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Mi última columna se refirió a la experiencia de ser despedido de un trabajo y los impactos que ello implica, en particular los emocionales. He recibido por parte de los lectores distintos comentarios, muchos compartiéndome sus propias experiencias de dolor y frustración, pero también que superado ese momento les permitió descubrir no solo nuevas oportunidades sino y mucho más importante, capacidades dormidas.

Un comentario en especial fue diferente, se me planteó “¿qué le pasa al que tiene que despedir personal?” Por cierto una situación de la que poco se escribe o se comparte. Simplemente porque a nadie que no tenga rasgos de psicópata le agrada o le divierte.

En mi experiencia laboral he transitado por numerosas circunstancias de este tenor, en distintas organizaciones y en distintos países. Sin excepción las desvinculaciones de personas son estresantes, en algunos casos traumáticas, en otras dolorosas por las consecuencias que conllevan que alguien pierda su empleo.

Sin embargo, los factores externos que rodean al desempleado impactan de manera diferente el día después. En el caso de los países europeos la contención para quien pierde su empleo facilita superar de un modo menos doloroso la etapa de desocupado, un seguro de desempleo garantiza ingresos mínimos que permiten cubrir los costos básicos de la canasta familiar. Adicionalmente se ofrecen programas de capacitación y de reinserción laboral que obligan al desempleado a ocupar su tiempo en la búsqueda de un nuevo empleo.

Otro factor externo que ayuda a hacer menos traumática la situación de desempleado es el nivel de actividad económica en la medida que el índice de desocupación sea bajo, o dichode otra forma el nivel de demanda de trabajadores sea elevado.

Asimismo, la cultura de cada país en relación con el mundo laboral son un factor importante en la condición de despedido o desvinculado, no es igual el mercado laboral estadounidense que en nuestro caso argentino, por tomar un ejemplo. Las distintas legislaciones laborales que regulan la relación empleador-empleado también condicionan este escenario.

Retornando a que le pasa al que tiene que despedir a un colaborador no hay un denominador común que defina esta situación, no es lo mismo despedir a un colaborador que ha sustraído elementos de la organización que la desvinculación por el cierre de una actividad, o las conocidas reestructuraciones, o la desaparición de una profesión u oficio.

Tampoco es igual el impacto de las desvinculaciones en una empresa Pyme que en una multinacional, no es lo mismo una organización cuyo propietario está presente que una en la cual los propietarios son accionistas desconocidos.

Como he expresado al inicio de la columna siempre es estresante tener que notificar a alguien que ha sido o será despedido, hay organizaciones que determinan que el jefe directo es el que debe hacerlo con el fundamento que ha sido él quien decidió la incorporación, el desarrollo o promoción, los aumentos salariales, las acciones de capacitación, entre otras decisiones.

En este caso puedo compartir que conozco muchos de esos jefes que no pudieron enfrentar la situación, algunos prefirieron renunciar y otros enfermaron gravemente. Recuerdo el caso de un ex - colega que por el cierre de una fábrica en el interior de la provincia de Buenos Aires con más de 250 trabajadores sufrió un infarto que lo obligó a retirarse de la actividad.

En otras experiencias el área de Recursos Humanos acompaña al jefe directo en la comunicación del despido, aun así, la situación es muy traumática para todos.

Podría describir innumerables casos de cómo reaccionan o que les pasa a los que deben desvincular a un trabajador, desde aquellos que enfermaron a otros que utilizaron metodologías inhumanas como una empresa que cuando el trabajador ingresaba a la misma debía introducir su tarjeta en un lector, si la puerta se abría ingresaba, si la puerta permanecía cerrada debía presentarse más tarde en la “oficina de personal”, en el mientras tanto ya se había enviado un telegrama de notificación.

Difícil conciliar el sueño por no decir imposible para cada trabajador que cada mañana sufría el síndrome de la puerta abierta o cerrada.

En una consultora internacional muy importante el colaborador se notificaba que había sido despedido porque cuando llegaba a su escritorio estaba desconectado de todas las redes informáticas. No tenía acceso ni siquiera a su información privada.

También he conocido personajes miserables que gozaban de despedir trabajadores, nunca ponían la cara, siempre lo hacían a través de otros, psicópatas que muchas veces las organizaciones utilizan sin medir las consecuencias posteriores.

Personalmente, como responsable máximo de Recursos Humanos viví varias situaciones de desvinculaciones, las más duras fueron las del cierre total de actividades, allí se desvanecieron todos los slogans, “Lo más importante es el Recurso Humano” o “Usted aquí se va a jubilar” quizás sean los más representativos.

Algunas organizaciones contratan consultoras que ofrecen el servicio de Outplacement (reubicación/relocación) con el objetivo de ayudar a los despedidos a encontrar un nuevo empleo. No deja de ser una manera de reducir las culpas.

Para finalizar me permito compartirles una pequeña historia de desvinculación. Para las personas que ya habían alcanzado o superado los años de aportes para la jubilación ofrecíamos un retiro anticipado con la continuidad de los pagos de su salario con una mínima reducción hasta el momento de su jubilación. Uno de los afectados por esta alternativa aceptó la propuesta con entusiasmo, después de 39 años de servicios podría disponer de sus tiempos sin ver afectados sus ingresos.

Habían pasado cuatro meses de su retiro cuando me pidió una entrevista personal, imaginé que era para agradecerme, al encontramos lo primero que me expreso fue: “me siento muy mal” los ojos se le llenaron de lágrimas y no pudo continuar hablando, después de unos minutos me dijo “Sr Mayer durante 39 años me levante a las 4,30 de la mañana, tomaba unos mates con la patrona, subía a la bicicleta y las 5.45 estaba en la fábrica, salía a las 3 dela tarde, la patrona me esperaba con unos mates y después limpiaba y regaba la quinta, un rato más tarde cenábamos, ahora me sigo levantando casi a la misma hora, preparo el mate, la patrona también se levanta conmigo, nos mi ramos, no sabemos de qué hablar, no es la
misma mujer con la que conviví durante 39 años, no la conozco, el día se me hace interminable”.

No tuve respuesta, quedó la marca para siempre, esto también le pasa a quien debe desvincular trabajadores.

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