Elegí este tema para abordar en mi columna semanal por dos razones: un poco por la relevancia del tema a nivel internacional, y otro poco como una suerte de protesta al lugar que nos asignan a las generaciones futuras en el devenir de la humanidad. Los “líderes” del mundo (personas supuestamente maduras y bien preparadas) se ven envueltos en discusiones mezquinas y que atrasan. Es inconcebible que algunas de las personas adultas con mayor capacidad de influir a nivel global en la actualidad disminuyan la importancia que tiene el cambio climático (o incluso lo nieguen) y fomenten visiones sesgadas, elitistas e incluso racistas sobre temas tan acuciantes y relacionados como la desigualdad económica, de género, la pobreza y el hambre.
Por otra parte, los jóvenes estamos severamente preocupados por el hogar que nos están dejando. Se utilizan elementos de índole tan varada e irrelevante para descalificar nuestra conciencia social, nuestros deseos de cambiar la realidad. Que somos muy chicos, que no tenemos experiencia, que no tenemos los conocimientos. En este punto, los grandes parecen olvidarse de algo: de la empatía humana. Y allí, estimado lector, estimada lectora, los jóvenes solemos ser los más capaces. Tengo muchas pruebas y ninguna duda.
Un símbolo cabal de mi descripción es la joven activista sueca Greta Thunberg, una pequeña giganta de 16 años que decidió un día faltar al colegio para ir a protestar al Parlamento de Suecia. Desde allí, y cada viernes, se presentó para pedir que los políticos tomaran acciones para hacer frente al deterioro ambiental y atenerse a los compromisos firmados en el Acuerdo de París contra el cambio climático. “Fridaysforfuture” (Viernes para el cambio) empezaron como un reclamo solitario a fines del año pasado, y este último viernes congregaron a más de 4 millones de personas a nivel global. Se acusa a Greta de ser incansable, de estar siempre enfadada y de tener mucho temple y capacidad de oratoria. Sus críticos lo relacionan a que posee Síndrome de Asperger,un trastorno leve del espectro autista que afecta la interacción social recíproca, la comunicación verbal y no verbal y provoca una resistencia para aceptar el cambio. Se equivocan. Su rebeldía y resistencia no son una afección. Si fuera así, todos los jóvenes la tenemos. Todos queremos evitar el cambio climático y cambiar el mundo.
¿Los líderes le tendrán miedo a Greta? ¿Nos tendrán miedo a los jóvenes? Son cada vez más niños que abandonan las aulas los días viernes para exigir que nuestra clase dirigente “haga algo” por el mundo. Todos, bajo el convencimiento de que cambiar las cosas requiere ir más allá de las estructuras existentes, y que los jóvenes somos el agente de cambio necesario para materializar un mundo diferente . Tal y como dijo la misma activista el pasado viernes: “si pertenecés a ese pequeño grupo de personas que se sienten amenazadas por nosotros, entonces tenemos una muy mala noticia para ustedes. Porque esto es solo el comienzo.”