Hoy se cumplen 60 años del golpe de estado que destituyó al presidente constitucional Arturo Frondizi, luego de haber resistido -como ningún otro primer mandatario - más de 30 intentos de derrocamiento durante su gobierno.
Aquel golpe de estado puso fin al gobierno del estadista que soñó y luchó por lograr el desarrollo integral de nuestra nación y de sus habitantes, sustentado en la calidad de sus instituciones republicanas, y en el acceso por parte de todos los argentinos a la justicia, la salud, la educación y la cultura. En aras del desarrollo, propulsó la investigación científica y el desarrollo tecnológico, el crecimiento y modernización de la industria nacional, la apertura de la economía a la inversión externa y a la exportación. Para lograrlo, promovió numerosas e importantes obras de infraestructura incluso en los rincones más recónditos de nuestra patria, poniendo al frente de los ministerios correspondientes a funcionarios designados sobre la base de estrictos requisitos de honestidad e idoneidad.
Los intentos de golpe de estado a los que estuvo expuesto hasta su derrocamiento no le permitieron desarrollar todo el potencial de sus ideas. Sin embargo, no bajó los brazos en su empeño por una Argentina desarrollada y pujante. Luego de su ilegítima destitución el 29 de marzo de 1962, Frondizi fue privado de la libertad en Martín García hasta el 3 de marzo de 1963, fecha en la cual fue trasladado a las afueras de la ciudad de Bariloche, con el objetivo de impedir que, desde la isla, influyese en las decisiones políticas y electorales.
No era la primera vez que Frondizi afrontaba una ilegítima privación de la libertad, pero la sufrida en 1962 se agravaba por su investidura presidencial. Sin embargo, su fortaleza de espíritu y su paz interior, sumados a su hábito de estudiosidad, hicieron de aquella soledad desértica de un año y medio, plagada de calumnias e injurias y de conspiraciones para asesinarlo, un vergel que produjo abundantes frutos para los argentinos.
“Así como en Martín García -su encierro previo- se obstinó por indagar el pasado insular del presidio histórico (de Garay a Yrigoyen)..., en los Andes australes no hizo otra cosa que hurgar toda biblioteca, fichar temas y escribir” (Frondizi, preso en la Patagonia. Una entrevista inusual en día de elecciones, publicada el 21/10/2001). En aquel desierto patagónico se gestó Breve Historia de un Yanqui que proyectó industrializar la Patagonia (1911-1914): Bailey Willis y la segunda conquista del desierto, libro publicado en 1964 por Ediciones Cen. En esta obra, Frondizi presentó a dos hombres que inspiraron su proyecto de desarrollo de la Patagonia: Ezequiel Ramos Mexía -ministro de Obras Públicas de los presidentes Roca, Figueroa Alcorta y Sáenz Peña-, y Bailey Willis -geólogo estadounidense-. Ambos propiciaban obras de infraestructura, radicación de industrias y colonización de la región más austral de la Argentina, proyecto que al día de hoy se encuentra inconcluso.
En oportunidad de descubrir una placa recordatoria en el hotel Tunquelén, y de inaugurar una biblioteca que lleva su nombre, donde se encuentran algunos de sus libros, leídos y releídos durante su reclusión en el lugar, recordé a los presentes que, estando mi abuelo preso en el lugar, le informaron que su vida corría peligro. En efecto, durante la confrontación entre militares azules y colorados, estos últimos, de la línea llamada “dura”, ocupaban la guarnición militar de la región y planeaban asesinarlo. Junto con la preocupante noticia, le ofrecieron un salvoconducto a Chile, que mi abuelo rechazó con firmeza y coherencia con su pensamiento republicano, repitiendo las palabras que había pronunciado al ser derrocado: “No renunciaré, no me suicidaré, no me iré del país”. Y no se fue. Ante su negativa, un colaborador del presidente propuso a mi abuela, Elena Faggionatto, adormecer a Arturo con una inyección, para trasladarlo, inconsciente, a Chile. Pero mi abuela le contestó: “Vea, usted sabe cuánto amo a Frondizi, mi esposo. Pero prefiero verlo muerto antes que no cumpla su palabra”.
Tampoco fue la única vez que su vida correría peligro. “En agosto de 1964, mientras se desarrollaba la “cena de la amistad”, con casi 300 comensales para juntar fondos para el “nuevo partido”, un grupo armado atacó a balazos la mesa de la cabecera, que ocupaba Frondizi, con el saldo de 4 heridos, uno de cierta gravedad. Pocas horas después, en la mañana del día siguiente, el diputado nacional Fernando Piragine Niveyro, asistente a dicha cena, falleció de un paro cardíaco mientras denunciaba exaltado, en el Congreso de la Nación, la cobarde agresión sufrida la noche anterior”. (Ferrari del Sel, Eduardo. Arturo Frondizi, el estadista del Siglo XX. La Epopeya Desarrollista. S/l, 2018. Pág. 307).
En las periferias de Bariloche permaneció en cautiverio hasta el 31 de julio de 1963, día que el Colegio Electoral eligió a Aturo Illía como presidente nacional. A partir de su liberación, Frondizi comenzó a padecer el recrudecimiento de la larga y dolorosa campaña de persecución, difamación y calumnia que soportó durante su presidencia. Testimonia Ferrari del Sel: “A Frondizi lo atacaron con saña y maldad desde antes, durante y después de dejar la presidencia. Antes, cuando fue candidato: “judío”, “comunista”, “fascista”, “ateo”, “clerical”, etc. fueron los epítetos injuriantes más frecuentes que “presagiaban”, según la expresión de Zavala Ortiz, una “dictadura falangista”. Durante los casi 4 años de gobierno de Frondizi a la actitud agraviante se sumaba la desembozada actitud golpista. En realidad “no se privaron de nada”, recurriendo a las más deleznables actitudes. Pero los ataques y los agravios hacia Frondizi se exacerbaron cuando salió en libertad”. “Las agresiones desde todos los medios de difusión se hacían cada vez más violentas, a pesar que Frondizi debía someterse a una riesgosa extirpación de un tumor de la columna (que fue benigno) cuyos dolores lo afectaron durante su cautiverio” (Ferrari del Sel, Eduardo. Arturo Frondizi, el estadista del Siglo XX... ídem. Págs. 271-273).
En una carta enviada al presidente de su partido, Frondizi lo narraba en primera persona: “De la misma manera que soporté con humildad y con paciencia la calumnia y la infamia, así como también sucesivas lesiones a mi investidura presidencial, no vacilé un instante en ese nuevo renunciamiento en defensa de la paz de mi pueblo” (se refería a las medidas tomadas para evitar el golpe de estado que lo derrocó). “Sobre el orgullo personal y mi jerarquía de presidente de la Nación, privó siempre mi responsabilidad suprema de evitar la quiebra de la legalidad y la lucha entre hermanos. Un estadista argentino dijo alguna vez que el hombre público carga su cruz y bebe su vinagre. Ustedes saben bien qué pesada ha sido mi cruz y qué amargo ha sido mi vinagre”.
Cuando Félix Luna le preguntó, al entrevistarlo en la época de su derrocamiento, cuál había sido el mayor logro de su gobierno, Frondizi respondió: “La política de conciliación nacional… Siempre tendré que agradecer al destino la oportunidad que se me ha dado para contribuir a la reconciliación de mis compatriotas”.
Este es el abuelo que conocí, un expresidente patriota, que vivió hasta sus últimos días con dignidad y austeridad, soportando con fortaleza y paciencia heroica las calumnias e injurias en aras de contribuir con la anhelada paz social.
La historia reciente ha reivindicado su visión y proyectos, así como su honradez, honestidad y patriotismo. “Su vida austera, en su sobrio departamento de calle Beruti, donde vivió el resto de sus días, es un rotundo mentís a las infamantes acusaciones de los “defensores del petróleo importado”. Frondizi dijo un día: “Los monopolios me pueden perdonar mil libros Petróleo y política. Pero jamás me perdonarán el autoabastecimiento petrolero”. Respecto de los contratos petroleros, “Las actuaciones de la Fiscalía de investigaciones y de la Comisión Investigadora del Parlamento fueron elevadas a los estrados judiciales, tramitándose ante la Justicia Federal, juzgado a cargo del doctor Leopoldo Insaurralde, la causa nº 147 del año 1965 en el cual, el 17 de marzo de 1967 se produjo el siguiente y firme pronunciamiento: “ningún elemento lleva a la sospecha siquiera de que los funcionarios intervinientes estuvieran vinculados económicamente a las empresas contratantes”. “los informes recabados a YPF y las peritaciones contables efectuadas que aseveran que en las contabilidades de las empresas no se comprobaron en el período de 1958 a 1966 asientos que autorizaran a suponer un destino ilícito de fondos”. “En consecuencia correspondía: “Sobreseer la causa con carácter definitivo sin afectar el buen nombre y honor de los afectados”.
Fue un hombre de estudio, reflexión y trabajo, abierto a todas las ideas. No transó nunca con la corrupción ni con la ignorancia. Nunca renunció a sus principios, ni siquiera luego de ser encarcelado en varias oportunidades. No fue rencoroso, aunque tuviera razones para serlo. Fue amigo de sus amigos y comprensivo de sus enemigos, siempre leal aunque otros no lo fueran con él. Fue traicionado, pero nunca traicionó. Ni él ni su familia nos enriquecimos económicamente; aunque sí espiritualmente, lo que es inmensamente más valioso. Fue un estadista, con una visión clara del potencial de la Argentina y de cómo concretarlo. Fue un buen padre y un mejor abuelo, y un modelo a seguir para reencaminar a nuestro país hacia el desarrollo con paz social y legalidad para todos.
A 60 años de su derrocamiento, sus ideas continúan vigentes, así como su ejemplo de renuncia a sí mismo, y de entrega total y desinteresada a la patria. Que su recuerdo nos mueva hoy a continuar bregando por una Argentina desarrollada, pacífica y republicana.
Diego Seghetti Frondizi
Licenciado en Economía Agropecuaria, nieto del presidente Arturo Frondizi