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Los mercados financieros, tanto en Wall Street como en la plaza local, festejaron y con ganas. El triunfo de Donald Trump sobre la populista Kamala Harris, quien había acusado recientemente a empresas de subir “ilegalmente” los precios y proponía además controlarlos masivamente, cual Guillermo Moreno, fue bien recibido tanto por activos de renta fija como de renta variable. La euforia financiera fue generalizada.

No es menor el mérito del magnate al derrotar a tan peligrosa aspirante a la presidencia. También es digno de destacar su extraordinario ejercicio de liderazgo, cuando instó a sus seguidores a “luchar” mientras se reincorporaba ensangrentado luego de sufrir un atentado en campaña electoral. Por su parte, su contrincante se aferró a banderas de la izquierda cultural, al tiempo que proponía recetas de combate a la inflación basadas en intervenir el sistema de precios, demostrando su terrible ignorancia en la materia.

El presidente Milei ha recibido con entusiasmo el resultado. La afinidad ideológica que mantiene con su par estadounidense, y el estilo excéntrico y verborrágico que a ambos caracteriza, ha llevado a la inevitable comparación. Considerándose incluso a Javier Milei como una suerte de Trump latinoamericano, o más en concreto, de Trump criollo.

Independientemente de tal cercanía en las ideas y de la deseable buena relación que probablemente mantendrán ambos mandatarios, no todo es coincidencia en lo relativo a las políticas económicas llevadas adelante por el mandatario argentino y las que propone implementar el republicano.

Al respecto, analicemos las propuestas de Trump y comparemos las mismas con las del libertario:
Política fiscal expansiva
La baja de impuestos corporativos propuesta por Trump, implicaría para el caso de impuestos a las sociedades, un descenso desde el 21 al 15%. Dicha rebaja brindaría mayor dinamismo y competitividad a las empresas estadounidenses, lo cual está en línea con la filosofía pro mercado pregonada por Milei. Sobre la reducción de la carga impositiva, Milton Friedman, economista admirado por el presidente argentino, ha llegado a decir: “Estoy a favor de bajar los impuestos bajo cualquier circunstancia, por cualquier excusa y por cualquier razón, siempre que sea posible”. Ambos presidentes estarían de acuerdo con dicha frase.

Sin embargo, al no plantearse una baja significativa del gasto público, la economía norteamericana podría sufrir un incremento en su déficit fiscal. Aquí tenemos una primera diferencia con la postura del presidente argentino, ya que es harto conocida la obsesión de Javier Milei con el mantenimiento del superávit, demostrada esta preferencia no solo en el plano discursivo, al calificar al déficit fiscal como inmoral, sino también en los hechos, al realizar lo que él denomina “el mayor ajuste fiscal de la historia”, basado en un recorte del gasto público sin precedentes.

Tal ajuste fiscal, que fue continuado por un duro ajuste monetario, implicó corregir un desequilibrio cercano al 17% del PBI, heredado por la gestión de Alberto Fernández. Dicha cifra resulta de sumar los resultados fiscales, comerciales, y cuasifiscales, todos ellos negativos.
Proteccionismo
El presidente Trump no parece ser muy amigo de la división internacional del trabajo, considerando su porfía de que las empresas norteamericanas produzcan en suelo norteamericano. Con ese objeto y, además, en búsqueda de mejorar la balanza comercial, es que pretende aplicar aranceles del 20% a todos los bienes, cualquiera sea el país de procedencia. En ciertos casos el porcentaje podría ser mayor, tal el trato previsto para China.

Esta política arancelaria se contrapone con la visión aperturista de Milei, cuya administración recientemente redujo aranceles a 89 productos, y plantea continuar con ese camino favorable al libre comercio internacional. Como diría su admirado Juan Bautista Alberdi: “El comercio que es el gran pacificador del mundo después del cristianismo, es la industria internacional y universal por excelencia… …cada tarifa, cada prohibición aduanera, cada requisito inquisitorial en la frontera, es una atadura puesta a los pies del pacificador, es un cimiento puesto a la guerra”. ¿Qué pensaría Donald Trump de esta contundente frase?
Tasas de interés bajas
Ya en su primera presidencia, Trump se encargó de presionar al presidente de la Reserva Federal para que las tasas de interés fueses más bajas. El responsable de dicha entidad hizo caso omiso a tales presiones. Quedará por ver si en esta ocasión Trump logra su cometido de someter a la FED para que disminuya las tasas al nivel que desea. Esta baja no sería compatible con la política fiscal expansiva esperada, la cual debería mantener las tasas de los títulos estadounidenses en niveles elevados y por ende fortalecer al dólar. Un dólar fuerte no sería favorable para los precios de los commodities en el mercado internacional.

Pero, además, sobre este punto existe un enfoque distinto por parte del presidente argentino, quién busca tasas reales positivas y en lo doctrinal simpatiza con la Escuela Austríaca de Economía, cuyo interesante contenido teórico dedica una importante sección al análisis de los ciclos económicos. Esta escuela de pensamiento acusa a la manipulación de las tasas de interés hacia la baja de gestar burbujas, que colapsan y derivan en crisis cuando la política monetaria expansiva no puede continuarse y debe pasar a modo contractivo.
Desregulaciones
En línea con su anterior presidencia, Trump podría apoyar, como buen republicano, un proceso de desregulación a las actividades empresariales. Se estima que los sectores más beneficiados por esta nueva ola desregulatoria serían los correspondientes a las finanzas, la energía y la salud.

Aquí tenemos una clara coincidencia con la administración Milei, en la cual el ministro de desregulación, Federico Sturzenegger, busca dinamizar la economía argentina mediante una fuerte agenda desreguladora que se encuentra en plena marcha.

En síntesis:

Coincidencias económicas principales: baja de impuestos y desregulación económica.

Diferencias principales en: política de tasas de interés, comercio exterior, gasto público.

Por todo lo dicho, y sin hacer juicio de valor acerca de quién es o será mejor o peor mandatario, no parece del todo acertado considerar a Javier Milei, el Trump criollo. Pero eso, en principio… no debería preocuparnos.
Fuente: El Entre Ríos

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