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El acto de este 3 de febrero en Concordia, recordando la Batalla de Caseros, se volvió una lección de historia, a través de la participación de Bernardo Salduna, abogado, historiador, ex integrante del Superior Tribunal de Justicia, exlegislador nacional y presidente Asociación “Justo J. de Urquiza”

En Plaza Urquiza, Salduna trazó una reseña del contexto en el que aconteció la batalla de Caseros y, sobre todo, sus consecuencias: la organización nacional, vía Constitución de 1853.

“En momentos que parecen ganar lugar discursos de odio, intolerancia o discriminación, cobrar importancia recordar a don Justo José de Urquiza y aquella frase suya ‘siendo desgraciado, no pregunto de qué pelo es’. Y abrió generosamente Entre Ríos, refugio de los perseguidos de todas las latitudes. Y después, a través del generoso llamado del Preámbulo “a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, resaltó Salduna.

“Cumplir la Constitución, buscar el acuerdo y el consenso, poner la solución política por encima del triunfo militar, favorecer la convivencia y armonía por encima de la raza, la religión o la condición social es la gran lección de Urquiza en la Historia”, enfatizó.
El discurso de Salduna, completo:
Hace breves instantes, recordando otro 3 de febrero, esta vez de 1813, acabamos de rendir merecido homenaje a San Martín y al glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo que en San Lorenzo tuvieron su bautismo de fuego en defensa de los primeros combates por la libertad e independencia.

En esa heroica lucha por la independencia de la cual es sin duda San Martín la figura principal y el gran motor que simboliza el logro del primer gran sueño argentino y americano.

Ese sueño independentista se hizo realidad en nuestras provincia el 29 de junio de 1815 , en el Congreso de Oriente , convocado en Arroyo de la China por José Artigas.

En el resto de las provincias a partir del Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816.

Cumplido, vino la necesaria nueva etapa: a formar y organizar la nueva nación.

Ese nuevo sueño fue tan revolucionario como el primero, el de la Independencia, ya que tendía a romper con todo lo tradicionalmente vigente.

Desde ya que no podía ser a imagen y semejanza del modelo medieval de la monarquía española, que había regido durante cuatro siglos.

Se soñaba con una nueva nación moderna, asumiendo con audacia revolucionaria las ideas de república, de democracia representativa, y de sistema federal de gobierno, abandonando las ideas centralistas y absolutistas de las monarquías ya decadentes.

Ese anhelo de los padres de la Patria y de las mentes más lúcidas de los revolucionarios de Mayo se vio frustrada por más de treinta años.

Primero luchas internas, guerras sangrientas entre provincias, diferencias sobre modelos de gobierno.

Más tarde, consecuencia casi natural del desorden y la anarquía, el surgimiento de una dictadura, larga, estéril y retrógrada, como fue la de Juan Manuel de Rosas

A la que puso fin Caseros, la batalla del 3 de febrero de 1852, cuyo aniversario hoy estamos recordando.

Más que el suceso militar en sí que no importa tanto, hay que detenerse en sus consecuencias: la Constitución de 1853, la creación del Estado nacional argentino y la organización definitiva de ese conglomerado amorfo de provincias bajo la forma representativa, republicana y federal.

Sin duda el motor principal de la conquista de ese nuevo sueño argentino fue Justo José de Urquiza.

San Martín y Urquiza son así los actores principales que impulsaron los dos primeros grandes sueños argentinos: la Independencia y la Organización Nacional.

Pero no se detuvo allí la acción trascendental de Urquiza.

Lograda la independencia y la organización nacional era necesario poner en marcha a la nueva nación y asegurarle un destino de progreso y bienestar.

Había que superar la larga noche del atraso en la que mantuvo Rosas al país durante más de veinte años, mientras el mundo progresaba montado en una asombrosa revolución tecnológica.

Urquiza ya gobernador de la provincia de Entre Ríos concreta la idea de difundir civilización promoviendo la educación en sentido integral: enseñanza primaria, secundaria, superior y especial, educación femenina, teatro, bibliotecas, periodismo y escuelas de artes y oficios.

Muestra de eso es la creación, en 1849, del Colegio Nacional que lleva su nombre “Justo José de Urquiza”, donde se educaron generaciones de entrerrianos (tres presidentes argentinos y uno de Paraguay).

Ya al frente del poder nacional, impulsó la inmigración de colonos experimentados y trabajadores, el desarrollo del ferrocarril, del telégrafo, de la navegación, de la industria, de la educación, etc.

Apenas treinta años después de Caseros, la Argentina con su población cuadruplicada con aportes de inmigrantes de todas partes, era una de las principales naciones del mundo.

Llegó a ser la sexta economía del planeta, el primer exportador de carne y trigo; el país con la mayor red ferroviaria, telefónica y telegráfica de Sudamérica; con el menor número de analfabetos.

La insistencia del siempre merecido homenaje al más grande de los entrerrianos y una de las más grandes figuras argentinas radica, en la actualidad de su mensaje, del cual destaco tres aspectos trascendentes: el primero, que no sólo fue el inspirador y promotor de la Constitución, sino que se obstinó en ser su más fiel cumplidor: hasta el propio Alberdi llegó a sugerirle la posibilidad, terminado su mandato como presidente de hacerse reelegir: el prefirió “la gloria de Washington”, el hijo preclaro del Estados Unidos que, en su momento, negó esa posibilidad, violatoria de la Carta fundamental.

A veces, con violencia de sus propias convicciones políticas enseñó a sostener y defender ese régimen constitucional logrado con tanto sacrificio, respetando sus disposiciones para superar la anarquía producto de la vocación montonera residual (caso del Chacho Peñaloza, o Felipe Varela) que no advertía la necesidad de someterse a los beneficios de una nación organizada).

El otro aspecto a valorar fue, siendo jefe militar invicto, porque nunca perdió una batalla, su inclinación a transar, a negociar, a consensuar.

Dio muestras de ello, vencedor en Caseros cuando proclamó “ni vencedores ni vencidos” y llamó a los gobernadores, rosistas la mayoría a acordar en San Nicolás, las bases del Congreso Constituyente a reunirse en Santa Fe y que nos diera la Constitución.

La transacción con la provincia rebelde de Buenos Aires, vencida en Cepeda y acordada su incorporación en el Pacto de San José de Flores.

Los porteños no le perdonaron su convocatoria a los gobernadores Acuerdo de San Nicolás. Planearon asesinarlo.

Supuestos federales de varias provincias que anhelaban separarse y ponerse bajo la protección de Brasil no le perdonaron su acuerdo con Mitre que salvó la unidad territorial evitando que se separaran Buenos Aires y la actual Patagonia.

Y estos, sí lo asesinaron en aquel trágico atardecer de abril de 1870.

El tercer aspecto, no menos valorable: en momentos que parecen ganar lugar discursos de odio, intolerancia o discriminación, cobrar importancia recordar a don Justo en su frase “siendo desgraciado, no pregunto de qué pelo es”. Y abrió generosamente Entre Ríos, refugio de los perseguidos de todas las latitudes. Y después, a través del generoso llamado del Preámbulo “a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”

Cumplir la Constitución, buscar el acuerdo y el consenso, poner la solución política por encima del triunfo militar, favorecer la convivencia y armonía por encima de la raza, la religión o la condición social es la gran lección de Urquiza en la Historia.

¡MIENTRAS LA CONSTITUCIÓN DE 1853 ESTE VIGENTE, URQUIZA VIVE!
Fuente: El Entre Ríos

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