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Así de sencillo, como indica el título: el superávit fiscal importa. No se requiere ser un gran economista, ni siquiera uno de ellos. Con un poco de matemática debería alcanzar: no se debe gastar indefinidamente más de lo que se recauda.

Durante décadas (para ser más estrictos durante casi toda su historia) el Estado argentino, independientemente del signo político del gobierno, e incluyendo regímenes militares, ha hecho abuso de gastar mucho más de lo que la recaudación impositiva le permitía. Ese sobre gasto llevó a endeudamientos que derivaron en defaults, o a emisión monetaria descontrolada que derivó en inflación persistente, e incluso en hiperinflación en los años 1989 y 1990.

A pesar de su aparente sencillez no todo el mundo parece estar entendiendo la necesidad de que el superávit logrado por la gestión asumida en diciembre de 2023 no debería por nada revertirse. Al respecto me permito hacer una clasificación en 3 clases de compatriotas: 1) Los que no lo entienden. 2) Los que lo entienden y soportan estoicamente el ajuste fiscal. 3) Los que lo entienden, pero prefieren hacerse los desentendidos. Veamos:

1- Los que no lo entienden

Los que no entienden la importancia de mantener el superávit fiscal constituyen el grupo más furiosamente indignado. Ven todo recorte presupuestario como propios de un gobierno insensible que quiere empobrecer deliberadamente a docentes, jubilados, empleados estatales en general, desfinanciar la educación, entre otros sectores clave, para favorecer los intereses de vaya uno a saber qué grandes afortunados.

Les resulta complejo aceptar la cruda realidad de que los recursos son escasos, y de que la urgencia por revertir los desequilibrios macroeconómicos heredados derivó en el imperativo de recortar partidas de gasto público así como de aumentar otras bastante por debajo de la inflación (es decir, reducirlas en términos reales o en argentino: licuarlas), todo lo cual genera naturalmente malestar, entre otras cosas ante el aumento (transitorio) de la pobreza que tal ajuste fiscal genera. Tanto por afectación directa a causa de algún recorte o licuación, como por efecto de la caída en la actividad y en consecuencia del empleo y de los salarios, la indignación los lleva al rechazo tajante a la actual gestión.

Cabe aclarar que cuando existe ajuste es porque previamente hubo desajuste. Mayor el ajuste requerido, mayor la irresponsabilidad de los predecesores en el manejo de las finanzas públicas.

Este grupo seguirá insultando al presidente, a sus ministros y a todo lo tenga relación con el actual gobierno. No le perdonan el ajuste fiscal, ni que tras 10 meses de gestión la actividad solo esté repuntando tenuemente en unos pocos sectores ni la esperable y temporal caída en el poder adquisitivo de salarios. Después de todo, el gobierno libertario solo evitó una hiperinflación, saneó los enormes pasivos del Banco Central, redujo el riesgo país, achicó espectacularmente la brecha cambiaria, derrumbó la inflación, recompuso reservas e hizo volar el índice MERVAL a su máximo histórico, entre otros logros… menores.

2- Los que lo entienden y lo soportan estoicamente

Hay quienes comprenden la importancia de mantener el superávit, entienden que cualquier aumento del gasto que comprometa la situación fiscal implicaría que todo el esfuerzo realizado hasta aquí haya sido en vano. En efecto, con el retorno del déficit volvería la emisión, la inflación y el desorden económico generalizado. Entre ellos, hay algunos directamente afectados por el ajuste (quien escribe es docente, no está ajeno a la problemática). Algunos de los pertenecientes a este segundo grupo creen con cierto fundamento que, de no haberse efectuado el apretón fiscal y monetario, el ajuste lo habría hecho de modo más brutal y traumático una hiperinflación.

Sobre esto último cabe comentar que, ya a fines septiembre del año pasado, los intereses devengados por las Letras de Liquidez (Leliqs) que el Banco Central vendía a los bancos, demandaba la emisión de más de 2 billones de pesos mensuales, lo cual equivalía a duplicar la base monetaria cada 3 meses. ¿Se comprende que eso constituía una bomba hiperinflacionaria que solo podía desactivarse con un fuerte ajuste fiscal/monetario?

¿Y por qué este grupo soporta tan estoicamente el ajuste? En gran parte porque cree, y no sin fundamentos, que un ajuste fiscal no es eternamente recesivo, en algún momento la actividad se recompone, la inversión y los salarios aumentan. Así, la recaudación se favorece por mayor base imponible lo cual permite disponer de mayores recursos para mejoras presupuestarias en educación, salud, seguridad y demás servicios que provee el Estado, mejorando salarios a trabajadores públicos, así como jubilaciones y otras prestaciones. Entre las 4 virtudes cardinales de los estoicos se encuentra la templanza y la prudencia, de allí el calificativo elegido.

3- Los que lo entienden, pero se hacen los desentendidos

Este grupo sabe perfectamente de la importancia de mantener el superávit, entiende que un aumento del gasto que retorne el presupuesto al déficit haría vano el esfuerzo hasta aquí soportado y la economía argentina, así como el gobierno, naufragaría estrepitosamente. ¿Y entonces por qué se hacen los desentendidos sabiendo los riesgos que correría la economía y el gobierno ante tal escenario? Justamente por eso, porque para estos sectores cuanto peor mejor. Si el gobierno no puede contener el desmadre económico al cual llevaría la vuelta a un déficit incontrolable, estos muchachos que se hacen los desentendidos volverían al poder, o a beneficiarse directamente de sus contactos con quienes lo ostentarían.

Si usted es algo perspicaz habrá llegado a la conclusión de que los del grupo 3 manipulan con demagogia y cinismo a los del grupo 1. Y suelen ser subestimados por los del grupo 2.

Por supuesto, el gobierno libertario ha cometido errores de gestión, los comete, y los cometerá, su política fiscal y monetaria contiene desprolijidades y a su vez es susceptible de cuestionamientos varios. La política cambiaria, por su parte, resulta compleja y riesgosa, y nos hubiese gustado que a esta altura el cepo sea solo un mal recuerdo.

Es nuestra responsabilidad como ciudadanos alertar sobre tales errores y desprolijidades, con objetividad, de modo constructivo, desprovistos tanto de obsecuencia como de animadversión. Porque, tal como nos lo advirtió Thomas Jefferson: el precio de la libertad es la eterna vigilancia. Pues bien, vigilaremos.
Fuente: El Entre Ríos

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