Ocurrió en la madrugada del 19 de julio de 1998 –hace de esto, 23 años–, cuando la camioneta que los transportaba de regreso de un baile en Colonia Hocker, a la que habían subido “haciendo dedo”, cayó en un zanjón con un espejo de agua en un camino vecinal de ripio, ubicado a unos 2 kilómetros del acceso a Villa Elisa.
¿Las causas del hecho? Nunca quedaron del todo establecidas como tampoco las eventuales responsabilidades, pero cuenta la leyenda popular que el rodado pasó a la mano contraria y cayó a la alcantarilla que se terminó convirtiendo en el lecho de muerte para 9 de las 17 personas que viajaban a bordo de la recordada Dodge, tipo pick up, dominio E 089 762.
Era la primera vez que una tragedia de estas características sacudía a la localidad del Departamento Colón, que en ese momento no superaba los 10 mil habitantes y su “calma chicha” la hacía mera espectadora de las noticias policiales que se producían fuera de su jurisdicción.
Aquí, el repaso de una emblemática historia desde el archivo de la edición impresa de El Entre Ríos, nutrido también por otras publicaciones del momento, que permiten perpetrar lo ocurrido desde aquella madrugada hasta su primer aniversario.
Nueve muertos, ocho sobrevivientes
Era fin de semana en vacaciones de invierno, previo al Día del Amigo. Habían coincidido en un evento bailable organizado en Hocker, pero eran las 6 de la mañana y debían volver a casa, recorriendo los escasos kilómetros que separan a ambas localidades.En la vieja camioneta Dodge iban 17 jóvenes. Tres adelante –manejaba Flavio Magallanes, por entonces de 25 años de edad– y 14 atrás, en la caja. Los 9 que murieron iban en ese lugar: los hermanos Roxana (18) y José Rolón (20), los hermanos Raúl (16) y José Rivero (19), Adolfo Francou (20), Eduardo Ruiz (17), Miguel Rodríguez (15) y las medio hermanas Patricia Korenchuk (22) y Marisol Vargas, de tan solo 14 años. El hermano gemelo de Marisol, Mario, viajaba junto a ella pero se salvó, al igual que los otros 7 jóvenes.
A pesar de que en el espejo el agua no superaba los 50 centímetros de profundidad, siete de las víctimas murieron a causa de asfixia por inmersión y otras dos aplastadas por el vehículo.
En tanto, quienes resultaron ilesos fueron identificados como Flavio Magallanes, quien conducía la camioneta; Daniel Antonín, Darío Vergara, Gustavo Casse, José Luis Panelo, Jorge Izaguirre, Gustavo Bren y Mario Vargas. Todos ellos salvaron milagrosamente sus vidas, fueron revisados en el hospital local y recibieron el alta médico, convirtiéndose en los únicos testigos del accidente.
Inolvidable despedida
Cientos y cientos de vecinos desfilaron por las instalaciones del polideportivo municipal, donde se montó el velorio para dar el último adiós a las nueve víctimas fatales del accidente.Desde ese mismo lugar, medios de alcance nacional –como Clarín, La Nación, América, Telefé y Canal 13– transmitían hacia todo el país “el dolor de un pueblo entrerriano”, poniendo a Villa Elisa en el centro de la escena. Padres, hermanos y familiares de los jóvenes fallecidos se abrazaban y lloraban frente a los féretros, rodeados por una multitud que se acercaba a dar sus condolencias con ramos de flores caseros, que lograban opacar las coquetas coronas oficiales. Según figura en crónicas periodísticas de la época, los nueve ataúdes estaban dispuestos a lo ancho del gimnasio cerrado del polideportivo, separados un metro y medio uno de otro, mientras que los nombres de cada uno de los jóvenes estaban escritos a mano, con tinta azul, sobre cartulinas blancas.
En ese contexto, el entonces intendente Carlos Alberto Putallaz había decretado duelo a nivel local, para que los vecinos pudieran participar de la sepultura de sus restos, tras ser velados de manera conjunta durante una cruda jornada invernal.
El triste ritual del sepelio parecía interminable: cinco coches fúnebres con otros tantos féretros en su interior transitaban lentamente las doce cuadras que separan al polideportivo del cementerio local, autos negros que debían regresar enseguida en busca de los cuatro cajones restantes.
In memoriam
Ahora, a 23 años de aquel fatídico día, el dolor por la tragedia de estos nueve jóvenes permanece intacto aunque silencioso, en la memoria colectiva de buena parte de la comunidad de Villa Elisa.“VILLA ELISA – 19 DE JULIO. Día del dolor y del recuerdo. Un minuto ahogó nueve sueños pintando de desoladora tristeza aquél amanecer”, reza la placa de un monolito emplazado en la zona donde ocurrió el accidente, entre Villa Elisa y Hocker. Una cruz, rodeada por nueve troncos que representan a cada víctima de la tragedia, en inmediaciones de la calzada donde perdieron la vida, hoy paradójicamente sin agua.