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Gita Gopinath, del FMI, con Caputo
Gita Gopinath, del FMI, con Caputo
Gita Gopinath, del FMI, con Caputo
La firma de un nuevo acuerdo de Argentina con el FMI parece cercana. El viaje a Washington del presidente Milei junto al ministro de Economía Luis Caputo y el presidente del BCRA Santiago Bausili, y las reuniones mantenidas con el presidente Trump y el secretario del Tesoro Scott Bessent, parecen haber concluido en un apoyo político concreto hacia la posición argentina, que podría resultar decisivo para torcer la reticencia de la línea del organismo en algunos frentes.

En un tuit del viernes, la número dos del FMI, Gita Gopinath, destacaba la “excelente discusión” que había tenido con Caputo y Bausili, y el muy buen progreso camino de un nuevo acuerdo. Como suele suceder, las reservas de los técnicos, enfocados en las cualidades crediticias del deudor, hacen poco eco entre los políticos, que se mueven según una agenda diferente.

A esta altura del partido no es secreto para nadie que los reparos a un nuevo programa están relacionados con la política cambiaria, que según la línea del FMI no permite al BCRA acumular reservas con las que hacer frente a los vencimientos de la deuda externa, incluida la deuda con el propio Fondo.

Se trata de una cuestión que no suele ser bien comprendida por los argentinos. El superávit fiscal es un superávit en pesos, con los que el Tesoro acude al BCRA para comprar los dólares con que hacer frente a los vencimientos de obligaciones en esa moneda. El asunto es que el balance de dólares del BCRA corre por otro carril: el de la cuenta corriente, que suma el balance comercial (exportaciones menos importaciones) y el balance de servicios (pagos de deuda, remesa de dividendos, gasto en turismo, entre otros). De la suma algebraica de estos dos balances, más lo que pueda entrar por la cuenta capital (toma de deudas o inversión extranjera), surge la capacidad de acumulación de dólares por parte del Banco Central.

En un par de semanas, el riesgo-país, que había caído a unos 590 puntos básicos (5,9% por encima del rendimiento de un bono del Tesoro estadounidense), retrocedió hasta los 750 puntos. Lo que ha sembrado dudas en el mercado de bonos es que el BCRA tiene cada vez menos dólares en su balance. No es un detalle trivial, pues ello aleja la posibilidad de cubrir lo que no provee la cuenta corriente con la emisión de bonos, como hacen los países normales.

Los técnicos del FMI y el mercado de bonos parecen pensar que hay demasiados agujeros por los cuales se escapan las reservas. Uno es el del dólar-blend que utilizan los exportadores para liquidar sus ventas al exterior: el 20% de lo exportado (unos US$16 mil millones en 2024) no va al Banco Central, sino al mercado paralelo. Otro es el turismo internacional: si hace un año nos bañaban los extranjeros, ahora los bañamos nosotros a ellos. En enero, la cantidad de turistas recibidos fue 26% inferior a la de enero 2024, en tanto que la cantidad de turistas que viajaron al exterior aumentó 75%. Nos gastamos las escasas reservas en que la gente viaje al exterior. El tercero es que el BCRA también interviene el mercado paralelo, para mantener la brecha cambiaria a raya. Vende en el mercado paralelo parte de lo que compró en el oficial.

El debate sobre cuál debería ser el nivel correcto del tipo de cambio no tiene una solución irrefutable mientras tengamos cepo. Sólo podremos saber cuál es el tipo de cambio de equilibrio si los que quieren comprar y los que quieren vender lo pueden hacer en un mercado libre.

La política no quiere permitir eso. Parece moverse con esta línea de pensamiento: para ganar las elecciones, la inflación debe bajar, y para que la inflación baje, el tipo de cambio, tanto el oficial como el paralelo, no puede subir. En lenguaje simple: la libertad cambiaria no existe porque no le sirve a la política.

Podrán llover dólares del FMI y traer un alivio cosmético en las reservas. Podría incluso bajar el riesgo-país, si el acuerdo es bueno. Pero no está claro que el dinero se use bien, ni que el alivio cosmético tenga efectos duraderos, en tanto no constituya un puente real hacia una situación en la que el BCRA pueda acumular reservas por sí mismo. Ese es el fondo de la cuestión.
Fuente: El Entre Ríos

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