor es tarde que nunca.

Cuando la tragedia se repite como comedia


Alguien que era más que un crítico literario dijo de esto no hace mucho que: sin hacer la búsqueda en Google arriesgo que el top de tres de frases de Marx debe estar entre "Proletarios del mundo, únanse", "Hay un fantasma que recorre Europa" y "La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa". Y agregaba que las dos primeras, claro, son del Manifiesto Comunista, más precisamente su invocación final y su (magnífica) línea de apertura, respectivamente.

En cambio señala que la tercera cita, la que aquí me interesa, es de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, un ensayo que disecciona el golpe de estado que en Francia había dado el año anterior el sobrino de Napoleón Bonaparte. Nuestro autor señala a la vez que los eruditos en historia y teoría marxista no se ponen de acuerdo en la fuente exacta de la obra de Hegel de la que surgiría la frase de Marx, que citada in extenso dice: "Hegel dice en alguna parte que la historia se repite dos veces. Le faltó agregar: primero como tragedia y después como farsa".

Por mi parte no puedo dejar de destacar que no faltará quien con una mirada corta hacia atrás en nuestra historia creerá ver la confirmación de esa reflexión marxista, en el hecho que entre nosotros la historia se ha repetido también dos veces, una como tragedia en los tiempos obscuramente revueltos de la década del setenta del siglo paso, y otra como farsa o comedia con lo ocurrido en la casi actual década ganada y sus secuelas.

Por mi parte, me atrevo, no sin temor, a dejar sentada una discrepancia, ya que estimo que entre nosotros la misma historia se ha repetido más de dos veces. Y que lo ha hecho en muchísimas desgraciadas circunstancias, más allá que el ver jugar a las escondidas a gente grande mirando benévolamente las cosas, puede llevar a considerarse como una comedia.

Cuando la comedia termina en tragedia


Roberto Bolaños (1953–2003) es un malogrado escritor y poeta chileno, cuya fama en vida se agigantó, en círculos de los que se denominan lectura de culto, después de su muerte; y del que sus obras más conocidas son dos verdaderamente maestras: "Los Detectives Salvajes" y "2666" (publicada de manera póstuma en 2004). Y que fue en la presentación del primero de esos textos en una feria del libro en Barcelona donde dio a conocer un poema-programa que en forma repetitiva afirma que todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia. Todo lo que empieza como comedia acaba como tragicomedia. Todo lo que empieza como comedia acaba indefectiblemente como comedia. Todo lo que empieza como comedia acaba como ejercicio criptográfico. Todo lo que empieza como comedia acaba como película de terror. Todo lo que empieza como comedia indefectiblemente acaba como misterio. Todo lo que empieza como comedia acaba como responso en el vacío.

Y concluye con lo que es el sarcasmo llevado a su extremo amargo: Todo lo que empieza como comedia acaba como monólogo cómico, pero ya no nos reímos.

De donde Bolaño ( al que no hay que confundir con Roberto el chavo Gómez Bolaños) venía de esa manera a poner el pensamiento de Marx patas para arriba al invertirlo de una manera que puede sonar a cínica.

La vida no es una representación teatral


Aunque la vida está salpicada por una sucesión interminable de tragedias y comedias sucesivas, la única manera de superar una visión de ella que así concebida suena a cínica, es tomar conciencia de que la vida es una cosa bien distinta a una representación de una obra de teatro, de cualquiera de las categorías que conforman el género teatral.

De lo que se trata entonces es de tomarla en serio y vivirla de esa manera. Ya que en el hacerlo (sobre todo si una mayoría lo hace) está el primer paso, para una vida mejor. Es que como si es cierto aquello que decía un poeta español, cuando conjeturaba que la felicidad no existe sino existen solo momentos de alegría, la única forma de morigerar los lapsos de tragedia que inevitablemente cruzan nuestra vida, y de no caer en el escándalo de hablar de una comedia humana, es a la vida valorarla y (lo repito) tomarla en serio.

Algo que en nuestro caso pasa por darle fin al juego a las escondidas de gente grande al que me he referido, ya que se trata de algo que debe acabar de la manera más rápida y justa posible. Tanto por el carácter ejemplar que tendría una salida de este tipo como porque el lograrlo nos ayudaría a dejar de mirar al pasado reciente como si todavía estuviéramos inmersos en él, y comenzar a marchar en forma denodada mirando hacia adelante.

Se debe dejar de pensar en salidas mágicas y rápidas para nuestra crisis, ya que el cambio indispensable no puede sino ser el resultado de un largo y tenaz ejercicio de prudencia ecuánime y de paciencia.

Es por eso que la cuestión que aquí se hace presente es acertar en el método apropiado para alcanzar el objetivo al que hemos sido convocados. Y que un primer paso en esa dirección reside en tener presente que debemos estar alerta respecto a propuestas tanto peligrosas como de dudosa constitucionalidad que al respecto se escuchan.

Tal el caso de una de ellas, que reclama la acumulación de todas las causas penales vinculadas con la corrupción gubernamental vivida, en una mega-causa a cargo de un único tribunal, al que si fuera poco tendría que ajustarse a un régimen procesal acelerado.

Propuesta que tiene olor a la conformación de una comisión especial; decisión que chocaría con claras disposiciones constitucionales.

Otra: acabar (o sea destituir) a los jueces federales que en relación a este tipo de causas, se los denomina magistrados con dos velocidades, entendiendo al tiempo en que permanecieron haciendo la plancha en causas abiertas contra funcionarios de la anterior administración, y que ahora se los ve despertar y dar muestras de una desusada hiperactividad.

Es que propuestas de este tipo suenan sino a más de lo mismo, a fuegos de artificio. Cuando de lo que se trata es de lograr que cada uno saque lo mejor de sí, como lo he remarcado, o se avance a lograr un cambio cultural como exigen quienes vienen a proclamar lo mismo de una manera diferente.

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