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El 9 de Julio de 1816 un Congreso de representantes, reunido en San Miguel de Tucumán, proclamaba la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata respecto “al Rey de España don Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.

Por Bernardo Salduna (Asociación “Justo J. de Urquiza” – Concordia)

La “representación” de los diputados era discutible: las Provincias del Alto Perú (actual Bolivia), estaban bajo dominio español.

Desde Buenos Aires “eligieron” entre los emigrados de esas tierras diez diputados “incondicionales”, que vivían en su mayoría en la ciudad porteña.

Un porteño, Juan Martín de Pueyrredón, representaba a San Luis.

Los diputados de Cuyo –Mendoza y San Juan- los eligió su gobernador-intendente, don José de San Martín, que preparaba por entonces su campaña libertadora sobre Chile.

Y se mantuvieron aferrados a una sola idea: la declaración formal de independencia, sustrayéndose de todo otro debate.

Siete diputados eran de Buenos Aires. Y respondían al Directorio y los intereses de la ciudad-puerto.

Sólo algunos diputados por Córdoba y otros de Tucumán y Salta mostraban ciertos rasgos de autonomía respecto a Buenos Aires.

Sobre la “representatividad” del Congreso nos dice Vicente Fidel López: “eran extraños al sentimiento de los pueblos”. Y fueron elegidos “en medio de la indiferencia pública”.
El otro Congreso
A Tucumán no fueron los diputados de Entre Ríos; Corrientes; Santa Fe; las Misiones ni la Banda Oriental.

Ocurre que ellos, un año antes, más propiamente el 29 de junio de 1815, reunidos en Arroyo de la China, bajo el liderazgo del “Protector de los Pueblos Libres”, el oriental José Gervasio de Artigas, adelantaron ya la declaración de Independencia de estas tierras.

En contraste con el otro, este sí era un verdadero “Congreso de los Pueblos”: con todas las limitaciones propias de la época, los diputados fueron electos en verdaderas asambleas populares y “sufragio universal”.

Dice “Pacho” O`Donnel: “En tiempos que ni en Francia, ni Estados Unidos, ni Inglaterra ni ningún otro país sobre la tierra practicaba el sufragio universal, lo aplicaban, admirablemente, la Provincia Oriental, Entre Ríos y Santa Fe” (1).

Incluso, por primera vez, hubo una auténtica representación de lo que hoy se denomina como “pueblos originarios”: los guaraníes de las Misiones, encabezados por el legendario Andrés Guazurary, el célebre “Andresito Artigas”.

Ese Congreso popular fue más allá del de Tucumán: mientras aquel se enredaba en fantasiosos proyectos monárquicos, este proclamaba ardientemente su adhesión al sistema republicano.

Mientras el de Tucumán se presentaba como unitario y centralista, el de Arroyo de la China reivindicaba el federalismo, de raíz americana.

Y no sólo afirmaba espíritu de independencia respecto a España, sino también “de todo poder extranjero”: incluso del dominio del puerto y aduana porteño, que ahogaba las economías de los pueblos del interior.

El carácter popular y progresista del Congreso de los Pueblos Libres se manifestaba también en el Reglamento agrario. Que procuraba el reparto de tierras, con preferencia entre gauchos, indios, negros y mulatos “que los más infelices sean los más privilegiados” según decía don José Artigas.

También un ambicioso programa de educación popular implementado para que el pueblo fuera “ilustrado y valiente” al decir del jefe oriental.

Y la habilitación como puertos libres de ultramar de Montevideo, Colonia y Maldonado y fluviales de Santa Fe y Corrientes, para romper el monopolio porteño.
Traición y entrega
El 9 de Julio de 1816, el Congreso de Tucumán proclamaba formal y solemnemente la independencia respecto al Rey de España. Unos días después, el diputado Medrano, representante del Alto Perú, proponía agregar “y de toda otra dominación extranjera”.

Sin embargo, como se dice ahora, mucho era “pour la gallerie”: mientras tanto, el Directorio de Buenos Aires negociaba secretamente con la Corona de Portugal la entrada de un ejército de diez mil hombres en la Banda Oriental.

Se mandó una delegación a Río de Janeiro, que presidía don Manuel J. García e integraba don Manuel de Sarratea. “La base principal de toda negociación -decían- será la libertad e independencia de las Provincias representadas en el Congreso de Tucumán”.

Las demás ¡que se embromen!

El Congreso de Tucumán terminó sus deliberaciones sin resolver nada respecto a la organización del futuro Estado nacional.

Una delegación enviada a Europa a buscar algún monarca que quisiera gobernar estas tierras, volvió con las manos vacías.

Algunos, como Belgrano o San Martín, proponían como alternativa coronar un príncipe Inca. Ya tenían el candidato: un hermano de Tupac Katari, que vivía en Buenos Aires. Pero los porteños rechazaron horrorizados la idea “que se pusiese la mira en un monarca de la casta de los chocolates”, como dijera expresivamente el diputado porteño Anchorena.

Por las dudas, se dispuso que el Congreso continuara en Buenos Aires.
Castigar la rebeldía
En connivencia con las autoridades porteñas, un poderoso ejército de la corona de Portugal, invadió desde Brasil la Banda Oriental y las Misiones.

También atacaron Arroyo de la China, en Entre Ríos.

Otra avanzada, de tres mil soldados, invadía Santa Fe.

Pocos conocen esta parte de la historia: mientras José de San Martín, el hijo de Yapeyú. cruzaba los Andes con su ejército libertador rumbo a Chile, su pueblo natal era atacado y bombardeado por tropas imperiales portuguesas.

La masacre de los pueblos indígenas de las Misiones por parte del invasor lusitano fue espantosa. Hoy le llamaríamos, con justicia, “genocidio”. Un cronista insospechado, Bartolomé Mitre, nos habla del “saqueo, destrucción, matanzas y sometimiento de esclavos de Yapeyú, La Cruz, Mártires, Santo Tomé, Santa María, Concepción, San José, San Pablo”. “Después de la Conquista –dice don Bartolo- la historia no presenta ejemplo de una invasión más bárbara que esta. Desde entonces las Misiones Occidentales son un desierto poblado de ruinas”. (2)
Epílogo
Lo demás es historia conocida: la heroica resistencia de Artigas y los orientales durante más de cuatro años, en una guerra desigual.

La derrota y exilio paraguayo del jefe oriental.

Las peleas entre caudillos –gobernadores de Provincias, que demoraron varias décadas hasta 1853- la formación del Estado argentino.

Y la separación definitiva de provincias que participaron en uno u otro Congreso emancipador: el Alto Perú, en el de Tucumán; la Banda Oriental en el de los Pueblos Libres de Arroyo de la China.

CITAS:

(1) O´Donnel “Artigas, la versión popular de la Revolución de Mayo”, Ed. Aguilar , B.Aires, 2011, pag.130.

(2) Mitre Bartolomé “Historia de Belgrano y la Independencia Argentina” (Ed. El Ateneo, B.Aires 2014, pag.609).
Fuente: El Entre Ríos

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